domingo, 24 de junio de 2012

Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista

Nace Juan, una voz que grita desde las entrañas ¡conviértete!
“¿Qué va a ser este niño?”
Ni niño ni nombre ni oficio, nada eligieron Zacarías e Isabel para el pequeño que les había nacido. Su existencia vino como gracia de Dios, su nombre con relación a su pertenencia a Dios (que ya lo conocía antes de ser engendrado) y su oficio como antecesor del Mesías. ¿Qué les quedaba a los pobres padres? Aceptarlo como un regalo y amarlo como don de Dios y cuidarlo educándolo en la fe en el Dios que recuerda su Santa Alianza. Aceptar y alegrarse por esto. Si no existió tristeza en ellos con queja de agravio, porque no tuvieron ocasión de asumir sus tareas de padres como quienes deciden cuándo traer vida la mundo y ponen el nombre al retoño (generalmente el paterno, como queriendo destacar que continuará la estirpe) o al menos el padre puede enseñarle profesión y transmitirle su experiencia... si no les provocó amargura es porque Zacarías e Isabel eran gente de Dios.

Este pasaje y la fiesta que celebramos hoy es una muestra genuina de la generosidad de Dios y el agradecimiento humano. A Zacarías le había costado un tanto entender el regalo de Dios en el hijo; le pudo la duda y como signo del cumplimiento de la promesa de Dios ante su incredulidad perdió la voz. Isabel, en cambio, más sensible a la presencia milagrosa de Dios en la vida, no sólo halló gracia en sí, sino más todavía en su prima María: “bendita entre las mujeres”. Dios termina venciendo ante quien se deja vencer y Zacarías recuperó su lengua, cuando brotó de él la alabanza al Señor. Cuando se reconoce la generosidad de Dios acaban los motivos de reivindicación, y merece la pena que uno hable sin contrariar.

Al nacimiento de Juan, prosiguió la entrega generosa a Dios representado en el nombre y en su vocación (“¿Qué va a ser de este niño?”). Sus padres no quisieron quedarse con lo que no era suyo, porque cuando Dios regala lo hace para el que recibe la dádiva regale a su vez y el beneficio cunda y se extienda. La lectura del profeta Isaías apunta a la preparación del regalo mucho antes de que viniese a la luz. Cuando hubo tanta molestia de preparativos, es porque se trataba del “más grande nacido de mujer”, en palabras del mismo Cristo, el que allanaría sus caminos. Los padres de Juan le transmitirían piedad de agradecimiento y, aun siendo tan grande, se supo siervo y abandonó la escena cuando cumplió con su misión de allanar el camino al Señor.

Atentan contra la gratuidad la posesividad, el intento de dominio, la falta de generosidad, la apropiación indebida... aunque fundamentalmente la envidia, el llanto por el regalo que Dios pone en el otro. Y las carencias en el reconocimiento de la gratuidad divina provoca más atención en los reparos que en los dones, en las tristezas que en la esperanza, en el agravio que en el perdón.

Zacarías e Isabel quedaron mudos para el resto del evangelio de Lucas (solo un poco más hablaría Isabel en alabanza cuando la visita de María) y cuánto de ellos sin embargo llevaría el que era “la voz que grita en el desierto”, valiente como para enfrentarse ante un rey (Herodes Agripa) por su inmoralidad. También Juan calló cuando habló la violencia. Herodes y Herodías seguirían muy locuaces; pero con la mancha de la sangre del don, y la marca del asesinato del regalo de Dios, ¿qué palabra podrían pronunciar que no causase repudio?

El nacimiento del Mesías y la Sagrada Familia, tuvieron precursores en el nacimiento de Juan y la familia que formaba con Isabel y Zacarías. “¿Qué va a ser este niño?”: el que comenzó como regalo de Dios acabará como tal si no abandona el sentido de gratuidad y alabanza a Dios.









Evangelio según San Lucas 1,57-66.80.
( Tema musical: "Ut queant laxis"-Siglo XIII)
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.
Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.
A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre;
pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan".
Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre".
Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran.
Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados.
Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.
Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea.
Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él.
El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.




 




domingo, 17 de junio de 2012

Todo se lo exponía con parábolas

Los árboles y el resto de plantas no se quejan ni entonan canto de triunfo; su progreso viene definido en lo que llevan dentro desde sus comienzos como semilla. Si ese proyecto incoado se encuentra con las condiciones favorables, un día podremos encontrar en ellos nidos de pájaros y espigas para la cosecha, pero no antes. La espiga no puede venir adelantada, pues rompería el tallo aún tierno y tampoco las aves pueden anidar en el arbusto de la mostaza inmaduro, porque troncharían sus ramas recientes.

El Maestro nos invita a color de trigo y de arbusto para explicar el Reino; como cuando a los niños se les da un papel con un contorno dibujado para que ellos lo coloreen en su interior a su gusto. Habrá variedad de color, con rayas a borbotones, pero no dejará de verse la casa o el perro o el globo... Así las parábolas acercan lo grande a los pequeños con el armazón evangélico y el color de la mente y corazón propios. También los profetas recurrían a los ejemplos de lo cotidiano, como aparece Ezequiel en la lectura que acompaña a este evangelio. El brote arrancado de las ramas más altas se convertirá en un gran cedro para humillar a los árboles altos. Donde pone rama tierna, veamos a Israel, y donde dice árboles altos, entendamos a las otras naciones. También puede interpretarse como el triunfo de los humildes de Dios sobre los poderosos.

Nos detenemos un momento en las parábolas del evangelio y su relación con el Reino. En las dos imágenes de Jesús se habla de proceso: lo pequeño en forma de semilla produce lo grande en forma de espiga o arbusto. El contenido de cuanto tiene que llegar a ser una y otra pepita, de trigo o de mostaza, está ahí mismo condensado; de fuera vendrá acción para favorecerlo o retrasarlo e incluso frustrarlo, pero sin que se le pueda añadir nada más a lo que desde el principio está relatado en el silencio de la semilla.


La semilla (no nos dice de qué, pero parece seguro que es cereal) que crece sola: al sembrador le corresponde sembrar y la aparición del brote y su crecimiento escapa a su ministerio. Pertenece al misterio propio de la semilla. El esfuerzo del sembrador estaba en la siembra y el resto queda a merced de la propia naturaleza del grano. Además, el proceso sigue un orden donde cada momento del desarrollo llega a su tiempo hasta que finalmente sucede la siega. El fin de la semilla inicial fue producir más granos, de los que la mayor parte de ellos se destinarán a la nutrición y una pequeña para la nueva siembra.

La semilla de la mostaza contrasta con su obra

final, el arbusto con dimensiones de árbol. El árbol dará también alimento, pero no solo, también reposo y cobijo de pájaros. El ave entenderá la semilla de mostaza como alimento, pero cuando se encuentra con el arbusto, le sirve para anidar. Lo diminuto pasaba desapercibido vulnerable e insignificante, a no ser que uno repare el fin que tiene contenido dentro. Aunque los pájaros no sean conscientes y, al comerse una semilla de mostaza, se coman todo un arbusto productor de semillas, los que cuidan el huerto serán los que, conscientes de la grandeza latente del grano, velarán para que cumpla su destino a su tiempo. Lo que era uno solo, dará mucho.

A esto se parece el Reino de los Cielos: grandeza en lo pequeño, proceso paulatino pero cierto, misterio que escapa a la acción del hombre, multiplicación en el fruto.










Evangelio según San Marcos 4,26-34.

Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra:
sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.
La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.
Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".
También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?
Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.
No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.






















El Evangelio de san Marcos subraya el ritmo lento y el comienzo modesto de la Palabra de Dios que se siembra en el corazón del hombre. Jesús es el sembrador y cuantos lo escuchamos, somos tierra que habrá de fructificar en su momento.










11° DOMINGO ORDINARIO Pbro. Lic. José Luis Aguilera Cruz aguileracruz@yahoo.com.mx

"El reino de los cielos es como una semilla."

MENSAJE EN PARÁBOLAS.

Una parábola la podemos definir como una narración que remitiendo a otro acontecimiento lleva a cabo un proceso en que se compromete el oyente o el lector; y puede referirse a sucesos que han acontecido realmente o que han sido inventados. Pero un punto importante de la parábola es que se propone crear un compromiso entre el autor, el texto y el destinatario, no solamente se trata de enseñar ciertas verdades sino de comprometer al oyente con la realidad que está viviendo, para qué tome parte en la realidad. San Marcos nos presenta en el evangelio de este domingo 4, 26-34 dos parábolas en las que compara el reino de Dios con cosas tan comunes como una semilla.

LA SEMILLA QUE CRECE SOLA.

En los primeros versos de esta parábola, Jesús cuenta la parábola de la semilla que crece sola, el sembrador "siembra la semilla y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece y llega el tiempo de la cosecha", si Jesús quiere que nos involucremos en esto, ¿qué nos está diciendo con ésta parábola? Si nos fijamos el hombre solamente interviene en la siembra de la semilla y en la cosecha de los frutos, lo demás lo hace Dios, o Dios ha puesto en la naturaleza de la semilla lo necesario para hacer lo demás, pero si el hombre no pusiera eso que le corresponde, Dios o la naturaleza no harían nada. Esto nos invita a ser responsables de lo que nos corresponde, sea poco o sea mucho, pero es necesario hacer lo que nos toca.

LA SEMILLA DE MOSTAZA

En los siguientes versos, Jesús vuelve a poner otro ejemplo, para descubrir otro aspecto del reino de Dios, contó la parábola de la semilla de mostaza, que es una semillita muy pequeña y llega a convertirse en un gran arbusto, nuevamente podemos interpretar esta parábola desde otro aspecto, en las cosas de Dios, en las cosas del reino de los cielos generalmente, lo grande comienza de modo orgánico, es decir comienza en pequeñas dimensiones, pensemos en Juan Diego, hoy ya santo, un indígena "de poco valor" para los españoles de ese tiempo, sin embargo es el instrumento por el cual la virgen de Guadalupe, se aparece y se queda en México, así son las cosas de Dios, el mensaje nos pide hacernos pequeños.

LAS PARÁBOLAS, HOY.

Ya que las parábolas tienen la intención de que el oyente o lector se involucre en la narración y esto de cómo resultado un meterse responsablemente a los problemas que señala la parábola, entonces hoy el Señor Jesús nos invita a que confiemos en la providencia divina, pero esa confianza nos debe llevar a no ser confianzudos, y cumplir nosotros lo que nos toca para que Dios actúe y que no importa si nuestra actuación aparentemente es muy pequeña o poca, lo más seguro es que si hicimos lo que nos corresponde, Dios hace lo demás, como los discípulos llevaron ante Jesús los cinco panes y los dos peces y Jesús dio de comer a multitudes.



domingo, 10 de junio de 2012

Corpus Christi

EVANGELIO


    Lectura del santo Evangelio según San Marcos.  (Mc 14,12-16.27-26.)

    El primer día de los ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: -¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
El envió a dos discípulos, diciéndoles: -Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa en que entre, decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?»
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: -Tomad, esto es mi cuerpo.
Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio-y todos bebieron.
Y les dijo: -Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.
Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

Palabra del Señor.                                                           

Jesús, pan que se parte y se reparte
Domingo del Corpus Christi. Ciclo B. Mc 14,12-16.27-26

         Como cada año, Jesús se dispone a celebrar la gran fiesta judía de la Pascua; y quiere hacerlo con los que más cerca tenía: sus seguidores y discípulos, aquellos que habían contemplado todos los signos preparatorios para lo que habría de venir: su sacrificio definitivo en la cruz.

        Ésta sería la última que celebraría con ellos hasta el encuentro definitivo y personal en el Reino de Dios que tanto había proclamado el Maestro. Su final estaba cerca y quería hacerles uno de los regalos más preciados que conservamos hasta nuestros días: la Eucaristía, la gran acción de gracias.

        Había realizado grandes signos y prodigios en medio del pueblo; sus palabras eran distintas al resto de los rabinos, puesto que hablaba con autoridad; multitud de personas le escuchaban con el corazón abierto; enfermos y paralíticos salían curados del encuentro con su persona... Esto no era más que el preludio de unos acontecimientos que se sucederían a partir de esta fiesta de Pascua.

        Sentados a la mesa, y probablemente hablando y recordando todo lo que había sucedido en aquellos años, Jesús toma un poco de pan y se lo ofrece a sus amigos; no era una fiesta cualquiera: de nuevo Jesús “pasaba” en medio de ellos, era la Pascua actualizada y revivida por aquellos discípulos. Jesús se quedaba para siempre en el pan y en el vino.

        Pan partido para comer y vino ofrecido para beber; aquella comida que compartieron con Jesús debería recordarse, actualizarse cada vez que se reunieran en su nombre; así sabrían también que el Reino de los cielos es ese banquete ansiado que preside el mismo Jesús.

        También nosotros nos sentamos a la mesa con Jesús y nos alimentamos de su propio cuerpo y sangre; la celebración del Corpus hoy es la de la Iglesia que se siente agradecida por tan hermoso don. La Iglesia vive de la Eucaristía y la Eucaristía construye la Iglesia, escribía Juan Pablo II; necesitamos revivir y ser conscientes de lo que verdaderamente significa este banquete en el que Jesús es sacerdote, víctima y altar; comida compartida que crea en nosotros vínculos de unidad y fraternidad; alimento eterno que nos fortalece y nos anticipa el Reino de Dios.

















Evangelio según San Marcos 14,12-16.22-26.
El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?".
El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo,
y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'.
El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario".
Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo".
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella.
Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos.
Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios".
Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.

















Evangelio: Mc 14, 12-16.22-26
El primer día de los Ácimos, cuando sacrificaban el cordero pascual, le dicen sus discípulos: —¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? Entonces envía dos de sus discípulos, y les dice: —Id a la ciudad y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Seguidle, y allí donde entre decidle al dueño de la casa: «El Maestro dice: "¿Dónde tengo la sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?"» Y él os mostrará una habitación en el piso de arriba, grande, ya lista y dispuesta. Preparádnosla allí. Y marcharon los discípulos, llegaron a la ciudad, lo encontraron todo como les había dicho, y prepararon la Pascua. Mientras cenaban, tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, se lo dio a ellos y dijo: —Tomad, esto es mi cuerpo.
Y tomando el cáliz, habiendo dado gracias, se lo dio y todos bebieron de él. Y les dijo: —Ésta es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba de nuevo en el Reino de Dios. Después de recitar el himno, salieron hacia el Monte de los Olivos.



domingo, 3 de junio de 2012

Solemnidad de la Santísima Trinidad

"Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo"

Zarza Ardiendo
Moisés supo de Dios en el monte Horeb, cuando la zarza ardía sin consumirse, pero quiso saber también para otros y preguntó a Dios por su nombre: Si me preguntan “¿Cuál es su nombre?, ¿qué les respondo?” Dios dijo a Moisés: “Yo soy el que soy... este es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación” (Ex 3,14). En este nombre los israelitas entendieron al Dios que hace camino con su pueblo y está presente en su historia, el Dios de sus padres que no olvida a los suyos.

Los que no sabían, supieron por Moisés; primero conocieron a su Dios y “El que es” les trajo la liberación de la esclavitud de Egipto. Pero con la liberación menguaron en el pueblo las ganas de saber y desaparecieron las preguntas... hasta olvidarse de “El que es”. Moisés vela por preservar el nombre de Dios y exhorta a preguntar para que reconozcan y mediten que el Señor es el único Dios. No sólo es una exigencia personal conocer a Dios, sino también que otros lo conozcan, para meditar que es el único Dios y para guardar sus mandamientos y preceptos y ser feliz (cf. Dt 4,39-40). Conocer a Dios es requisito para la felicidad. Pero Dios anduvo cauto y no reveló aquello que no pudiera ser digerido, so pena de provocar una indigestión en el humano. La revelación de Dios fue paulatina, hasta la llegada del Hijo, donde Dios se nos dio a conocer por completo.

Santísima Trinidad
No hay mejor mensajero de la familia que uno de sus miembros; el Hijo trajo la noticia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Nos enseñó lo que ya sabía Él desde lo eterno, y lo hizo para que conociéramos y que, conociendo, amáramos. El mandato de Jesús con que cierra Mateo su evangelio pide misión de bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo para hacer discípulos en su nombre. Ya no será discípulo de Cristo quien conozca a Dios solo a trozos o a medias, sino Trinidad. El mismo nombre trinitario queda grabado en el bautizado al recibir el sacramento y lo hace custodio de la enseñanza de Jesús y misionero del nombre de Dios. Pero no se puede conocer a Dios sin Dios: el Espíritu de Dios que nos ha hecho hijos de Dios es el que posibilita pronunciar su nombre “Padre”, y el nombre del Hijo y del Espíritu. Pronunciar el nombre de Dios es querer conocerlo e ir participando de la vida divina cuyo fundamento, el amor, es el objeto más precioso de nuestra vida cristiana: “Ver cómo se aman el Padre y el Hijo en el Espíritu”.

Yo estoy con vosotros todos los días
Los contemplativos, maestros de miradas hacia el interior de la Trinidad, velan porque se conozca su Nombre. Su vida de oración rebasa la petición por la transformación de este mundo y las intenciones de cada momento, aunque las abarca también; pero sobre todo son testimonio del amor del Padre al Hijo en el Espíritu para que aprendamos en sus miradas el amor Trinitario, origen de todo lo creado. El mundo de hoy no los entiende y aun reduce su ministerio a una intercesión de petición. Su vida es más como la de Moisés, que invita a que preguntemos por Dios, que sigue cuestionando cuando parece que las preguntas sobre Él se han agotado. Son memoria de la presencia del amor de la Trinidad en la Iglesia y el mundo, y por eso un don precioso que debemos estimar y cuidar.






















Evangelio según San Mateo 28,16-20.
Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.
Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".










DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD Pbro. Lic. José Luis Aguilera Cruz aguileracruz@yahoo.com.mx

"Enseñen a todas las naciones"

MENSAJE DEL DEUTERONOMIO.

Desde el principio Israel creía en un Dios que actuaba, por eso también no podía ponerlo en una imagen, la idea de Dios que presenta el antiguo libro del Deuteronomio es de un Dios cercano a su pueblo, el pasaje que leemos hoy como primera lectura el autor intenta convencer a los judíos de aquel tiempo y a nosotros de esa relación que debe existir entre Dios y nosotros, inicia con una serie de preguntas y con ellas Israel tendría que llegar a Dios pero le advierte que si cumple los mandatos del Señor vendrá la felicidad y vivirán muchos años en la tierra prometida. Pero no vivieron muchos años ahí y la razón es porque Israel no fue fiel al Señor. Dios hace tratos con el ser humano.

EL MENSAJE DE SAN PABLO.

Ese Dios cercano del antiguo testamento, en el mensaje de san Pablo está todavía más cerca, tan cerca que es íntimo a nosotros mismos, el Espíritu Santo que vive en nosotros y que está en nosotros (I Cor 3, 16), y desde dentro nuestro nos transforma en hijos de Dios, porque no hemos recibido el espíritu de esclavos, sino el espíritu de hijos de Dios, y éste mismo Espíritu nos pone entonces en una nueva relación con el Padre Dios y al ser hijos de Dios nos pone en una nueva relación con Jesús el Hijo, ya que con él somos coherederos, la misma herencia de Jesús nuestro salvador será nuestra al vivir en este mundo de relaciones con el Padre como hijos, con el Hijo como hermanos y con el Espíritu santo como templos.

EL TESTAMENTO DE JESÚS.

Antes de que Jesús dejara a sus discípulos con toda la tarea de la Iglesia le da indicaciones, órdenes y promesas, la indicación: Jesús resucitado tiene todo el poder, hoy Jesús sigue teniendo todo el poder; las órdenes: vayan, enseñen, bauticen en el nombre del Padre, del Hijo y del Santo Espíritu, y continúa ordenando, enseñar a cumplir TODO lo que Jesús ha mandado; y la promesa: que él estará con su iglesia todos los días hasta el fin del mundo. Claro que el centro en este día es la fe en la trinidad y ser bautizados en su nombre, pero todo esto es el testamento de Jesús a su Iglesia y por lo tanto cada elemento importa, siguiendo la idea de las lecturas, si obedecemos hoy a Jesús, estamos obedeciendo al Padre.

LA SANTÍSIMA TRINIDAD, HOY.

Tiene que estar claro para todos nosotros que Dios es Padre, y que debemos tener una relación de hijos con él, es también el Hijo de Dios y por lo tanto, nuestro salvador es nuestro hermano mayor y con la acción de Espíritu Santo en nuestro corazón, que desde dentro nos transforma en hijos del Padre, hermanitos de Cristo el Hijo de Dios, nos hace templos de él mismo, ya que viviendo dentro nuestro nos impulsa desde dentro a vivir esa relación con Dios. Dios nos pide: relación, contacto, es por eso que no podemos conformarnos con cosas externas como un regalo: flores o veladoras, tenemos además que estar en contacto con él y con cada una de las personas divinas, siguiendo sus mandatos.