Al lado de Sahagún y junto al río Cea hay unos bosques que, según aún se dice, nacieron en una sola noche. Libraba allí el ejército de Carlomagno una difícil batalla que ya duraba tres días con las tropas del traidor Aigolando cuando, a la tercera noche, en la víspera del combate que por ambas partes se presagiaba como el definitivo, los cristianos plantaron sus lanzas enhiestas en los prados de aquella ribera. Fue larga esta noche en que los soldados del Emperador velaron sus armas con incertidumbre y angustia, pues las mesnadas sarracenas habían ido creciendo en número cada jornada gracias a los refuerzos que iban llegando de las fortalezas árabes más próximas. Al despertar, vieron los de Carlomagno con asombro que muchas de las lanzas de fresno que clavaron delante de su campamento habían florecido y se hallaban cubiertas de cortezas y hojas, por lo que empezaron a pensar –tras interpretaciones encontradas de hecho tan maravilloso- que la muerte de los propietarios de aquellas lanzas quizá estaba cercana ya que ese rebrotar de las mismas bien podía significar que recibirían la palma del martirio en el mismo día.
Y es que –como recordaban los escasos hispanos que no huyeron de allí al llegar los árabes- los santos Facundo y Primitivo, que habían sido martirizados por la fe en época romana, estaban enterrados en aquel mismo lugar. Con admiración ante lo que les parecía un milagro, los guerreros de Carlomagno cortaron las lanzas a ras de tierra y de las raíces que quedaron crecerían los grandes árboles que ya por siempre formarían una extraña isla de fronda en pleno páramo. El combate entre los dos bandos fue despiadado y en él murieron, en efecto, todos los dueños de las lanzas florecidas. El propio Carlomagno se vio obligado a pelear a pie al ser descabalgado de su montura y empuñando su espada Joyosa arremetió contra las filas del enemigo sin desfallecer, hasta que dejó a más de cien sarracenos partidos por la mitad. Ya de atardecida llegaron en auxilio de Carlomagno cuatro marqueses de la lejanas tierras de Italia y, al verlos llegar, el cobarde Aigolando se retiró con sus tropas hacia León. El emperador decidió entonces que se construyera allí una gran basílica en honor de los santos mártires Facundo y Primitivo para que sus reliquias descansaran en ella. Y años después se levantó también en aquel llano un monasterio de monjes mozárabes. Al paraje se le llamó primero «Zeinse», por encontrarse en la orilla del río Zeiz o Cea, más adelante «Domnos Sanctus» o «Sancti Facundi», den donde –con el tiempo- se derivaría «Sanfagund» y, por último, Sahagún.
Este relato me fue contado en la ciudad de León por unas señoras de mediana edad, procedentes de Sahagún, a finales de los años noventa; así que todavía parecería que existe memoria oral del milagro de las lanzas y de la leyenda según la cual Sahún habría sido fundado por Carlomagno, como –de hecho- también lo refieren otros autores (Yzquierdo Perrín 1999: 51-52). Sin embargo, en éste como en otros muchos casos parecidos (y muy especialmente en aquellas narraciones populares que van y vienen por el Camino de Santiago) es con frecuencia difícil saber si la procedencia inmediata de las versiones se debe a la tradición oral o a la relectura –vuelta a contar oralmente por alguien- del relato en cualquiera de los muchos libros que circulan sobre las leyendas e historias del Camino.
Lo indudable es que esta invención sobre las siempre hipotéticas y discutidas conquistas de Carlomagno en España y la conversión de las lanzas de algunos de los suyos en árboles, sigue contándose a propósito de un lugar concreto –el ameno bosquecillo de Sahún junto al río Cea, afluente del Esla- de la misma manera que aún se narran leyendas sobre otros donde habría dejado huella de su paso el muy esforzado paladín Roldán. Sin hablar de la persistencia versificada de la «Historia de Carlomagno y los Doce Pares de Francia» -ligada a danzas rituales- en diversos puntos de España y América (por ejemplo en algún valle del Perú en que resulta claro que el emperador francés no estuvo nunca).
Se dice del llamado «Poyo o Podium de Roldán» en Nájera que desde dicho montículo el caballero lanzó una enorme piedra contra el gigante sirio Farragut, que vivía en un castillo cercano, matándolo y liberando a los cristianos que estaban encerrados en la fortaleza. Esta narraciones que se mezclan con las de «Los Doce Pares» ya mencionada en lo que atañe al desafío de un gigante moro –aquí Fierabrás, el del famoso bálsamo- y la intervención de un caballero de Carlomagno que lo vence, tuvieron ya difusión en la península durante la Edad Media y se encuentran recogidas en la «Historia de Carlomagno y los doze pares de Francia», impresa por Jacobo Cromberger en Sevilla en 1521. Su posterior reimpresión como poema en pliegos y el hecho de que se ligara a representaciones teatrales populares y a danzas frecuentemente relacionadas con la celebración del día del Corpus Christi ha favorecido que perviviera oralmente hasta hoy (Díaz Viana 2003: 27-41).
Y en la sierra de Boya o Bolla, en la línea divisoria entre Salamanca y Cáceres, hay una cueva de las que allí denominan «morros» y que por eso se llama «Morro del moro», donde es tradición que hay una corriente de agua enterrada conocida como la «Fuente de Roldán», porque en ese lugar el heroico caballero habría asestado a la piedra una tremenda lanzada (Barrantes 1893: 53).
Sobre la leyenda que se narra de los árboles de Sahún y del origen de esta población y de su nombre existe también antigua referencia escrita: el Liber Sancti Jacobi-Codex Calixtinus, en el libro de Turpín, capítulo VIII, cuenta que el rey Aigolando o Aigolante, tras ser varias veces derrotado, descubrió por medio de suertes y adivinanzas que iba a derrotar a Carlomagno y lo retó a combatir en el lugar que es objeto de la leyenda, en la tierra llamada de Campos, en unos prados junto al río Cea. La Crónica del arzobispo Turpín, pero también los recitados y tradiciones orales sobre los sucesos que se relatan en la misma, debieron de ayudar a difundir las leyendas sobre Carlomagno y Roldán por España a lo largo del siglo XII, como en una especie de gran operación propagandística del Camino de Santiago. Sin embargo, las crónicas españolas desmentirán muchas de las hazañas legendarias de los francos y atribuirán la victoria sobre Roldán y los otros caballeros del emperador a los navarros y no a los árabes.
Y es que –como recordaban los escasos hispanos que no huyeron de allí al llegar los árabes- los santos Facundo y Primitivo, que habían sido martirizados por la fe en época romana, estaban enterrados en aquel mismo lugar. Con admiración ante lo que les parecía un milagro, los guerreros de Carlomagno cortaron las lanzas a ras de tierra y de las raíces que quedaron crecerían los grandes árboles que ya por siempre formarían una extraña isla de fronda en pleno páramo. El combate entre los dos bandos fue despiadado y en él murieron, en efecto, todos los dueños de las lanzas florecidas. El propio Carlomagno se vio obligado a pelear a pie al ser descabalgado de su montura y empuñando su espada Joyosa arremetió contra las filas del enemigo sin desfallecer, hasta que dejó a más de cien sarracenos partidos por la mitad. Ya de atardecida llegaron en auxilio de Carlomagno cuatro marqueses de la lejanas tierras de Italia y, al verlos llegar, el cobarde Aigolando se retiró con sus tropas hacia León. El emperador decidió entonces que se construyera allí una gran basílica en honor de los santos mártires Facundo y Primitivo para que sus reliquias descansaran en ella. Y años después se levantó también en aquel llano un monasterio de monjes mozárabes. Al paraje se le llamó primero «Zeinse», por encontrarse en la orilla del río Zeiz o Cea, más adelante «Domnos Sanctus» o «Sancti Facundi», den donde –con el tiempo- se derivaría «Sanfagund» y, por último, Sahagún.
Este relato me fue contado en la ciudad de León por unas señoras de mediana edad, procedentes de Sahagún, a finales de los años noventa; así que todavía parecería que existe memoria oral del milagro de las lanzas y de la leyenda según la cual Sahún habría sido fundado por Carlomagno, como –de hecho- también lo refieren otros autores (Yzquierdo Perrín 1999: 51-52). Sin embargo, en éste como en otros muchos casos parecidos (y muy especialmente en aquellas narraciones populares que van y vienen por el Camino de Santiago) es con frecuencia difícil saber si la procedencia inmediata de las versiones se debe a la tradición oral o a la relectura –vuelta a contar oralmente por alguien- del relato en cualquiera de los muchos libros que circulan sobre las leyendas e historias del Camino.
Lo indudable es que esta invención sobre las siempre hipotéticas y discutidas conquistas de Carlomagno en España y la conversión de las lanzas de algunos de los suyos en árboles, sigue contándose a propósito de un lugar concreto –el ameno bosquecillo de Sahún junto al río Cea, afluente del Esla- de la misma manera que aún se narran leyendas sobre otros donde habría dejado huella de su paso el muy esforzado paladín Roldán. Sin hablar de la persistencia versificada de la «Historia de Carlomagno y los Doce Pares de Francia» -ligada a danzas rituales- en diversos puntos de España y América (por ejemplo en algún valle del Perú en que resulta claro que el emperador francés no estuvo nunca).
Se dice del llamado «Poyo o Podium de Roldán» en Nájera que desde dicho montículo el caballero lanzó una enorme piedra contra el gigante sirio Farragut, que vivía en un castillo cercano, matándolo y liberando a los cristianos que estaban encerrados en la fortaleza. Esta narraciones que se mezclan con las de «Los Doce Pares» ya mencionada en lo que atañe al desafío de un gigante moro –aquí Fierabrás, el del famoso bálsamo- y la intervención de un caballero de Carlomagno que lo vence, tuvieron ya difusión en la península durante la Edad Media y se encuentran recogidas en la «Historia de Carlomagno y los doze pares de Francia», impresa por Jacobo Cromberger en Sevilla en 1521. Su posterior reimpresión como poema en pliegos y el hecho de que se ligara a representaciones teatrales populares y a danzas frecuentemente relacionadas con la celebración del día del Corpus Christi ha favorecido que perviviera oralmente hasta hoy (Díaz Viana 2003: 27-41).
Y en la sierra de Boya o Bolla, en la línea divisoria entre Salamanca y Cáceres, hay una cueva de las que allí denominan «morros» y que por eso se llama «Morro del moro», donde es tradición que hay una corriente de agua enterrada conocida como la «Fuente de Roldán», porque en ese lugar el heroico caballero habría asestado a la piedra una tremenda lanzada (Barrantes 1893: 53).
Sobre la leyenda que se narra de los árboles de Sahún y del origen de esta población y de su nombre existe también antigua referencia escrita: el Liber Sancti Jacobi-Codex Calixtinus, en el libro de Turpín, capítulo VIII, cuenta que el rey Aigolando o Aigolante, tras ser varias veces derrotado, descubrió por medio de suertes y adivinanzas que iba a derrotar a Carlomagno y lo retó a combatir en el lugar que es objeto de la leyenda, en la tierra llamada de Campos, en unos prados junto al río Cea. La Crónica del arzobispo Turpín, pero también los recitados y tradiciones orales sobre los sucesos que se relatan en la misma, debieron de ayudar a difundir las leyendas sobre Carlomagno y Roldán por España a lo largo del siglo XII, como en una especie de gran operación propagandística del Camino de Santiago. Sin embargo, las crónicas españolas desmentirán muchas de las hazañas legendarias de los francos y atribuirán la victoria sobre Roldán y los otros caballeros del emperador a los navarros y no a los árabes.