La cuna (BERTHE MORISOT) |
En un mundo artístico dominado por los hombres, Berthe Morisot fue una pintora de estilo muy personal y de gran talento, la más importante de las féminas impresionistas. Todos sus cuadros, dominados por los colores suaves y cálidos, por un sentido del equilibrio y de la luz, por las grandes y rápidas pinceladas y calidades transparentes y tornasoladas, tienen una especial delicadeza y sutilidad. A diferencia de muchos impresionistas a los que gustaban los paisajes y los motivos relacionados con la vida moderna, Berthe pintó escenas de la vida doméstica o de mujeres con niños, ejemplos de la más viva intimidad familiar. Este es el caso de este cuadro. Una madre joven aparece reclinada sobre la cuna donde su hijo, recién nacido, duerme plácidamente. Madre e hijo gesticulan de igual manera. Es la viva imagen de la generosidad del amor sin límites. El sentimiento del verdadero amor maternal. La madre es, como nos dejó escrito Juan Pablo II, «sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida». La ternura de una madre, de un padre, de un hijo, de un compañero de trabajo sólo puede salir de un corazón libre, lleno de riqueza interior donde fluya la dulzura y la felicidad de Dios. Porque la ternura exige humildad y sencillez. Capacidad de dar y ofrecer amor, afecto y respeto a la vez. Capacidad de ser compasivos y benevolentes con bondad de corazón y amplia generosidad. Tiernos en los momentos en lo que todo es favorable y en aquellos en que todo es tenso y complicado. A ser tierno se aprende dando cada día amor, con vida sobrenatural y abriendo nuestro corazón a los demás con la sencillez que brota de nuestra alma.
ORACIÓN:
Señor, ilumina la mente de nuestros hijos para que conozcan el camino que Tú has querido para ellos, para que te puedan dar gloria y alcancen la Salvación. Sosténlos con tu fuerza, para que alienten en su vida los ideales de tu reino.