Este óleo es uno de los muchos que el pintor renacentista alemán realizó para sus numerosos mecenas con escenas bíblicas y mitológicas presentadas con sensuales desnudos de corte decorativo —un tipo de arte hasta entonces poco utilizado en Alemania—. En este caso nos muestra a la caridad rodeada de tres niños. Con ello quiso presentar la excelencia del amor maternal, aunque el desnudo femenino tenga más preponderancia que el tema en sí. A nosotros, sin embargo, nos permite reflexionar sobre una de las dimensiones de la vocación femenina: la maternidad.
Ser madre es un don. La mujer no puede encontrarse a si misma si no es dando amor a los demás. Pero ser madre, hoy, no es una tarea sencilla por culpa de las corrientes sociales contrarias a la familia. Ser madre exige responsabilidad, cobijo, entrega, espíritu de servicio, generosidad sin límites, amor incondicional, desprendimiento, alegría, buen humor, unión familiar… Pero una madre no puede vivir plenamente su maternidad si no cuenta con el apoyo corresponsable del padre que facilite el óptimo equilibrio que le permita desarrollarse como mujer y como persona.
Dándose a los miembros de su familia es como la mujer descubre en la vida diaria la vocación profunda de su vida. Juan Pablo II, en su carta a las mujeres, escribió: “Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida”.
ORACIÓN:
Señor, haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y el amor.
Ser madre es un don. La mujer no puede encontrarse a si misma si no es dando amor a los demás. Pero ser madre, hoy, no es una tarea sencilla por culpa de las corrientes sociales contrarias a la familia. Ser madre exige responsabilidad, cobijo, entrega, espíritu de servicio, generosidad sin límites, amor incondicional, desprendimiento, alegría, buen humor, unión familiar… Pero una madre no puede vivir plenamente su maternidad si no cuenta con el apoyo corresponsable del padre que facilite el óptimo equilibrio que le permita desarrollarse como mujer y como persona.
Dándose a los miembros de su familia es como la mujer descubre en la vida diaria la vocación profunda de su vida. Juan Pablo II, en su carta a las mujeres, escribió: “Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida”.
ORACIÓN:
Señor, haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y el amor.