sábado, 27 de noviembre de 2010

Final de un camino sin fin


HITO A HITO

JACOBEO / Villafranca

Acabamos. Ha sido casi un año, desde el seis de febrero pasado, dando cuenta de hitos, lugares y sentires vinculados al Camino de Santiago. Pero ahora que la peregrinación, como un gran animal silvestre, inicia los duros meses de hibernación, en los que sólo unos pocos más aguerridos o solitarios emprenden su ruta, debemos concluir nuestro particular itinerario con la cuenta atrás para un próximo año jubilar compostelano, que en esta oportunidad se hará esperar, ya que algo menos de once años nos separan del 2021, el siguiente años en que la festividad del apóstol coincidirá en domingo.

Final de un camino sin fin

LUIS GRAU LOBO

El ciclo largo de esa celebración mayor no ha de impedir, por supuesto, que el camino reemprenda su actividad con fuerza cuando el clima y las circunstancias personales lo permitan, pero lo hará ya, por suerte…

… seguramente, algo más apartado de los focos y los titulares de prensa, algo más discreto y veraz, algo menos coreado y trillado. En todas estas entregas, en estas particulares estaciones, hemos querido ceñirnos a los rasgos que le confieren esa autenticidad a prueba de envoltorios publicitarios y de los discursos de los touroperadores o los políticos; a los monumentos que jalonan su ruta y sólo se explican en ella o, en recíproco favor, es ella la que se entiende por su presencia, pero también a sensaciones genuinas del peregrino que dan sentido a lo inclasificable de su esfuerzo en apariencia caprichoso, a tradiciones y herencias culturales que, a fuerza de olvidarse o no ser conscientes, devienen auténticas e inocentes como el primer día.

Hemos seguido los pasos de tantos… Pero debemos concluir. Y, puesto que nuestra peregrinación, voluntariamente se que da en Castilla y León, en la región más extensa y variada de la vía compostelana, la que ha sido marcada por el camino de manera más categórica y lo ha marcado también a él con su cuño de su vasta personalidad, buscamos un final en sus límites.

Por fortuna, y quizás porque no podía ocurrir de otra manera, contamos con la ocasión perfecta. Justo antes de abandonar esta región a través de la agreste hondura del valle recóndito del Valcárcel, paso natural a Galicia por las cumbres legendarias del Cebreiro, justo a la entrada de una villa de francos, aquellos peregrinos que no regresaron a sus antiguas casas e hicieron de los márgenes del Camino su nuevo hogar, topamos con un templo recatado que nos ofrece recompensa mayúscula: la iglesia de Santiago, en Villafranca del Bierzo.

Entre los muchos templos y santuarios que florecieron en los márgenes del camino, muchos de ellos fueron dedicados al Apóstol y otros se concibieron como una sencilla muestra del arte románico que floreció a su vera. La combinación de ambos factores se da en este templo humilde que aborda al caminante antes de entrar en la población, como si quisiera preservar un carácter campesino, una vieja alcurnia vinculada a su apartamiento y a la reserva de la recompensa que ofrecen sus muros.

La construcción, ya cumplido el año 1200, es de única nave cuadrangular a la que se ha añadido un ábside, característico del estilo más sencillo y rural, con tramo recto, remate curvo de su planta y cubierta en cuarto de esfera, marcado al exterior por canecillos. Presenta dos portadas con arquivoltas y ventanitas arqueadas con columnillas y capiteles en donde, como es norma, se concentra la decoración plástica. Hasta ahí, el prototipo se ve cumplido. Sin embargo, la iglesia villafranquina tiene algo más, lo que nos ha traído hasta ella para cerrar estás páginas de reflexión en voz alta, en blanco sobre negro. Se trata de su portada septentrional, objeto de las atenciones ornamentales y plásticas de sus constructores, con una traza abocinada en la que se alojan columnas de capiteles historiados con escenas de la vida de Cristo, los Reyes Magos y otros motivos de raíz vegetal o geométrica que hacen más enigmática su lectura integral, completada en la arquivolta más externa, que soporta un posibles apostolado presidido por Cristo en Majestad. Pero sucede que esa portada norte se denomina Puerta del Perdón. Y es notorio que otorga una indulgencia de raigambre algo difusa –pero… ¿qué importa al fin?-, según la cual el peregrino que se ve forzado a abandonar su empeño en estos pagos consigue aquí tanta absolución como si hubiera concluido su viaje en la mismísima Compostela. Remedo, pues, tan humilde y circunspecto, de aquel Pórtico de la Gloria de la catedral jacobita. Tenemos aún camino por delante, pero si debemos posponerlo, interrumpirlo, al menos aquí hemos ganado el jubileo. He aquí un final digno para cualquier nuevo principio. Gracias por todo y ¡ultreia!.