La otra vía de entrada del Camino de la Península es a través del puerto de Somport, para llegar a tierras de Aragón. Allí cerca hubo un importante centro de acogida de peregrinos, el Hospital de Santa Cristina de Somport, sobre cuya fundación se cuentan muchas leyendas. Según una de ellas, dos peregrinos franceses que se quedaron una noche aislados por la nieve y aterrados por los lobos, se refugiaron en una cueva prometiendo levantar un albergue si sobrevivían. Al amanecer, cumpliendo su palabra, empezaron las obras.
Más adelante, está la localidad de Jaca cuya patrona, Santa Orosia, llegó a España desde el Centro de Europa, para casarse con un soberano visigodo. Apresada por los moros, su caudillo se enamoró de ella y al ser rechazado por la muchacha, hizo matar a su hermano y a su tío.
Como aún así la joven no cedió, el jefe musulmán ordenó matarla, descuartizarla y tirar sus restos en una cueva.
El Camino sigue su recorrido por tierras de Aragón y entra en Navarra, en cuyo territorio está el misterioso Bosque de Iratí, donde cuentan que deambula el espíritu de la reina Juana de Labrit, madre de Enrique IV. Esta mujer, que murió envenenada, pasó toda su vida atacando a los católicos, a los que destruía sus iglesias y sus casas.
Su cadáver fue robado por las lamias, de cuerpo de dragón y cabeza de mujer. Las noches de tormenta salían a destruir iglesias, hasta que los vecinos descubrieron que las construidas en sábado eran respetadas, lo que les sirvió para librarse de las molestias de estos espíritus.
Más adelante, está la localidad de Jaca cuya patrona, Santa Orosia, llegó a España desde el Centro de Europa, para casarse con un soberano visigodo. Apresada por los moros, su caudillo se enamoró de ella y al ser rechazado por la muchacha, hizo matar a su hermano y a su tío.
Como aún así la joven no cedió, el jefe musulmán ordenó matarla, descuartizarla y tirar sus restos en una cueva.
El Camino sigue su recorrido por tierras de Aragón y entra en Navarra, en cuyo territorio está el misterioso Bosque de Iratí, donde cuentan que deambula el espíritu de la reina Juana de Labrit, madre de Enrique IV. Esta mujer, que murió envenenada, pasó toda su vida atacando a los católicos, a los que destruía sus iglesias y sus casas.
Su cadáver fue robado por las lamias, de cuerpo de dragón y cabeza de mujer. Las noches de tormenta salían a destruir iglesias, hasta que los vecinos descubrieron que las construidas en sábado eran respetadas, lo que les sirvió para librarse de las molestias de estos espíritus.