
Este cuadro nos permite reflexionar sobre la austeridad, una virtud que conmueve el corazón de Cristo. La sencillez de vida, sincera y profunda, es una exigencia ética para los hombres. El hombre no debe ser esclavo de lo material. Los valores materiales nunca deben suponer la razón de ser de la persona ni el objetivo para la realización de sus fines.
Como virtud, la sencillez es algo que debemos pedir, pero que también debemos ejercitar. Como don inmenso de Dios implica humildad y caridad. Humildad para saber que sólo Dios es quien me da los dones de cada día, que soy yo quien tiene que administrarlos en su beneficio. No se trata de renunciar a lo material, significa enraizar en nuestras vidas lo que se necesita de verdad y de lo que se pude prescindir. Y caridad para aprender a compartir, saber ser generosos, lograr que los bienes recibidos redunden en beneficio de los demás y dar a nuestros pesares y dificultades la verdadera importancia.
En un alma sencilla y agradecida, en un corazón humilde y honesto, Jesús siempre se honra con su presencia.
ORACIÓN:
Oh Dios, que has preparado bienes infalibles para los que te aman, infunde tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo.