jueves, 2 de septiembre de 2010

¡Cuántos Getsemaní hay ocultos en el mundo!

A lo largo de su carrera el tema de la vida y la muerte será una constante en la obra de este artista vienés, temática que más tarde adoptarán otros representantes del expresionismo. En esta imagen colorista se observa una amalgama de figuras atribuladas que representan la escena de la vida, original composición que capta de manera magistral –como a lo largo de toda su obra- los sentimientos más sublimes del ser humano. Entre todas las figuras sobresale la madre que protege con su brazo a un hijo ofreciéndole protección maternal y un hombre que abraza a una mujer desnuda, símbolo del consuelo. Es un cuadro decorativista, formado por mosaicos que crean diversas formas y colores, de formas onduladas identificativas de la pintura de Klimt. Sorprende la fuerza expresiva de la obra. Nos recuerda que el mundo es muy sensible a los dolores corporales, ante los cuales el ser humano siente compasión. Pero frente a los dolores morales –tal vez más profundos y dolorosos- su percepción es diferente, considerándolos caprichos o autosugestiones.

¡Cuántos Getsemaní hay ocultos en el mundo! En la familia misma, en la mesa del compañero de trabajo, en el asiento de nuestro vecino, en el tren de cercanías, en la puerta al otro lado del rellano, en el enfermo en la cama del hospital… Para Dios sí es importante el dolor del corazón y para nosotros debería ser una cuestión prioritaria. Es nuestra misión encontrar a quien precisa de nuestro afecto, acercarnos a él y atarle a la vida con nuestra propia vida.












ORACIÓN:

Oh Dios, fuerza de los que en ti esperan, escucha nuestras súplicas y, pues el hombre es frágil y sin ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia para guardar tus mandamientos y agradarte con nuestras acciones y deseos.