Degas pasó muchas penurias económicas que le obligaban a pintar cuadros con los que poder pagar las numerosas deudas que afectaban a la estabilidad económica de la familia. Para agilizar el trabajo y percibir pronto las remuneraciones, realizó un gran número de monotipos –un tipo de grabado pintado con óleo o tinta de impresión sobre una placa de cobre virgen- como es el caso de este pastel que nos muestra la figura de una delicada bailarina en el centro de un escenario. La observamos desde un palco, transportada por la fragilidad de sus movimientos. El juego de luces del teatro cae sobre ella en el más puro estilo impresionista. Degas nos ofrece la imagen de una estrella, en el momento cumbre de su éxito. ¡El éxito! Vivimos en una sociedad donde hay una difundida cultura que nos exige ser los mejores, los más guapos, los más inteligentes, los más osados, que sólo valora aquello que parece bello. Una moda cultural que ensalza el éxito, la carrera rápida, la existencia sin proyectos, el culto a lo inmediato. Una cultura que nos dice que la alegría se compra con el dinero y con el éxito. Ese no es el camino que nos lleva a la alegría de la vida. Ese es el camino que nos conduce al placer superficial y efímero de los sentidos. Quien tiene éxito en la vida es aquel que en todo momento repudia la jactancia, detesta la vanidad, reniega de la mediocridad… La mejor manera de perder algo es creer que ya lo has conseguido. El éxito lo consigue quien se esfuerza, quien se sacrifica, quien se entrega, quien tiene constancia siempre con un punto de mira sobrenatural que nos aleja de la mezquindad del yo y de la vanidad pueril. Yo, sin Jesús, no soy más que un mediocre. Lo vano carece de solidez en relación a la vida eterna.
ORACIÓN:
Oh Dios, fuerza de los que en ti esperan, escucha nuestras súplicas y, pues el hombre es frágil y sin ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia para guardar tus mandamientos y agradarte con nuestras acciones y deseos.