Uno de los días más grandes de nuestra vida como cristianos: El día del amor fraterno; Hoy, especialmente, la mesa de Jesús tiene una gran fuerza emotiva: Esta fue la última tarde de Jesús, la última comida que compartió con sus discípulos, la cena en la que nos quedó a todos su testamento, sus últimas palabras.
Así nos lo narra el evangelio de Juan: “sabiendo que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre quiso cenar con sus discípulos”. Los últimos momentos que vive con todos sus discípulos; y estos momentos debían ser especiales, tenía que dejarles su legado más preciado, su Testamento.
“Habiendo amado a los suyos…los amó hasta el extremo”. Cuando nadie a su alrededor sabía a ciencia cierta qué pasaría, el Maestro quiere que, por encima de todo, de dudas, de miedo, los discípulos sintieran que Él les amaba.
Y se lo demuestra con un gesto: se quita el manto, se despoja de su rango de “maestro” y se pone a lavar los pies a los discípulos; un gesto de esclavos, de siervos; pero Él, el maestro, el Señor, el Cristo…se pone a los pies de los discípulos y se los lava. ¡Qué hermoso gesto, qué ejemplo de humildad y de servicio el que Jesús quiere quedar en la memoria de sus Apóstoles!; un gesto que ha de quedar hasta la eternidad: el servicio y el amor.
Amar a los demás como Él nos ha amado; simplemente nos pide eso; simplemente nos pide que sigamos sus pasos y tengamos sus mismos sentimientos con los que nos rodean; amar generosamente, olvidando nuestras preocupaciones y nuestros problemas para atender a los demás.
Podemos intentarlo; podríamos probar una vez más en nuestras vidas experimentar cómo el amor de Cristo se transmite a través de nuestras obras, a través de nuestros gestos y palabras hacia los demás; porque cuando amamos así, con generosidad, sin límites, no somos nosotros mismos…es Cristo quien habita en nosotros y nos hace amar así.
Es posible un mundo nuevo; es posible que seamos capaces de cambiar todo lo que nos divide: guerras, divisiones, enfrentamientos, muerte destrucción…Todo es posible con Aquél que nos ha amado hasta el extremo. Despojarnos de nuestro manto y ponernos a lavar los pies a los demás; lo hizo el Maestro, y nos ha quedado su ejemplo.
Primera Lectura: Exodo 12, 1-8.11-14
"Prescripciones sobre la cena pascual"
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés y a Aarón en Egipto:
«Este mes será para ustedes el más importante de todos, será el primer mes del año. Digan a toda la asamblea de Israel:
Que el día décimo de este mes prepare cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comerlo entero, que invite a cenar en su casa a su vecino más próximo, según el número de personas y la porción de cordero que cada cual pueda comer.
Será un animal sin defecto, macho, de un año; podrá ser cordero o cabrito. Lo guardarán hasta el día catorce de este mes, y toda la comunidad de Israel lo inmolará al atardecer. Luego rociarán con la sangre el marco de la puerta en las casas donde vayan a comerlo. Lo comerán esa noche asado al fuego, con panes sin levadura y hierbas amargas. Y lo comerán así: el cinturón puesto, los pies calzados, bastón en mano y a toda prisa, porque es la pascua del Señor.
Esa noche pasaré yo por el país de Egipto y mataré a todos sus primogénitos, tanto de los hombres como de los animales. Así ejecutaré mi sentencia contra todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor. La sangre servirá de señal en las casas donde estén; al ver yo la sangre, pasaré de largo y, cuando yo castigue a Egipto, la plaga exterminadora no los alcanzará cuando hiera yo a Egipto.
Este día lo recordarán siempre y lo celebrarán como fiesta del Señor, institución perpetua para todas las generaciones».
Salmo Responsorial: 115
"Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava."
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de la salvación, invocando su nombre.
R. Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.
El Señor siente profundamente la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis ataduras.
R. Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.
Te ofreceré un sacrificio de acción de gracias invocando tu nombre; cumpliré mis promesas al Señor en presencia de todo el pueblo.
R. Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.
Segunda Lectura: I Corintios 11, 23-26
"Cada vez que comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor"
Hermanos: Por lo que a mí toca, del Señor recibí la tradición que les he transmitido, a saber, que Jesús, el Señor, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía».
Igualmente, después de cenar, tomó el cáliz y dijo:
«Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; cuantas veces beban de él, háganlo en memoria mía».
Así pues, siempre que coman de este pan y beban de este cáliz, anuncian la muerte del Señor hasta que él venga
Catequesis realizada para exponer mejor el profundo significado del Jueves Santo.
Meditación sobre el Jueves Santo, por Juan Segura, para elcantarodesicar.com.