viernes, 24 de diciembre de 2010

La Noche Buena

(Lc 2,1-14.) Resuena en nuestras comunidades el alegre canto de los ángeles: ¡Gloria a Dios en el cielo! Desde que hace ya más de 2000 años un niño nació en Belén, la historia de la humanidad dio un giro de 180 grados; Dios ha querido hacerse uno de nosotros.

"La palabra se hizo carne y acampó entre nosotros." Así se anuncia en el grandioso prólogo del evangelio de san Juan el gran misterio que celebramos hoy en la fiesta de Navidad: Jesucristo, la palabra de Dios que se hizo carne para estar con nosotros, es el único que puede invitarnos con fuerza a entrar en una vida nueva, que Él mismo nos prometió.

Y hoy, de una manera sencilla y pobre, tal y como estamos acostumbrados cuando hablamos de Dios, nace en Belén ese Mesías esperado desde la creación del mundo: Una vez más recordamos ese misterio que para nosotros se ha convertido en salvación: el nacimiento del Hijo de Dios, la Palabra Hecha Carne.

Cómo no amar y seguir a Dios hecho hombre…si creemos lo que no vemos…cuánto más amar y decidir nuestra vida por el que ha vivido entre nosotros; la Palabra se ha hecho carne; el Verbo eterno de Dios, el que vivía antes de la creación del mundo…se ha bajado y se ha hecho uno de nosotros…para hacer de nosotros hijos de Dios

Hemos de sorprendernos cada día con este hecho tan admirable…con la encarnación verdadera de Dios:

Dios se ha hecho uno de nosotros, Dios nos mira con ojos de niño, con la mirada tierna y dulce de un bebé recogido en los brazos de una Madre que nos lo ofrece con todo su amor. Como nos dice san León Magno en su homilía de Navidad, "alegrémonos, hoy ha nacido nuestro Salvador. No puede haber lugar para la tristeza cuando acaba de nacer la vida”. Esta invitación a vivir la alegría es una llamada para todos: al intelectual y al trabajador manual, a los artistas, educadores, hombres de ciencia, personas con responsabilidades públicas y simples ciudadanos, a los que sufren por la enfermedad, la soledad o las carencias de amor o de bienes indispensables para la vida, a los presos y a las personas que viven separadas de sus seres queridos.

Alegrémonos; hoy la salvación ha venido por Jesucristo al mundo y algo ha cambiado definitivamente desde entonces; y algo puede y debe cambiar en nuestra vida desde el calor de nuestra mirada, al compromiso de nuestra palabra que nos deja siempre ante la posibilidad de ser mejores.

Navidad: Tiempo de gracia, tiempo para acoger al Hijo de Dios hecho carne, tiempo para recibir a ese niño en nuestro regazo dándole nuestra propia vida. Aprendamos del Hijo de Dios que ha querido visitar a su pueblo para salvarnos.