Las lecturas de este domingo XV del tiempo ordinario son una invitación a cumplir la ley de Dios, a cumplir el espíritu de la ley; pues se puede ser muy "legal" sin cumplir con el mandamiento (V. G.):
Cumplir con el precepto de oír misa los domingos y fiestas de guardar, pero sin dejar que la Palabra de Dios interpele mi vida. Nos confesamos de no ir a misa, pero lo deberíamos hacer de ir a misa sin la debida devoción.
Cumplir con los mandamientos, pero no amar al prójimo.
Todos estamos preocupados de nuestra seguridad interior, no queremos sentirnos inauténticos o falsos. Hay dos modos de querer tener esa seguridad resuelta: cumplir con la ley (religiosa o civil) de un modo externo, lo que hace posible la convivencia (que no es poco) o cumplir interiormente con la ley, lo que permite la fraternidad.
A los fariseos les ocurrió que multiplicaron la ley de Dios en más de seiscientas leyes, con lo que era difícil cumplir con tantas leyes, aunque fuera exteriormente; eran fieles cumplidores externos de la ley con el peligro de olvidar lo fundamental: la justicia y la misericordia con el prójimo. Con el cumplimiento de la ley, pensaban que se ganaban la salvación. La seguridad la tenían resuelta desde el cumplimiento externo de la Ley.
Pero el problema fundamental es la seguridad interior. Viene muy bien la primera lectura que nos recuerda: "el mandamiento está muy cerca de ti, en tu corazón y en tu boca: cúmplelo". Para decirnos que los mandamientos de Dios están inscritos en el corazón del ser humano, en todo ser humano. Todo ser humano, aunque no conozca a Dios o sea de otra religión, lleva inscritos estos preceptos. Para nosotros las leyes (religiosas o morales) no son una privación de nuestra libertad, sino que coinciden con lo mejor de nuestro interior, por lo que ayudan a alcanzar la libertad. Para nosotros, los católicos, estas leyes no son externas (por lo que estaríamos sometidos a ‘algo’ ajeno a nosotros) sino que son expresión de nuestro propio ser (por lo que ayudan a desarrollar lo mejor de nosotros mismos).
En el Evangelio un letrado pregunta a Jesús: "¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?".
(Es la relación que hay entre las obras y la vida eterna. Como en el mundo judío: la relación entre el cumplimiento de la Ley y la Salvación. ¿Es indiferente lo que hago para conseguir la salvación? ¿La salvación es un premio por el bien que he hecho durante mi vida?.
Los protestantes dicen que el ser humano después del pecado original está corrompido y no puede conseguir la salvación por mucho que se esfuerce; lo mismo da pecar que no hacerlo. Te salva la gracia de Dios. [Actualmente toda la doctrina de la justificación, que se llama, está armonizada entre la Iglesia Católica y Protestante].
La posición contraria es que con el bien que uno hace puede conseguir la salvación, que es la postura pelagiana. Por lo que no te salvaría la gracia de Dios, sino tus obras.
La postura católica es la siguiente: Dios me salva gratuitamente, porque quiere; pero yo me dispongo a recibir la salvación con las obras de amor que he realizado a lo largo del tiempo que el Señor me ha concedido. El cumplimiento de la Ley -religiosa o moral- me dispone a recibir la Salvación que Dios me da gratuitamente; pero quien me garantiza la Salvación no es la Ley, ni mi cumplimiento de la misma, sino el mismo Dios).
Jesucristo, conocedor de la importancia de la ley para los judíos, le pregunta [al letrado, por si te has perdido con el paréntesis]: "¿Que está escrito en la ley?". El letrado contestó muy acertadamente: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo". Después preguntó el letrado: "¿Quién es mi prójimo?". Jesús contesta con la parábola del buen samaritano, diciendo cómo el sacerdote y el levita preocupados de cumplir la ley no obran bien y sí lo hace el samaritano: tener misericordia con el prójimo. Este dato, que fuese el samaritano el que hizo el bien, tuvo que irritar al letrado, pues los judíos no se llevan bien con los samaritanos. Jesús le invierte la pregunta inicial: "¿Quién es mi prójimo?" por "¿Cuál se portó como prójimo?". Todos son mi prójimo, pero se trata de ver si los amo como a mí mismo, si yo soy próximo de cada uno.
Jesucristo completa y perfecciona la Ley desde el Amor. No se trata de amar como a uno mismo, sino de amar como él nos ha amado: por encima de sí mismo.
¡Que el Señor no ayude a cumplir la ley sin olvidar la justicia y la misericordia!
Cumplir con el precepto de oír misa los domingos y fiestas de guardar, pero sin dejar que la Palabra de Dios interpele mi vida. Nos confesamos de no ir a misa, pero lo deberíamos hacer de ir a misa sin la debida devoción.
Cumplir con los mandamientos, pero no amar al prójimo.
Todos estamos preocupados de nuestra seguridad interior, no queremos sentirnos inauténticos o falsos. Hay dos modos de querer tener esa seguridad resuelta: cumplir con la ley (religiosa o civil) de un modo externo, lo que hace posible la convivencia (que no es poco) o cumplir interiormente con la ley, lo que permite la fraternidad.
A los fariseos les ocurrió que multiplicaron la ley de Dios en más de seiscientas leyes, con lo que era difícil cumplir con tantas leyes, aunque fuera exteriormente; eran fieles cumplidores externos de la ley con el peligro de olvidar lo fundamental: la justicia y la misericordia con el prójimo. Con el cumplimiento de la ley, pensaban que se ganaban la salvación. La seguridad la tenían resuelta desde el cumplimiento externo de la Ley.
Pero el problema fundamental es la seguridad interior. Viene muy bien la primera lectura que nos recuerda: "el mandamiento está muy cerca de ti, en tu corazón y en tu boca: cúmplelo". Para decirnos que los mandamientos de Dios están inscritos en el corazón del ser humano, en todo ser humano. Todo ser humano, aunque no conozca a Dios o sea de otra religión, lleva inscritos estos preceptos. Para nosotros las leyes (religiosas o morales) no son una privación de nuestra libertad, sino que coinciden con lo mejor de nuestro interior, por lo que ayudan a alcanzar la libertad. Para nosotros, los católicos, estas leyes no son externas (por lo que estaríamos sometidos a ‘algo’ ajeno a nosotros) sino que son expresión de nuestro propio ser (por lo que ayudan a desarrollar lo mejor de nosotros mismos).
En el Evangelio un letrado pregunta a Jesús: "¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?".
(Es la relación que hay entre las obras y la vida eterna. Como en el mundo judío: la relación entre el cumplimiento de la Ley y la Salvación. ¿Es indiferente lo que hago para conseguir la salvación? ¿La salvación es un premio por el bien que he hecho durante mi vida?.
Los protestantes dicen que el ser humano después del pecado original está corrompido y no puede conseguir la salvación por mucho que se esfuerce; lo mismo da pecar que no hacerlo. Te salva la gracia de Dios. [Actualmente toda la doctrina de la justificación, que se llama, está armonizada entre la Iglesia Católica y Protestante].
La posición contraria es que con el bien que uno hace puede conseguir la salvación, que es la postura pelagiana. Por lo que no te salvaría la gracia de Dios, sino tus obras.
La postura católica es la siguiente: Dios me salva gratuitamente, porque quiere; pero yo me dispongo a recibir la salvación con las obras de amor que he realizado a lo largo del tiempo que el Señor me ha concedido. El cumplimiento de la Ley -religiosa o moral- me dispone a recibir la Salvación que Dios me da gratuitamente; pero quien me garantiza la Salvación no es la Ley, ni mi cumplimiento de la misma, sino el mismo Dios).
Jesucristo, conocedor de la importancia de la ley para los judíos, le pregunta [al letrado, por si te has perdido con el paréntesis]: "¿Que está escrito en la ley?". El letrado contestó muy acertadamente: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo". Después preguntó el letrado: "¿Quién es mi prójimo?". Jesús contesta con la parábola del buen samaritano, diciendo cómo el sacerdote y el levita preocupados de cumplir la ley no obran bien y sí lo hace el samaritano: tener misericordia con el prójimo. Este dato, que fuese el samaritano el que hizo el bien, tuvo que irritar al letrado, pues los judíos no se llevan bien con los samaritanos. Jesús le invierte la pregunta inicial: "¿Quién es mi prójimo?" por "¿Cuál se portó como prójimo?". Todos son mi prójimo, pero se trata de ver si los amo como a mí mismo, si yo soy próximo de cada uno.
Jesucristo completa y perfecciona la Ley desde el Amor. No se trata de amar como a uno mismo, sino de amar como él nos ha amado: por encima de sí mismo.
¡Que el Señor no ayude a cumplir la ley sin olvidar la justicia y la misericordia!
En elcantarovideo, Juan Segura explica hoy la parábola del buen samaritano, para www.elcantarodesicar.com, sobre imágenes de los Jardines de Sabatini, en Madrid.
15º DOMINGO ORDINARIO. Pbro. Lic. José Luis Aguilera Cruz aguileracruz@yahoo.com.mx
"Amarás al Señor tu Dios, y a tu prójimo"
PONER A PRUEBA A JESÚS.
Hoy en el evangelio de este domingo 15 ordinario, 11 de Julio, nos toca leer una de las parábolas de Jesús más interesantes, la parábola del buen samaritano Lc 10, 25-37. Primeramente recordemos que las parábolas no son hechos de la vida real, pero sí acontecimientos que pueden suceder, es decir que no existió el "buen samaritano" en cuanto tal, pero muchos samaritanos del tiempo de Jesús podían haberse preocupado de algún peregrino caído en desgracia, no se refiere a nadie en especial, en ese sentido no es histórico. Pero Jesús cuenta esta parábola porque está siendo probado por los doctores de la ley de aquel tiempo, la pregunta que se le hace a Jesús para probarlo es: "Maestro ¿Qué debo hacer para conseguir la vida eterna?" v. 25, Jesús sabe que de esta prueba puede salir cosas buenas, como la enseñanza que nos ha dejado hasta nuestros días.
LO MÁS IMPORTANTE ES EL AMOR.
Jesús toma la prueba del doctor de la ley con toda serenidad y da una gran enseñanza, hace responder al mismo doctor de la ley: "Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo" v. 27, el doctor de la ley es bien instruido y sabe la respuesta, de esta forma Jesús le está diciendo yo sé que tú sabes pero solamente me quieres probar y por otro lado nos recuerda la doctrina de Jesús para quien lo más importante es el amor, el amor a Dios : aceptando su voluntad, aceptando su doctrina, siguiendo su ejemplo y por otro lado el amor al prójimo. Jesús tiene dos versiones respecto al amor al prójimo, uno es el que hemos escuchado, amar como a uno mismo; la otra versión es amar como yo los he amado. La primera versión es del Antiguo Testamento, la segunda es más de Cristo.
EL HIJO PRODIGO:
Todos hemos oído esa maravillosa parábola que es exclusiva de san Lucas, un hombre es asaltado, herido y abandonado, pasan junto a él personajes importantes de la religión judía y nadie se compadece de él hasta que pasa un samaritano y él si le ayuda, aquí Jesús estaba poniendo un obstáculo a la narración, pues los judíos no hablan a los samaritanos, y él es el único que le ayuda y le paga al mesonero para que lo atienda. La invitación de Jesús es clara, tenemos que preocuparnos del caído, ir contra la corriente que dice que del árbol caído todos quieren hacer leña, aquí se trata que al árbol caído se le levante se le atienda y cuide para que en delante de suficientes frutos. El buen samaritano ayudando al judío nos recuerda el pensamiento de Jesús: hacer el bien aunque nos hagan mal: "si hacen el bien a los que les hacen el bien, ¿qué hacen de extraordinario?" Lc 6, 33.
¿QUÉ HAREMOS PARA SALVARNOS?
La parábola es la respuesta a la pregunta del doctor de la ley del inicio de la lectura: "Maestro ¿Qué debo hacer para conseguir la vida eterna?" v. 25 por lo tanto para salvarnos hemos de ver con amor a todo hermano o hermana que está en desventaja, como los pobres, los que no tienen trabajo y se sienten presionados para tomar lo que necesitan sus hijos para vivir, el robo está mal, pero la desigualdad social también, escuchaba aquella canción de Perales "dime" él le pregunta a Dios del porqué las armas en las manos, porqué la gente no sonríe, porqué los hombres mal heridos, etc. y me pregunto: ¿de verdad Dios es el culpable de toda la situación desastrosa que está pasando? Qué nos más bien somos nosotros los que hemos puesto de cabeza al mundo y a la sociedad. La solución hoy nos la da Jesús: amarás al Señor tu Dios y a tu prójimo.
Vídeo Evangelio y Mensaje Dominical: El Buen Samaritano (XV TOC) Domingo 11 de Julio 2010.
Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?".
Jesús le preguntó a su vez: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?".
El le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo".
"Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida".
Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?".
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto.
Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo.
También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino.
Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.
Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo.
Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: 'Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver'.
¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?".
"El que tuvo compasión de él", le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: "Ve, y procede tú de la misma manera
Jesús le preguntó a su vez: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?".
El le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo".
"Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida".
Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?".
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto.
Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo.
También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino.
Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.
Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo.
Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: 'Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver'.
¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?".
"El que tuvo compasión de él", le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: "Ve, y procede tú de la misma manera