jueves, 30 de diciembre de 2010

La cueva del diablo y la leyenda del hombre sin sombra (Salamanca)

Quienes, antiguamente, iban a estudiar a la universidad de Salamanca se topaban a menudo, como los estudiantes de ahora, con la dificultad y el desánimo. Aprender cualquier cosa no es sencillo, lleva mucho tiempo y esfuerzo y, por eso, muchos de estos bachilleres, que pronto se lanzaban a la juerga y distracciones que la ciudad les ofrecía, caían en una diabólica tentación: ser sabios en un día, licenciarse de golpe sin estudio. Y existía, según se contaba, una manera para conseguirlo: ir a una extraña escuela-diferente a todas- en donde el propio diablo enseñaba nigromancia. Pero para estudiar artes mágicas si no demasiada ciencia sí hacía falta gran valor.

A espaldas de la catedral, en la parroquia llamada de San Cebrián que otros decían de San Cipriano, había una secreta entrada a una especie de cueva. Era ésta en realidad un amplio subterráneo con varias criptas u oquedades. Tres jóvenes hidalgos vascos, audaces y decididos, que habían ido a estudiar teología en Salamanca –y entre los que estaba un tal Don Juan de Atarrabio, más valentón y arrojado que los otros-, oyeron hablar de la cueva demoníaca y les pareció bien averiguar si lo que de ella se contaba era verdad o superchería.

Con otros estudiantes –que los había de leyes y medicina en aquel grupo- se aprestaron a entrar una noche por el angosto arco que daba a las espaciosas estancias de aquella cueva, también llamada de Clemensín, siguiendo al sacristán de la iglesia que les servía de guía y era reconocido criado del mismo diablo. Según él les indicó, tenían que penetrar allí totalmente desnudos y resistir el pavor que les podrían causar los murciélagos, víboras, sapos y arañas que –a buen seguro- intentarían ponérseles encima. Una vez dentro, el sacristán les indicó que se colocaran en torno a un extraño personaje: tenía una broncínea cabeza de burro y estaba sentado sobre un magnífico sillón que presidía la sala. A este siniestro oráculo deberían decirle qué oficio querían aprender. Los vascos dijeron que pretendían ser sacerdotes y la cabeza, con una voz que parecía humana resonaba como golpes de ultratumba, contestó:
-Así sea. Pero uno de vosotros ha de quedarse conmigo, pues ése será sacerdote de mi iglesia.
Cuando el diablo hubo terminado sus lecciones, los estudiantes –haciéndose los distraídos respecto a lo que aquél les había hecho prometer- fueron saliendo en fila de a uno desde el fondo de la cueva, todos tras el sacristán que se daba más prisa que nadie. Pero el diablo, a la puerta de salida, les sujetaba por el brazo preguntándoles:
-¿Eres tú el que se quedará conmigo a aprender toda mi ciencia?
Y todos, muy asustados, le contestaban lo mismo:
-No, no soy yo: es el que viene detrás de mí.
El último en salir fue Atarrabio, que fiado en su fuerza y queriendo –como siempre- hacer ostentación de su valor, caminaba despacio y con todo el aplomo del que era capaz en aquellas terroríficas circunstancias.
El diablo le dijo:
-¿Eres tú el último?
Y él, al sentirse cogido por el diablo con una mano que le pareció garra –a causa de la fuerza con que se clavaba en su brazo-, contestó todo lo serenamente que pudo:
-No soy yo, señor, agarrad al que todavía queda por llegar.
Era el día de San Juan y el sol proyectaba sus rayos implacables contra la entrada de la satánica oquedad. Entonces el diablo, viendo una sombra que avanzaba hacia el arco de la puerta, la tomó por el último estudiante, y ¡zas! Le clavó su espada. La sombra de Atarrabio quedó allí, ensartada sobre una losa del zaguán de la cueva, mientras él escapaba a todo correr.

Al cabo de poco tiempo, Atarrabio recibió los hábitos de sacerdote y fue enviado como pastor de almas a la parroquia de Barcos, donde destacó por su sabiduría y buen hacer, pero –aunque nadie parecía darse cuenta de ello- seguía sin su sombra. Sólo cuando celebraba la santa misa y levantaba la hostia para la consagración la sombra volvía a su sitio.
Un día cuando se encontraba Atarrabio con la sagrada forma en alto, notó que la hostia que sostenía en sus manos cada vez le pesaba más sobre su cabeza; miró para arriba y vio que, en realidad, estaba alzando no la hostia sino la broncínea cabeza de burro que le había hablado en la cueva. Cabeza que volvió a interpelarle diciendo:
-Por mucho que reces a Dios, tu sombra ya es mía y tu alma mía será.
Atarrabio vivía desde entonces angustiado, sin saber si la vida ejemplar que llevaba podría salvarle del infierno donde ya debía de estar su sombra, y no pudiendo soportar más tal desasosiego decidió pedir al sacristán de la parroquia que le ayudara a recuperarla. Así que le dijo que, cuando estuviera elevando al Santísimo en la misa, llegara con un hacha y golpeara a su sombra. Si quedaba como muerto sobre ella, no debía asustarse. Al contrario, le arrancaría el corazón y lo colocaría sobre un palo clavado a la puerta de la iglesia. Entonces, si se lo llevaban unos cuervos sería que se había condenado, y si lo cogía una paloma tal señal demostraría que conseguiría salvarse.

Todo lo hizo de esta manera el buen sacristán, y pronto empezaron a volar unos negros cuervos, graznando como enloquecidos, sobre el corazón ensangrentado. Cuando empezaban a picotearlo, surgió una paloma blanca y veloz que se abalanzó sobre él llevándoselo por los aires.

Fue todo muy rápido. Pero el sacristán todavía alcanzó a ver cómo paloma y corazón se remontaban hacia el cielo.

La creencia popular en que quienes hacían un pacto con el diablo perdían su sombra aparece ya en Gonzalo de Berceo (Milagros XXIV, v. 743), cuando se dice de Teófilo que había pactado con el demonio y que, por ello «siempre fo desombrado». Este motivo folklórico dio lugar –también- a varias leyendas dentro de la tradición vasco-navarra y vasco-francesa, en las que el protagonista es –a veces- un tal don Juan de Atarrabio que llegó a ser sacerdote. En alguna de ellas se relaciona al personaje –y a su satánico aprendizaje- con la Cueva de Salamanca, paraje real sobre el que circularon muchas historias desde antiguo (García de Diego 1958: 142).

El viajero alemán Münzer la visitó en 1494 y, tras compararla con la cueva de la Sibila de Cumas, da por cierto que «allí se pronunciaron oráculos», pero también afirma que «no hay nadie que sepa o crea haber oído que allí se practicara la magia»(1991: 217-219). No había inundado aún Europa la ola de histerismo que haría ver brujerías y artes diabólicas por todas partes, de modo que Münzer sólo encontró en la cripta un lugar semejante a aquellos otros que romanos y griegos dedicaban a practicas la adivinación. Pero, un siglo después, ya un catedrático de la universidad de Alcalá, Diego Pérez de Mesa, recogerá una tradición arraigada en el vulgo sobre la misma cueva, que incorpora a su leyenda al Marqués de Villena (Villar y Macías 1974: 72). En torno a la peripecia de este famoso nigromante en el antro donde el demonio enseñaba sus nada recomendables conocimientos van a girar los tratamientos literarios que, después, se harán del tema por parte de autores más y menos relevantes. No cabe citar aquí la larga lista de escritores –como Ruiz de Alarcón, Cervantes, Rojas Zorrilla, Botelho de Moraes o más tardíamente Walter Scout- que recrean o mencionan el asunto; ni la nómina no menos nutrida de tratadistas, desde Mesa y Torreblanca a Feijoo y, después, Villar y Macías ya en el siglo XIX. Casi todos inciden en la misma serie de motivos: la pérdida de la sombra por el marqués, los siete estudiantes –o más- que entraban a estudiar con el diablo en la cueva, la cabeza parlante que presidía la cripta…

El caso es que la fama de la cueva corrió tanto que, en varios países de América, como Argentina, Perú o Chile todavía se conoce con el nombre de «salamancas» a aquellas cuevas en que se aprenden saberes secretos. Curiosamente, la leyenda en cuestión no ha sido muy recogida por los antólogos del género, a pesar de su vitalidad escrita y oral. García de Diego ofrece una versión –entre los ejemplos navarros- con la historia de Atarrabio, en donde el tema de la cueva no se menciona (García de Diego 1958: 369-370).

Hubo una cueva, de la que aún se habla, y que Martín Del Río, experto perseguidor de magias demoníacas dice haber visto, si bien ya parcialmente tapiada -«a cal y canto»- por orden de Isabel la Católica (Del Río 1991: 109). Sobre el rumor inicial de que allí se enseñaban saberes que –con el tiempo- se tornarían sospechosos, fuéronse tejiendo novelescos relatos, como el que atañe al marqués de Villena, y adhiriendo otros que procedían de viajas leyendas, así la de «El hombre sin sombra».
Los supuestos magos que asistían a la cueva, probablemente eran –como ya he escrito en otro lugar- «no pícaros sacristanes ni traviesos Villenas, sino individuos que sabían de oráculos sibilinos» y buscaban enraizarse en una corriente de conocimientos que venía del mundo antiguo y que –con frecuencia- se convertía en perseguida por herética (Díaz Viana 2002: 59).










martes, 28 de diciembre de 2010

Día de los Santos Inocentes

El Día de los Santos Inocentes es la conmemoración de un episodio histórico o hagiográfico del cristianismo: la matanza de todos los niños menores de dos años nacidos en Belén (Judea), ordenada por el rey Herodes con el fin de deshacerse del recién nacido Jesús de Nazaret.

La iglesia católica recuerda este acontecimiento el 28 de diciembre, aunque de acuerdo con los Evangelios, la matanza debería haber sucedido después de la visita de los Reyes Magos al rey Herodes (uno o dos días antes del 6 de enero), aunque también la fecha de la adoración de los Reyes Magos a Jesús no tiene una fecha dada exactamente en las escrituras, que sin embargo citan dicha visita.

Conmemoración, bromas e inocentadas

En Hispanoamérica y en partes de España, este día se festeja el 28 de diciembre. Es costumbre realizar bromas de toda índole. Los medios de comunicación hacen bromas o tergiversan su contenido de tal modo que la información parezca real. Se trata de una libertad que se dan los agentes mediáticos para dar rienda suelta a su sentido del humor, oportunidad que solamente tienen una vez al año. Es tradición que los periódicos publiquen páginas enteras de noticias cómicas, con la advertencia de que es día de los inocentes, que van desde las que son una obvia mofa a cualquier suceso reciente, hasta las que parecen serias y engañan al lector desprevenido.

En algunas zonas de América es importante no prestar ningún bien, sea objeto o dinero, pues el prestatario es libre de apropiarse de los bienes. Este tipo de festejo ha venido a menos en años recientes y ya no es usual que la gente pida prestado con la esperanza de que el prestador no recuerde la fecha y se le pueda hacer mofa con la muy popular frase: «Inocente palomita que te dejaste engañar» o su versión ampliada: «Inocente palomita que te dejaste engañar, sabiendo que en este día nada se puede prestar».

Influencia pagana

En sus inicios esta celebración tuvo un carácter estrictamente religioso. Sin embargo, con el pasar del tiempo, otros elementos de carácter pagano fueron incorporados a ella. Se conoce por ejemplo, que en la Edad Media se celebraban con mucho bullicio y desorden en algunos lugares de Europa, la “Fiesta de los Locos” y la “Fiesta del Asno”. En la primera, se pretendía hacer una sátira mordaz del clero y para ello se elegía un obispo y en algunos casos, un papa de los locos. Estos personajes precedían todo un “carnaval” en el que la gente se enmascaraba o disfrazaba del modo más extravagante y ridículo, adoptando en muchos casos actitudes obscenas. Con frecuencia se observaban también personajes paganos como Baco (dios del vino), que desnudo, dirigía un carro tirado por un centauro macho y un centauro hembra también sin ropas.

En la “Fiesta del Asno” se realizaba también una ceremonia de carácter escandaloso en la que sus participantes, ingresaban al templo con gran jolgorio para ejecutar todo tipo de sátiras con el fin de poner en ridículo a los clérigos. La figura central era un asno revestido con hábitos sacerdotales al que dirigían hasta el coro para cantarle lo que se conocía como la “prosa del asno”.

Tanto la Fiesta del Asno como la Fiesta de los Locos, se celebraban entre los últimos días de diciembre y los primeros días de enero. Con el pasar del tiempo, llegaron a prohibirse por las autoridades eclesiásticas por los excesos que en ellas se cometían. Pese a ello, muchas de las costumbres presentes en estas fechas permanecieron y se las relacionaron con la fiesta de los “Santos Inocentes”

Bromas, sátiras y mascaradas

En nuestro medio, la tradición de celebrar la fiesta de los “Santos Inocentes” con sátiras y bromas, persiste desde tiempos de la colonia. La palabra “inocente” en este contexto, se refiere a alguien no tanto libre de culpa, sino más bien a alguien cándido y fácil de engañar. De allí que el sentido religioso de la fiesta se haya desvirtuado y que en esta fecha, se busque más bien poner en evidencia la inocencia de la gente a través de bromas y tomaduras de pelo, las mismas que se empiezan a realizar el 28 de diciembre y culminan el 6 de enero.

En Ecuador esta es una fiesta que a nivel nacional, se la celebra mas o menos en la misma forma en las principales ciudades: con mascaradas y sátiras.

En Cuenca, la fiesta de los Santos Inocentes presenta un particular interés por el entusiasmo con el que sus habitantes la celebran. El 6 de enero de todos los años, mucha gente de esta ciudad sale a las calles con todo tipo de disfraces. En la tarde de ese mismo día, se organizan comparsas (grupos de teatro popular) en un desfile de grandes proporciones en el que se satiriza los hechos y personajes más sobresalientes del año anterior. Existen clubes que se encargan año a año de la organización de estas comparsas para premiar al grupo más original y creativo.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Contra el estrés

Si la tensión que sientes
es excesiva o se prolonga
demasiado, puede que no consigas
remediar la situación por ti
mismo. No hay nada de malo,
sino todo lo contrario,
en buscar ayuda física,
espiritual y emocional
para poder superar
un período difícil.






viernes, 24 de diciembre de 2010

La Noche Buena

(Lc 2,1-14.) Resuena en nuestras comunidades el alegre canto de los ángeles: ¡Gloria a Dios en el cielo! Desde que hace ya más de 2000 años un niño nació en Belén, la historia de la humanidad dio un giro de 180 grados; Dios ha querido hacerse uno de nosotros.

"La palabra se hizo carne y acampó entre nosotros." Así se anuncia en el grandioso prólogo del evangelio de san Juan el gran misterio que celebramos hoy en la fiesta de Navidad: Jesucristo, la palabra de Dios que se hizo carne para estar con nosotros, es el único que puede invitarnos con fuerza a entrar en una vida nueva, que Él mismo nos prometió.

Y hoy, de una manera sencilla y pobre, tal y como estamos acostumbrados cuando hablamos de Dios, nace en Belén ese Mesías esperado desde la creación del mundo: Una vez más recordamos ese misterio que para nosotros se ha convertido en salvación: el nacimiento del Hijo de Dios, la Palabra Hecha Carne.

Cómo no amar y seguir a Dios hecho hombre…si creemos lo que no vemos…cuánto más amar y decidir nuestra vida por el que ha vivido entre nosotros; la Palabra se ha hecho carne; el Verbo eterno de Dios, el que vivía antes de la creación del mundo…se ha bajado y se ha hecho uno de nosotros…para hacer de nosotros hijos de Dios

Hemos de sorprendernos cada día con este hecho tan admirable…con la encarnación verdadera de Dios:

Dios se ha hecho uno de nosotros, Dios nos mira con ojos de niño, con la mirada tierna y dulce de un bebé recogido en los brazos de una Madre que nos lo ofrece con todo su amor. Como nos dice san León Magno en su homilía de Navidad, "alegrémonos, hoy ha nacido nuestro Salvador. No puede haber lugar para la tristeza cuando acaba de nacer la vida”. Esta invitación a vivir la alegría es una llamada para todos: al intelectual y al trabajador manual, a los artistas, educadores, hombres de ciencia, personas con responsabilidades públicas y simples ciudadanos, a los que sufren por la enfermedad, la soledad o las carencias de amor o de bienes indispensables para la vida, a los presos y a las personas que viven separadas de sus seres queridos.

Alegrémonos; hoy la salvación ha venido por Jesucristo al mundo y algo ha cambiado definitivamente desde entonces; y algo puede y debe cambiar en nuestra vida desde el calor de nuestra mirada, al compromiso de nuestra palabra que nos deja siempre ante la posibilidad de ser mejores.

Navidad: Tiempo de gracia, tiempo para acoger al Hijo de Dios hecho carne, tiempo para recibir a ese niño en nuestro regazo dándole nuestra propia vida. Aprendamos del Hijo de Dios que ha querido visitar a su pueblo para salvarnos.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Sentido trascendente del mito

Peregrinos bajo la niebla






Una vez esbozado el escenario histórico, intentaremos aproximarnos al significado primero, al trasfondo antropológico que fundamenta lo que las instituciones religiosas se encargaron de asumir y encasillar en los patrones del dogma ortodoxo. La peregrinación en sentido amplio es un hecho universal y definidor de todo culto, algo que, por conocido, tiende a olvidarse con frecuencia. Desde la prehistoria se constata la existencia de santuarios rocosos a donde se acudiría en busca de ritos propiciatorios (mágico-simpáticos), o, simplemente, de un contacto con la perennidad expresado en el arte parietal. Cavernas y abrigos, a veces de difícil acceso, llevan al hombre prehistórico de nuevo al seno materno, al útero primigenio, de donde se sale renovado, regenerado del gastarse cotidiano, o donde se gestan, en la penumbra, las luces cosmogónicas del bien y del mal, ocurridas in illo tempore y reactualizadas en cada ritual simbólico y mítico. El desplazamiento religioso a otros centros se verifica también en la protohistoria para lugares tan espectaculares como los cromlech o henges (Stonehenge en Inglaterra, es el más conocido y uno de los lugares sagrados más longevos de la humanidad), los alineamientos (como el de Carnal) o los sencillos menhires, todos ellos fruto del esfuerzo y las creencias de un grupo social durante siglos.

La genealogía del rito del desplazamiento hacia lugares donde se ha producido la manifestación divina, ya sea por una promesa, por la obligación o por simple esperanza de adquirir la liberación, tiene también correlato en Grecia. ¿Qué son los «juegos» de Olimpia, ¨Delfos, Corinto, Epidauro… sino una congregación ritual en un lugar sacro? Desplazamientos y concentraciones se documentan en el Lacio (Paestum, Calvi, Palestrina…), entre los iberos (los cerros con exvotos), los propios hebreos (templo de Jerusalén), los pueblos precolombinos y un interminable etcétera que únicamente refrenda la universalidad de este fenómeno.

Para todos ellos, y en particular para las peregrinaciones actuales extraeuropeas, la serie de preparativos y ritos a seguir durante la aproximación al lugar sagrado (un río –Ganges-, una montaña –Tibet-, etc) tienen rigurosa observancia, aunque nos interesa más este sentido último de contacto directo o vía despejada hacia el absoluto. Quizá uno de los casos más reveladores es el del Islam, que incluye entre sus preceptos básicos la peregrinación, al menos una vez en la vida, a La Meca (y a Medina, la casa del profeta). Lugar venerado por las tribus bereberes antes del nacimiento de Mahoma, la piedra negra o Ka’aba se concibe como el centro-pilar del mundo y el acercamiento a ésta supone la purificación y perfección del alma, que se expresa en gestos tanto internos (abstinencias, ascetismo, enmudecimiento, oración, etc.) como externos (abluciones, vestido talar de una sola pieza, no cortarse uñas ni pelo, ir descubierto, descalzo, etc.).

En todo caso, se trata de una práctica extensiva a todo grupo social y a todo individuo –como tal podríamos definir los modernos viajes para asistir a un espectáculo de los nuevos mitos sancionados por la televisión-, definitorio, por tanto, de la actitud propia del «homo religiosus».

Espacio sagrado y simbolismo del Centro. Las sociedades arcaicas o tradicionales conciben su mundo como un macrocosmos donde, por un lado, está el espacio organizado y habitado: el cosmos, su lugar, el mundo; y, por el otro, la región desconocida, la región de los demonios, el caos, la oscuridad y la muerte. El hombre está seguro, protegido por los dioses, mientras no salga de su espacio (no se trata de una salida tan sólo física) o el reino de las tinieblas no invada su mundo creando el desorden y la destrucción.

La experiencia de lo sagrado rompe la homogeneidad de ese espacio. Para nosotros, el espacio es geometría y exactitud descriptiva y positiva, somos capaces de conocer un espacio que no hemos visitado o no hemos medido con nuestros pasos, dominamos más allá de lo cotidiano, un lugar que habitamos, pero que no «vivimos», pero el hombre arcaico (preindustrial, precientífico…. como queramos llamarlo) concibe su espacio articulado en torno a un «centro», un lugar por excelencia donde se manifiesta lo sagrado en su forma total, bien por hierofantas elementales o por la forma más elevada de apariciones directas de los dioses. Este «centro» no es geométrico; las civilizaciones orientales tienen un número ilimitado de ellos, pero sin jerarquías.

Todos ellos son el «centro del mundo», pues son «espacios sagrados» otorgados por la divinidad, constituyendo una geografía sagrada y mítica, escasamente acorde con la geografía profana u «objetiva». Aquélla es la real, ésta es la abstracta. Si el espacio religioso es sagrado, el centro lo es por antonomasia, y acudir allí es «tocar» lo sagrado. Por ello su acceso tiene un valor iniciático que supone el tránsito de lo profano a lo sagrado, de lo efímero a lo duradero, de lo ilusorio a lo real. Se conquista así una nueva existencia.






En la protohistoria también se registraban desplazamientos religiosos a otros lugares tan espectaculares como este de Stonehenge, en Inglaterra

Dolmen de Axeitos, en Galicia






En las culturas que conocen las tres religiones cósmicas (cielo, tierra, infierno), el «Centro» es la intersección entre ella, lugar de fácil comunicación con el Cielo que en numerosas religiones recuerda a la antigua relación de proximidad entre dioses y hombres perdida por una falta grave que supuso un duro castigo y la necesidad de recurrir a intermediarios (sacerdote, chamán, etc.) para comunicarse con aquellos.

Varias tradiciones afirman esta encrucijada de lugares, auténtica «escala de Jacob» que es el «centro»: entre los romanos, el mundus es la unión entre las regiones infernales y el mundo terrestre. El templo itálico es la unión de tres niveles; Babilonia era Bab-ilam o «puerta de los dioses»; entre los hebreos, la roca y el templo de Jerusalén se asentaba y penetraba profundamente en las aguas subterráneas (tehom) toda ciudad oriental se asienta en el «centro del mundo», todo templo o palacio reconstruye una imagen arcaica: la Montaña cósmica, el Árbol del Mundo, el Pilar central que sostiene el orden estratificado del cosmos.

La construcción de un centro supone la recreación del mito cosmogónico sucedido en la época mítica, in illo tempore, aunque si este centro puede ser la propia casa (casa mogol, etcétera), la dificultad para acceder a él parece contradecirse, pues si peregrinar a los Santos Lugares es difícil, cualquier visita a una iglesia es una peregrinación, y si el itinerario del Centro está lleno de obstáculos, cada ciudad, templo o palacio se hallan en el Centro. Así se confirma la necesidad del hombre de vivir en el Centro, que agrupa dos tradiciones: las que sitúan su acceso fácil, pues nos hallaremos en él siempre, sin esfuerzo, y las que sitúan su logro con dificultades de tipo penitencial.






Peregrinos descansando en un campo de cereales ya segado







En este segundo caso se encuentra el Centro de peregrinación de Santiago. A pesar de que el simbolismo cristiano no remite al creyente a mitos y arquetipos, sino a la intervención histórica de la divinidad, éstos han sido recogidos por la tradición cultural de los pueblos donde se asentó, y fueron incorporados desde los primeros tiempos. Compostela constituye, con Jerusalén (centro primero) y Roma (tumba de san Pedro, cátedra del dogma) el trípode mediterráneo los «Centros» cristianos. Lugar cercano a las estrellas ( Campus stellae es una etimología propuesta algo a la ligera), a donde éstos se dirigen (pues la Vía Láctea señalaría ese camino al Oeste), este centro posee un sentido funerario que sacraliza su localización como tierra santa; esto es, que en-tierra a un personaje sagrado, y, también, como lugar de hierofanta o manifestación sagrada, como vimos en la leyenda de su retorno. A través de las reliquias que pautan el Camino, y en particular de ésta, su cuerpo, que es final y meta de las mismas, el creyente consigue acceso expedito a lo sagrado, logra participar del contacto con la divinidad que disfrutaba el difunto.

El culto a los santos encontró cierta oposición en los primeros siglos del cristianismo, pues recogía ritos funerarios paganos (banquetes de aniversario, etc.), pero pronto fue cristianizado (hacia el siglo II), adquiriendo una nueva dimensión cuando la sacralizad del ejemplo biográfico de los santos mártires pasó a depositarse en sus propios restos: era el nacimiento de las reliquias. Estas sirvieron muy bien para familiarizar al pueblo con el sentimiento paradójico de los misterios de la transubstanciación eucarística o de la Trinidad, los sacramentos, constituyéndose en un «paralelo fácil», accesible a los laicos, que además se acompañaba de la creación de centros religiosos (basílicas y martyriae sobre todo desde el siglo IV). En las reliquias había parte de Cristo, pues aquéllos habían llevado su vida según la imitatio Christi, y además toda inventio tenía consigo el anuncio de una amnistía divina. Los restos del Apóstol eran aún más cercanos físicamente a Cristo, y su historia proponía un exemplum de viaje como misión evangélica que el peregrino debía considerar cuando se aproximaba al lugar escogido cómo «Centro» del culto a los difuntos, naturalmente situado en el Occidente.






Urna del Apóstol en la Catedral de Santiago






A diferencia de la separación definitiva de los héroes clásicos respecto a los dioses en el momento de su muerte, los santos prolongaban esta unión y se convertían así en un puente, en una ruta hacia el Paraíso (acompañado de un difícil ascetismo físico durante el camino), sacralizando un lugar donde la divinidad se mostraba cercana, donde se abría la posibilidad de una ascensión mística, condición indispensable para la elaboración de un Centro.

«Centro de centros», etapa final de un rosario de reliquias, éste se sitúa, además, en el finis terrae, lugar peligroso donde el Espíritu del Mal habita y el caos está cercano; es la otra puerta, la del nivel inferior, que se ha cerrado gracias a la intervención histórica de Cristo, de su Apóstol. Pues en esto se diferencia el cristianismo del resto de las religiones, en que se renuncia a la reversibilidad del tiempo cíclico a favor de una irrepetibilidad de las hierofantas: Cristo vivió una sola vez, murió y resucitó en tiempo y lugar concretos, no en tiempo mítico. El tiempo se ontologiza, el instante se hace pleno y el suceso histórico sacraliza la victoria del bien que ha tenido lugar, pero debe ser convalidada por el comportamiento del creyente, cuya esperanza es la segunda venida de Cristo, destructora de la historia.






Faro de Finisterre, repleto de simbolismo






Tiempo sagrado y simbolismo del viaje. El tiempo tampoco es homogéneo en el mito, sino que se hace susceptible de volver sobre sí mismo mediante la fiesta. El illud tempus se inserta en el tiempo histórico y provoca varias rupturas periódicas, pues es superior y lo domina y pauta. En esencia, se trata de regenerar el desgastado Cosmos, de ahí que esta ruptura suela tener lugar en primavera (en relación con la cosecha) o Año Nuevo.

Los actos de celebración suponen una regresión al período mítico, con la consiguiente entrada en crisis del orden y el desvanecimiento de las barreras entre muertos y vivos, entre dioses y hombres. La forma, por el hecho de existir, se debilita, y para recuperar su vigor debe ser reabsorbida en lo amorfo, regenerada en la unidad primordial de donde salió, volver al caos (plano cósmico), a la orgía (plano social), a las tinieblas (simientes), al agua (bautismo cristiano, Atlántida histórica, etcétera). De ahí que muchas fiestas tengan implícito el carácter de muerte o desaparición del mundo (ekpirosis), que asume un plano de normalidad y carácter transitorio. En la fiesta el hombre es el depositario de la cosmografía, y como tal debe imitar los actos primordiales que originaron el orden.






Vidriera que representa a unos peregrinos ante el Apóstol. Catedral de León






El peregrino, por su parte, sale del tiempo histórico y penetra en lo sagrado, en la eternidad, pues, además de que abandona toda forma habitual de «contar» el tiempo y debe remitirse siempre a la naturaleza que le rodea y, más allá, al cometido que posee, ese tiempo es sacralizado porque permite hallar la pureza original: el perdón de los pecados y la renovación interior le otorgan un auténtico renacimiento espiritual. El peregrino es alguien implicado en un rito de paso de tipo liminar, pues éste se disgrega del tiempo y lugar paganos para ejercer una devotio temporal que se expresa a base de signos (amuleto, rosarios, conchas…) con tabúes de comportamiento (ascetismo de diverso tipo…). Antes de emprender el camino hay que purificarse: es la penitencia, un decoro del alma comparable al decoro corporal cuando se visita al señor territorial. Así, varios ritos segregan al peregrino de su comunidad (aun manteniendo lazos e incluso pudiendo aquél representar a ésta) y le preparan para una prueba en la que deberá superar su muerte ritual (separación de la comunidad) con la resurrección espiritual (purificación total y regreso). Las propias dificultades del camino son prácticas ascéticas, «la moneda del peregrino son sus pasos», como afirman Barret y Gurgand, pero muchas veces hay penitencia añadida: a pie y descalzo, de rodillas, cargando cruces y cadenas, disciplinándose, ayuno, silencio, petición de limosna, vigilia, hábito peculiar…

La ejecución material se transforma en una purificación por la vía de la ascesis y las pruebas que supone un «lavado del alma» paralelo al que debe realizarse al llegar a Santiago en Lavacolla. El premio es, por tanto, interior; pero también se logran las indulgencias, y más si acude en año jubilar. El jubileo compostelano (año santo) se celebra cuando la sacralizad del día del santo (25 de julio) se une a la sacralizad del domingo y fue concedido a partir de 1434. El año jubilar es una práctica antiquísima (primeras civilizaciones agrarias) que en los hebreos se celebraba cada 50 años, liberando a esclavos y perdonando a deudores. Su sentido recoge el carácter regenerativo aun el caso cristiano y el ritual que se acompaña en la catedral compostelana se aviene con lo que sabemos de esta tradición: apertura de una puerta (la Puerta Santa), un umbral que actúa de límite entre el mundo sagrado y el profano, rito de traspasarlo que equivale a agregarse a un nuevo mundo, al igual que reentraban a la Urbs los generales romanos victoriosos tras pasar por el arco triunfal.






Tres peregrinos caminan a lo largo de la senda jacobea






El valor simbólico de este tiempo marginal se ha usado en todas las filosofías. Para Platón, Plutarco o Marco Aurelio, la vida moral se explica con la metáfora de una peregrinatio cuyo recorrido debe precisarse y establecer las normas, las vías y las metas a seguir. Para Plotino, como los Padres de la Iglesia (que tanto le deben), la vida se orienta en un ascenso o vuelta a Dios, la perpetua peregrinatio era un perpetuo exilio, fuera de la ciudad (de la Jerusalén celeste), o sea que el cristiano es un peregrino por definición, pues se halla en la vida terrena, en el exilio de su verdadera patria: el Paraíso. Lo que afirma San Pablo: «Nosotros somos ciudadanos del cielo», o Cayetano de Thiene (1480-1547): «No somos sino peregrinos de viaje; nuestra patria es el cielo». Y el mismo Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida».






Imagen de la Cruz de Ferro






El término de la peregrinación es una ceremonia de agregación al grupo social por medio de una fiesta que compensa las penas y las celebra como la vuelta al mundo profano, el renacimiento del neófito, ahora iniciado. La consecución de una nueva vida, de un lugar en el centro del universo.






Una peregrina descansa

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Proyección 3D











Si pinchas la imagen puedes ver una bonita representación en 3D sensacional.

martes, 14 de diciembre de 2010

San Juan de la Cruz

















































Noche Oscura, uno de los mejores poemas de San Juan de la Cruz, espero que os guste, tocada por el Grupo Jesed.






















Es un pequeño resumen de cómo vivió el Carmelo, de por qué es carmelita, y por qué es nuestro Padre y Maestro.

sábado, 11 de diciembre de 2010

viernes, 10 de diciembre de 2010

¿Qué significa virtual?

Un día que tenía mucha hambre entré apresuradamente a un restaurante. Escogí una mesa bien alejada del bullicio, porque quería aprovechar los pocos minutos que tenía ese día y utilizarlos para comer y concretar algunas ideas de programación, de un sistema que estaba desarrollando. Además, tenía ganas de planificar mis vacaciones, que desde hace mucho tiempo no sé lo que son.

Pedí una ensalada y un filete de salmón con alcaparras en manteca, para calmar el hambre voraz que tenía en ese momento.

Abrí mi ordenador portátil y mientras arrancaba el sistema operativo, me llevé un susto con aquella voz bajita detrás de mí:

- Señor, ¿me da algo de dinero?

- No tengo, pequeño.

- Por favor, sólo una moneda para comprar pan.

- Está bien, yo te compro uno.

Para variar, mi cuenta de correo estaba llena de e-mails. Me entretuve leyendo poesías, bonitos mensajes, riendo de esas divertidas bromas, etc. Ahhh! Esa música me trasladaba a México D.F., recordando un hermoso tiempo pasado.

- Señor, pida que le pongan al pan manteca y queso también!

En ese momento, me dí cuenta que el pequeño estaba a mi lado.

- Bien, pero después me dejas trabajar, que estoy muy ocupado, ¿de acuerdo?

Llegó mi comida y con ella la realidad. Hago el pedido del pequeño, y el camarero me pregunta si quiero que el niño sea retirado. Mi cargo de conciencia me impide tomar una decisión, y digo:

- No, no pasa nada. Deje que se quede. Traiga el pan y un plato de ternera con patatas fritas para él.

Entonces el niño se sentó frente a mí y preguntó:

- Señor, ¿que está haciendo?

- Estoy leyendo e-mails.

- Y ¿que son e-mails?

- Son mensajes electrónicos enviados por personas vía Internet.

Sabía que él no iba a entender nada y para evitar preguntas adicionales le dije:

- Es como si fuese una carta, pero que se envía por Internet en formato electrónico en vez de echarla al buzón del correo postal.

- Señor, ¿usted tiene Internet?

- Sí que tengo, es esencial en el mundo actual.

- Y ¿qué es Internet, señor?

- Es un lugar en la computadora donde podemos ver y oír muchas cosas, como por ejemplo noticias, música, conocer a otras personas, leer, escribir, trabajar, aprender. Tiene de todo, pero en un mundo virtual.

- Y ¿qué es lo virtual, señor?

Decido dar una explicación simplificada, con la certeza de que él poco va a entender, y me va a permitir comer mi almuerzo con tranquilidad.

- Virtual es un lugar que imaginamos, algo que no podemos tocar, alcanzar. Un lugar en el que creamos un montón de cosas que nos gustaría hacer. Creamos nuestras fantasías, transformamos el mundo en casi como quisiéremos que fuese.

- ¡Qué bueno! ¡Me gusta!

- Pequeño, ¿entonces has entendido lo que es virtual?

- Sí señor, yo también vivo en este mundo virtual.

- ¿Y tú tienes ordenador?

- No, ¡pero mi mundo también es de ese estilo, virtual! Mi madre pasa todo el día fuera, llega muy tarde y casi que no la veo. Yo me paso horas cuidando a mi hermano pequeño que vive llorando de hambre, y muchas veces le doy agua para que él piense que es sopa. Mi hermana mayor sale todo el día, dice que va a vender su cuerpo, más yo no entiendo, pues ella vuelve siempre con su cuerpo. Mi padre está en la cárcel desde hace mucho tiempo. Y yo siempre imagino a toda la familia junta en casa, mucha comida, muchos juguetes en Navidad, y yo yendo a la escuela para ser un gran médico algún día. ¿Esto no es virtual, señor?

Cerré mi ordenador portátil, no antes de que mis lágrimas cayeran sobre el teclado.

Esperé a que el niño terminase literalmente de "devorar" su plato, pagué la cuenta y le dí el cambio al pequeño, quien me lo retribuyó con una de las más bellas y sinceras sonrisas que jamás había recibido en mi vida. Y además con un "Gracias señor, usted es un maestro!".

Ahí, en ese instante, tuve la mayor prueba del virtualismo insensato en que vivimos todos los días, en cuanto a la cruel realidad rodeada de verdad, que hacemos como si no la percibiéramos!

martes, 7 de diciembre de 2010

Chema Madoz














Si pinchas la imagen puedes entrar en la página web del fotógrafo Chema Madoz ver sus obras maestras sobre papel y recrear la mirada con más de 300 fotografías realizadas desde los años 90 que componen el primer libro de la colección que La Fábrica editorial dedica a grandes artistas contemporáneos hasta la actualidad.

























Más de 300 fotografías realizadas desde los años 90 por el fotógrafo componen el primer libro de la colección que La Fábrica editorial dedica a grandes artistas contemporáneos.


























Fotografo prestigiado edita su libro con sus obras maestras.
























Fotografias de Chema Madoz con la banda sonora de la pelicula Saw.























Chema Madoz es uno de los exponentes más representativos, en España, de la llamada poesía visual. Sus fotografías suponen un camino hacia la reflexión basada en figuras literarias, tales como la metáfora, la hipérbole o la ironía, figuras que traspasa al mundo de la imagen. Premio Nacional de Fotografía en el año 2000, el fotógrafo madrileño ha alcanzado un gran prestigio nacional e internacional avalado por numerosas exposiciones y varias publicaciones sobre su obra. Chema Madoz ha impartido un taller de fotografía en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de Málaga, auspiciado por la Fundación Gacma.



























En Chema Madoz, la imaginación al poder puede verse un vídeo con algunas de las fotografías incluidas en la última edición del libro «Chema Madoz. Ocurrencias y regalos (para la vista)» que La Fabrica ha dedicado "al fotógrafo de la paradoja".

lunes, 6 de diciembre de 2010

Homenaje a la Constitución Española, 2010













Homenaje a la Constitución Española en su 32 aniversario.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Tres años en dulce compañía

Este blog es blanca paloma
que refulge con luz sentida.
Sus voces sueñan aromas,
mecen tres años de vida.






miércoles, 1 de diciembre de 2010

Bajo la luz de su verdad

La conversión de San Pablo, el Apóstol de las gentes, es uno de los motivos más utilizados en la iconografía religiosa. Miguel Ángel no fue ajeno a este tema y creo para el palacio pontificio del Vaticano un soberbio fresco que refleja la intensidad de esta escena. Saulo, doblado en el suelo tras caer del caballo, escucha la voz de Dios –rodeado de la corte divina-, reflejada en el rayo luminoso que atraviesa el fresco cayendo sobre las gentes de su séquito. Es una pintura llena de simbolismo. La mano de Dios señala a Pablo, cegado por la luz divina mientras el resto de los personajes, perplejos y confundidos, dirigen su mirada hacia el cielo. A nosotros este fresco nos permite profundizar en la conversión del corazón. La conversión es un volver a Dios, sabiendo valorar las realidades terrenales bajo la luz de su verdad. Los hombres estamos tan preocupados por las circunstancias de lo cotidiano que no tenemos tiempo de detenernos a meditar cómo estamos viviendo nuestra vida y cuáles son las consecuencias de nuestros actos. El itinerario de la conversión interior nos conduce a la plena reconciliación con Dios y a vivir en plenitud la vida nueva en Cristo: una vida de fe, de esperanza y de caridad. La fidelidad a Cristo exige que lo tratemos en la intimidad de nuestra oración –como maestro y como amigo-. Él es el que jamás abandona. En nuestra conversación íntima con Él surgen siempre las respuestas cristianas –la luz divina- a nuestros más complejos interrogantes. Sólo desde una íntima unión con Jesús es posible la verdadera conversión del corazón. Porque Cristo es aquel que siempre nos precede y nos acompaña.
















ORACIÓN:

Señor, que me niegue a mi mismo para seguirte, que sepa cargar con la cruz de cada día para seguirte. Señor, protege mi camino para seguirte. ¡Aquí estoy, cuenta conmigo!.

martes, 30 de noviembre de 2010

La colección fotográfica de Juan Antonio Cortés (1851-1944). La memoria entre las hojas

La Colección Fotográfica de Juan Antonio Cortés (1q851-1944) La memoria entre las hojas




Juan Antonio Cortés (1851-1944), burgalés nacido en Bayona, estuvo familiarizado desde su infancia con la fotografía.

La fascinación que despertó en él la veracidad de las imágenes trazadas por la luz, le llevó al manejo de los modernos "aparatos de retratar".

Nos muestra, por tanto, un CORTÉS ÍNTIMO cuya mirada acaricia el tiempo compartido con sus seres queridos en el hogar, en los paseos, las vacaciones...

Igualmente nos acerca a sus aficiones que, como el dibujo y la pintura, le situaron en los círculos culturales de la Ciudad.




Familia Cortés en su casa (1906)

Estudio de Dibujo y Pintura de Juan Antonio Cortés



Porque, en efecto, desde su consideración de artista, el mundo se le revela como bella inspiración, resultando la fotografía su más fiel reflejo.

De tal manera que, por medio de su formación, fue EDUCANDO LA MIRADA según los presupuestos realistas propios de las Academias.

Éstos se fundamentaban en la copia, motivo por el que Cortés encontró en la fotografía como modelo un útil recurso para su obra pictórica.

Y, también, determinan la configuración de sus tomas fotográficas en las que se proyectan las normas artísticas de composición, iluminación, encuadre...

Así se aprecia en las sucesivas instantáneas recogidas A TRAVÉS DE LA MÁQUINA, que ponen de manifiesto su condición de observador particular del entorno inmediato.

Aparece, entonces, Burgos la ciudad vivida con los primeros rasgos de modernidad, conviviendo con aquellos otros ligados a la tradición.

Del mismo modo, se descubren los diversos lugares a los que viajó, gracias a los avances en los transportes que abrían nuevos horizontes.

Todo ello dio lugar a la formación de una amplia colección fotográfica, hoy custodiada en el Archivo Municipal de Burgos, que se presenta en esta muestra.




Gigantones. Espolón 31 de mayo de 1893

La memoria entre las hojas de los álbumes


La fotografía es el soporte de una memoria que, entre las hojas de los álbumes, nos trae el recuerdo de todo aquello que ha configurado la identidad colectiva.

En este sentido, LA COLECCIÓN FOTOGRÁFICA DE JUAN ANTONIO CORTÉS constituye una rica aportación que facilita el acercamiento al Burgos del que somos herederos.

Supone, pues, una variada fuente de conocimiento que, dada su condición visual, ofrece multitud de perspectivas desde las que comprender el pasado inmediato.

Por este motivo, el Ayuntamiento de Burgos lleva años interesándode por la recuperación y difusión de este tipo de testimonios fotográficos de la Ciudad.





Portada Juan Antonio Cortés con Cámara de Fotos en el Mercado de Ganado

Rubrica de Juan Antonio Cortés

sábado, 27 de noviembre de 2010

Final de un camino sin fin


HITO A HITO

JACOBEO / Villafranca

Acabamos. Ha sido casi un año, desde el seis de febrero pasado, dando cuenta de hitos, lugares y sentires vinculados al Camino de Santiago. Pero ahora que la peregrinación, como un gran animal silvestre, inicia los duros meses de hibernación, en los que sólo unos pocos más aguerridos o solitarios emprenden su ruta, debemos concluir nuestro particular itinerario con la cuenta atrás para un próximo año jubilar compostelano, que en esta oportunidad se hará esperar, ya que algo menos de once años nos separan del 2021, el siguiente años en que la festividad del apóstol coincidirá en domingo.

Final de un camino sin fin

LUIS GRAU LOBO

El ciclo largo de esa celebración mayor no ha de impedir, por supuesto, que el camino reemprenda su actividad con fuerza cuando el clima y las circunstancias personales lo permitan, pero lo hará ya, por suerte…

… seguramente, algo más apartado de los focos y los titulares de prensa, algo más discreto y veraz, algo menos coreado y trillado. En todas estas entregas, en estas particulares estaciones, hemos querido ceñirnos a los rasgos que le confieren esa autenticidad a prueba de envoltorios publicitarios y de los discursos de los touroperadores o los políticos; a los monumentos que jalonan su ruta y sólo se explican en ella o, en recíproco favor, es ella la que se entiende por su presencia, pero también a sensaciones genuinas del peregrino que dan sentido a lo inclasificable de su esfuerzo en apariencia caprichoso, a tradiciones y herencias culturales que, a fuerza de olvidarse o no ser conscientes, devienen auténticas e inocentes como el primer día.

Hemos seguido los pasos de tantos… Pero debemos concluir. Y, puesto que nuestra peregrinación, voluntariamente se que da en Castilla y León, en la región más extensa y variada de la vía compostelana, la que ha sido marcada por el camino de manera más categórica y lo ha marcado también a él con su cuño de su vasta personalidad, buscamos un final en sus límites.

Por fortuna, y quizás porque no podía ocurrir de otra manera, contamos con la ocasión perfecta. Justo antes de abandonar esta región a través de la agreste hondura del valle recóndito del Valcárcel, paso natural a Galicia por las cumbres legendarias del Cebreiro, justo a la entrada de una villa de francos, aquellos peregrinos que no regresaron a sus antiguas casas e hicieron de los márgenes del Camino su nuevo hogar, topamos con un templo recatado que nos ofrece recompensa mayúscula: la iglesia de Santiago, en Villafranca del Bierzo.

Entre los muchos templos y santuarios que florecieron en los márgenes del camino, muchos de ellos fueron dedicados al Apóstol y otros se concibieron como una sencilla muestra del arte románico que floreció a su vera. La combinación de ambos factores se da en este templo humilde que aborda al caminante antes de entrar en la población, como si quisiera preservar un carácter campesino, una vieja alcurnia vinculada a su apartamiento y a la reserva de la recompensa que ofrecen sus muros.

La construcción, ya cumplido el año 1200, es de única nave cuadrangular a la que se ha añadido un ábside, característico del estilo más sencillo y rural, con tramo recto, remate curvo de su planta y cubierta en cuarto de esfera, marcado al exterior por canecillos. Presenta dos portadas con arquivoltas y ventanitas arqueadas con columnillas y capiteles en donde, como es norma, se concentra la decoración plástica. Hasta ahí, el prototipo se ve cumplido. Sin embargo, la iglesia villafranquina tiene algo más, lo que nos ha traído hasta ella para cerrar estás páginas de reflexión en voz alta, en blanco sobre negro. Se trata de su portada septentrional, objeto de las atenciones ornamentales y plásticas de sus constructores, con una traza abocinada en la que se alojan columnas de capiteles historiados con escenas de la vida de Cristo, los Reyes Magos y otros motivos de raíz vegetal o geométrica que hacen más enigmática su lectura integral, completada en la arquivolta más externa, que soporta un posibles apostolado presidido por Cristo en Majestad. Pero sucede que esa portada norte se denomina Puerta del Perdón. Y es notorio que otorga una indulgencia de raigambre algo difusa –pero… ¿qué importa al fin?-, según la cual el peregrino que se ve forzado a abandonar su empeño en estos pagos consigue aquí tanta absolución como si hubiera concluido su viaje en la mismísima Compostela. Remedo, pues, tan humilde y circunspecto, de aquel Pórtico de la Gloria de la catedral jacobita. Tenemos aún camino por delante, pero si debemos posponerlo, interrumpirlo, al menos aquí hemos ganado el jubileo. He aquí un final digno para cualquier nuevo principio. Gracias por todo y ¡ultreia!.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Fallece el cineasta español Luis García Berlanga

MADRID (Reuters) - El director y guionista español Luis García Berlanga, uno de los grandes talentos del cine de posguerra como películas como "¡Bienvenido, Mr. Marshall!", falleció el sábado a los 89 años en Madrid.

El cineasta valenciano, que sufría Alzheimer desde hace años, es un referente del cine español del franquismo, cuya censura superó con inteligencia y humor ácido para retratar las penurias de un país triste herido por la Guerra Civil (1936-39), en la que luchó con el bando republicano.

"Es una pérdida enorme para el cine español, pero sobre todo para toda la cultura española. La obra de Luis García Berlanga va a perdurar en el tiempo como cualquiera de los grandes maestros de la literatura, de la pintura o de la música de este país", dijo la ministra de Cultura, Ángeles González Sinde, a RNE.

Hijo y nieto de políticos republicanos, luchó en el bando antifranquista y luego el encarcelamiento de su padre y un desengaño amoroso lo llevaron a combatir en la División Azul, el contingente con el que el dictador Francisco Franco contribuyó a la Segunda Guerra Mundial.

En sus primeros pasos en el cine, colaboró en con otro puntal del cine español de posguerra, Juan Antonio Bardem, con el que rodó su primera película, "Esa pareja feliz" (1951). Clave en su carrera fueron "¡Bienvenido Mr. Marshall!" (1953), en la que recreó agriamente un pueblo español volcado con los estadounidenses, y con la que consiguió la mención especial del jurado en Cannes.

"Se ha muerto un gran amigo y (..) la persona más importante e influyente de la historia del cine español, sino el mayor cineasta de todos los tiempos", dijo el director de cine y presidente de la Academia del Cine, Alex de la Iglesia, a RNE.

El encuentro con el guionista Rafael Azcona sirvió para alumbrar grandes obras como "Plácido" (1961) o "El verdugo" (1963).

Ya en los 70, destapó su gusto por el erotismo con obras como "Tamaño natural" (1974), antes de volver de nuevo su mirada al franquismo con "La escopeta nacional" (1977) o "Patrimonio Nacional" (1982), con la que ganó el Premio Nacional de Cinematografía.

Los años 80 le valieron una de las grandes satisfacciones de crítica y taquilla de su vida, con "La vaquilla" (1985), una mirada humorística y triste de la Guerra Civil realizada a partir de un guión que había escrito 25 años antes.

Berlanga obtuvo el Goya a la mejor dirección en 1993 por "Todos a la cárcel" y entre otros reconocimientos contaba con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.

La capilla ardiente de Berlanga quedará instalada por la tarde en la sede de la Academia del Cine en Madrid.








Luis García Berlanga (Un mito del cine español)








Si pinchas la imagen puedes entrar en la página web de rtve.es y leer las noticias del fallecimento reciente del director y guionista español de cine Luis García Berlanga, ver vídeos de sus numerosas películas además de escuchar audios y repasar en imágenes la vida de uno de los grandes del cine español.


































Homenaje a Luís García Berlanga, director de cine español.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Antes de partir: origen y sentido de la ruta a Santiago

No iniciaremos el Camino sin una preparación, por sintética que esta sea, que nos permita entender por qué lo hicieron otros, y, en definitiva, por qué lo vamos a emprender nosotros. Veámoslo en, al menos, tres facetas: su origen y triunfo, tanto legendario como histórico pues ambas ramas se entrelazan y confunden en el relato santiagués; su sentido y significado en el contexto de los mitos y las creencias, y la carga simbólica y sígnica que ha dejado tras de sí y que permite reconocer al peregrino jacobeo entre la nómina de sus semejantes.




Antes de partir: origen y sentido de la ruta a Santiago

Catedral de Santiago


Leyenda e historia: Santiago en Hispania

La inventio. El término «invención» se emplea generalmente para el redescubrimiento de las reliquias cristianas, cuyo lugar de localización fue olvidado o era desconocido, que retornan al culto por medio, normalmente, de una manifestación de la divinidad, una hierofanta, o sea, un «milagro». El debate sobre la autenticidad de los restos sacralizados no interesa al caso, pues sean o no auténticos, su culto fue universalmente reconocido y las consecuencias del mismo son las que comentamos aquí. Para el cristiano, como para el creyente de otras confesiones, los gestos de la divinidad (y las reliquias constituyen uno más, pues tienden un camino de lo sagrado hacia él) nunca son puestos en duda; son ciertas desde una certeza más allá de la comprobación, desde la fe. Es así que las distintas leyendas sobre la vida de Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo, constituyen un mito más acá de la historia y su formulación, con variantes, fue cimentándose en varios textos hasta que fue recogida por Santiago de la Vorágine en su compilación de las vidas de santos titulada la Leyenda Dorada (siglo XIII). Resumiremos: a la muerte de Jesús los apóstoles se dispersan por cuenca mediterránea en su labor misionera. Santiago predicaría en la península Ibérica, de Iria Flavia a Zaragoza, donde sucedió la famosa aparición mariana del pilar, aunque su escaso éxito le devolvió a Palestina, donde a la postre sería el primer apóstol en sufrir la pena de muerte (el protomártir). A partir de entonces se inicia su vínculo definitivo con la lejana tierra donde recibirá sepultura. Sus discípulos se apoderan del cuerpo clandestinamente, se embarcan y son llevados milagrosamente por el Mediterráneo en ¡siete días y con una pequeña barca!, hasta Iria (Padrón). Allí solicitan de la mítica reina Lupa un lugar donde depositar al difunto, pero la reina, cuyo nombre ya revela su malquerencia, les envía maliciosamente al prefecto romano, quien les encarcela. Liberados gracias a la intervención de un ángel, son perseguidos, pero el derrumbamiento oportuno de un puente les permite salir, de nuevo por intercesión divina, del apuro. La reina los acoge nuevamente con buenas palabras, pero vuelve a engañarles haciéndoles creer que les facilita unos mansos bueyes para trasladar el cadáver, cuando en realidad deben enfrentarse a un dragón y a unos toros bravos. Sin embargo, éstos se enganchan mansamente al carro del santo y le conducen hasta el palacio de la reina, lugar escogido para la tumba del apóstol por los animales guiados milagrosamente. La reina, ante tales prodigios, acaba convirtiéndose a la fe en el Apóstol y cede para la necrópolis santa su palacio y el Monte Ilicinus, desde entonces llamado «Pico Sacro».






Cuadro que narra la Leyenda de la reina Lupa. Museo de la Catedral de Astorga (León)





Varios elementos de este relato legendario contienen numerosos puntos de conexión con tradiciones míticas paganas así como arquetipos frecuentes en la mayoría de las leyendas religiosas del cristianismo europeo. Pero quizás el viaje o peregrinatio del santo primero y de los propios acólitos después sea el más interesante de ellos, pues supone el precedente de los que habrán de venir, con su sensación de extrañeza, de foraneidad, de enfrentamiento a peligros y confabulaciones en tierra extraña, que al final son superados gracias a la altura de la misión a realizar y a los aliados de excepción que ayudan a superarlo.





Relicario del Apóstol. Museo de los Caminos. Palacio Gaudí (León)





Peregrino es, para el mundo romano, quien está fuera de su patria, que se encuentra per-agros, literalmente «por los campos». Pero, además, es este un viaje al Occidente, a las tierras remotas del finis terrae, al desconocido lugar de los muertos, donde se pone el sol. Es por ello que una vez fallecido, el santo es conducido milagrosamente (en barca, en un viaje fantástico y rapidísimo, y después, en carro) al lugar de inicio de su fallido cometido evangélico y al emplazamiento lógico de su sepultura desde un punto de vista de la geografía del mito. Como si, después de muerto, o en realidad superando esa barrera, recomenzara su misión ahora con la perspectiva de un triunfo irrevocable. Para evitarlo se conjugan fuerzas diabólicas o paganas, encarnadas en la reina-loba, en el dragón (fabuloso híbrido clásico) y en los toros (culto autóctono de raíz prerromana en Iberia) y, por supuesto, el auxilio divino que vence al mal en su propio terreno, sacralizando así el lugar. El triunfo postmortem de Santiago ante la reina y sus súbditos se convertirá así en el anticipo legendario de una victoria presagiada que dará sentido a la inventio o hallazgo del cuerpo sepultado en el arca marmórica, cuando las circunstancias históricas lo requieran, en plena «reconquista».





Relieve con escenas de la vida del Santo. Museo de la Catedral de Santiago de Compostela





Esto ocurrió hacia principios del siglo IX, cuando el eremita Pelagio dio cuenta al obispo de Iria Flavia de unos sucesos prodigiosos que ocurrían en el monte donde él habitaba. El obispo acude, descubre el sepulcro y avisa al rey Alfonso II, quien decide construir allí mismo una basílica para el culto a Santiago, propagando la noticia por todo el occidente cristiano, hasta alcanzar al propio Carlomagno y al Papa León IV. Pronto la vieja basílica quedó pequeña, y, poco después, Alfonso III consagraba la nueva hacia el 899. Los peregrinos empezaban a fluir, y algunos ya dejaban testimonio escrito de su viaje: Godescalco, obispo de Puy, fue el primero en hacerlo en la temprana fecha de 951. Desde entonces hasta que Urbano VIII, en 1631, sancione definitivamente esta tradición legendaria que hemos resumido, transcurren los momentos más vigorosos de la peregrinación compostelana.

La peregrinación en la historia. Suele atribuirse a Sancho III el Mayor de Navarra (1000-1035), la fijación y reglamentación definitiva del itinerario principal hacia Santiago, en perjuicio de la vía septentrional usada con anterioridad, lo que en estas fechas suponía la entrada por Francia y de una mayoría francesa, de ahí que se le denominase «camino francés».

Pero esto no es más que un indicio de la coyuntura política nueva y favorable a los reinos cristianos de la Península que se inscribe en un conjunto de estructura beneficiosa a los Estados europeos y que conocemos como plena Edad Media. La Europa acosada de los «siglos de hierro» se ha vuelto expansiva, y en la Península la desintegración del todopoderoso Califato cordobés en los reinos de Taifas supone la oportunidad estratégica de volver las tornas a la relación entre la España musulmana y la cristiana. A ello se une pronto el crecimiento económico de las ciudades, el apogeo del modelo de sociedad feudal y la pujanza primero Navarra y luego castellana (en detrimento del viejo reino leonés), que se acompañan de un balón de oxígeno en forma de hombres –tan necesarios para repoblar-, dinero y oficios (los nuevos barrios artesanos de francos que surgen a lo largo del camino), que provienen del norte de los Pirineos, atraídos por motivos de oportunidad de progreso socio-económico pero también de índoles religiosa: la visita a la tumba del occidente cristiano y la cruzada contra el Islam andalusí.




Roncesvalles. Panteón Real





La ruta francígena se constituye así durante los siglos XI-XIII, en un cordón umbilical con Europa que trae beneficios de todo tipo, a la vez que impone su marca cultural: Cluny como agente centralizador de la reforma gregoriana en contra del vernáculo rito mozárabe, el nuevo tipo artístico de edificio religioso complementado con esculturas de nuevo «naturalistas», y otras manifestaciones artísticas que llamamos románico, etc. En definitiva, una apertura a Europa de los reinos ibéricos fraguada en torno al itinerario que conduce hacia Compostela, por aquel entonces el eje viario vertebrador del espacio cristiano peninsular.

Y esto es también así porque en aquel momento, ocupada hasta 1085 la sede primada peninsular (Toledo), se entendió que Santiago podía ser la contrapartida religiosa necesaria para la lucha de conquista y ocupación de las tierras musulmanas: un nuevo centro espiritual, un santuario bajo la égida de un Apóstol, y un nuevo adalid protector de la lucha (el Santiago matamoros, que se acuña entonces), tradición cultural que se convirtió en el catalizador de los nuevos tiempos de prosperidad y riqueza.

El viejo palimpsesto viario de Roma fue remozado de Este a Oeste, pues interesados como estaban los reyes y señores en estos sístole y diástole transpirenaicos, pronto protegieron a los caminantes de las rigurosas legislaciones privadas (privilegios) con salvoconductos y cartas, o les ampararon de las dificultades de la ruta mediante la construcción de puentes que llevaron a cabo santos «pontífices» en sentido estricto (como santo Domingo de la Calzada o san Juan de Ortega), con rehabilitaciones viarias que reaprovechan los firmes de las calzadas latinas, habilitación de fuentes y posadas, hospitales, iglesias y cementerios, códigos y autoridades para evitar abusos y arbitrariedades… Pocos territorios en la edad Media ofrecieron tanta seguridad, amparo y facilidades, y aún así, no se evitaron las «galloferías» o los malandrines agazapados tras la venera, ni las atrocidades y humillaciones infligidas al viajero, que se decían castigadas por las frecuentes intervenciones del Santo cuando la ley fallaba.




Lauda sepulcral de Sancho el Mayor Museo de León





Desde entonces, desde que el camino es camino, muchos son los nombres propios que han avalado con su reputación personal el ansia de esta aventura. Algunos lo han hecho sólo desde las páginas inverosímiles de los libros destinados a la propaganda y el reclamo, como es el caso de Carlomagno y sus huestes, pero otros muchos sancionaron la importancia de la ruta midiéndola con sus pasos.

Nimbos de santidad como los de Francisco de Asís, Isabel de Portugal, Vicente Ferrer, Luis de Francia o Toribio de Mogrovejo, entre otros canonizados, algunos de ellos por haber permanecido ligados al camino para siempre (como Lesmes, Amaro, Juan de Ortega, Domingo de la Calzada…); cetros reales como los citados y muchos de los reyes leoneses, Felipe y Juan de Castilla, los Católicos Isabel y Fernando, el emperador Carlos, Felipe II… y muchos otros nobles, clérigos y personajes (de Jan van Eyck a Cosme de Médicis) con más o menos fama pero igualados en un mismo afán.

Aunque, sin duda, el más notorio de los fenómenos derivados de la peregrinación compostelana ha acabado por ser el de los innumerables testimonios escritos por los propios caminantes, relatos de sus experiencias y consejos destinados al que ha de seguirlos, que conforman uno de los conjuntos de literatura de viaje más compacto y original de Europa. Iniciado con Aymeric Picaud, el guía del Códice calixtino que a fuerza de proponer y pautar la ruta acaba siendo compañía inevitable del peregrino desde entonces, este tipo de crónicas testificales desgrana la biografía del Camino a lo largo de los siglos.

De tal manera que el monje servita Hermann Künig y el noble renano Arnold von Harff, ambos a finales del XV, el clérigo boloñés Domenico Laffi, a mediados del XVII, o el sastre picardo Guillermo Manier en 1726 son tan sólo nombres destacados de un catálogo que hoy día se incrementa con rapidez en los estantes de nuestras librerías a causa de las fascinación renovada por una senda literaria en apariencia más ilimitada que la real, el camino escrito.




Página del Codex Calixtinus, manuscrito de mediados del siglo XII que contiene la primera guía de viaje para los peregrinos