La aparición del arcángel Gabriel a María aparece relatado tan sólo en el primer capítulo del Evangelio (1:26-38) de San Lucas. Las primeras palabras que escuchó la Virgen fueron “¡Alégrate, llena de gracia!”.
El “sí” inquebrantable de la Virgen María, triunfo de la humildad, la pureza y la castidad, era necesario para la encarnación del Hijo de Dios, y es el ejemplo más claro de que Dios preserva siempre al hombre el don de la libre voluntad. La libertad del ser humano es una cualidad que nos eleva a los hombres por encima de la naturaleza inanimada y del mundo animal. Siendo libres moralmente lograremos la perfección en lo espiritual. El sí voluntario y confiado de la Virgen es para los cristianos un triunfo de que todo es posible para los designios del Señor.
Entonces, si somos libres, ¿por qué no darle cada día al Señor nuestro “sí”? ¿Por qué no luchar por cambiar nuestros malos hábitos? ¿Por qué no trabajar con tesón y alegría para vencer nuestras limitaciones? ¿Por qué no esforzarnos en cambiar nuestro mal carácter? ¿Por qué no hacer lo imposible para agradar a mi marido o a mi mujer, a mis hijos o a mis compañeros de trabajo? ¿Por qué no ser valiente para intentar acercar a un amigo a la fe? ¿Por qué no mostrar con mi ejemplo que soy capaz de transformar el ambiente que me rodea?
Pero como el “sí” de la Virgen todo esto sólo se puede lograr con humildad, con confianza y con mucha oración. Dios nos ayudará como en el cuadro, uno de los muchos que el devoto artista pintó sobre el tema de la Anunciación, en el que el autor ha dibujado las manos de Dios en la parte superior, emergiendo entre las nubes, lanzando una paloma con un halo de luz sobre el rostro de la Virgen.
ORACIÓN:
Señora del Sí, ayúdanos a comprender la profundidad de tu Sí. Enséñanos a decir Sí con amor, fe y confianza. Sí a la Palabra de Dios y Sí a los hermanos. Sí a la totalidad de nuestra entrega. Miramos tu ejemplo que nos anima y estimula hacia el compromiso cristiano de nuestra vida.
El “sí” inquebrantable de la Virgen María, triunfo de la humildad, la pureza y la castidad, era necesario para la encarnación del Hijo de Dios, y es el ejemplo más claro de que Dios preserva siempre al hombre el don de la libre voluntad. La libertad del ser humano es una cualidad que nos eleva a los hombres por encima de la naturaleza inanimada y del mundo animal. Siendo libres moralmente lograremos la perfección en lo espiritual. El sí voluntario y confiado de la Virgen es para los cristianos un triunfo de que todo es posible para los designios del Señor.
Entonces, si somos libres, ¿por qué no darle cada día al Señor nuestro “sí”? ¿Por qué no luchar por cambiar nuestros malos hábitos? ¿Por qué no trabajar con tesón y alegría para vencer nuestras limitaciones? ¿Por qué no esforzarnos en cambiar nuestro mal carácter? ¿Por qué no hacer lo imposible para agradar a mi marido o a mi mujer, a mis hijos o a mis compañeros de trabajo? ¿Por qué no ser valiente para intentar acercar a un amigo a la fe? ¿Por qué no mostrar con mi ejemplo que soy capaz de transformar el ambiente que me rodea?
Pero como el “sí” de la Virgen todo esto sólo se puede lograr con humildad, con confianza y con mucha oración. Dios nos ayudará como en el cuadro, uno de los muchos que el devoto artista pintó sobre el tema de la Anunciación, en el que el autor ha dibujado las manos de Dios en la parte superior, emergiendo entre las nubes, lanzando una paloma con un halo de luz sobre el rostro de la Virgen.
ORACIÓN:
Señora del Sí, ayúdanos a comprender la profundidad de tu Sí. Enséñanos a decir Sí con amor, fe y confianza. Sí a la Palabra de Dios y Sí a los hermanos. Sí a la totalidad de nuestra entrega. Miramos tu ejemplo que nos anima y estimula hacia el compromiso cristiano de nuestra vida.