miércoles, 16 de marzo de 2011

La Mirada Feliz

La vida y la obra de Van Gogh van íntimamente unidas al desgarro de su temperamento y a la búsqueda de nuevas líneas en el arte. Fracasado en lo amoroso, en lo personal y en lo profesional, aunque el paso del tiempo lo convirtiera –y no así para sus contemporáneos- en un genio de pintura universal, abandonado por todo y por todos, sobrevivió gracias a la caridad de su hermano Théo y del doctor Gachet, que le acogerá en Auvers-sûr-Oise, lo cuidará, respetará y le prodigará su amistad. Para su mentor realizará Van Gogh este óleo. El doctor, muy integrado en los círculos artísticos de los impresionistas, fue pintado por un hombre atormentado, fustrado y autodestructivo. Tomando como ejemplo la vida trágica del pintor holandés podemos cuestionarnos varias cosas. Desde que Cristo anunció a sus apóstoles las bienaventuranzas es fácil comprender porque la vida cristiana es una verdadera paradoja. Uno se puede llegar a preguntar: ¿Cómo es posible vivir la pobreza/sencillez entre la vasta opulencia de las sociedades modernas? ¿Por qué no perdonar a quienes nos ofenden y nos injurian? ¿Cómo es posible ser feliz en medio del sufrimiento? ¿Por qué ahogar el mal en abundancia de bien? ¿Qué significado tiene para un cristiano soportar con entereza las injusticias? ¿Cómo defender nuestra santidad cuando la sociedad parece perseguir y menospreciar todo lo religioso?

Las bienaventuranzas son una de esas locuras maravillosas con las que Dios nos sorprende. Una de esas locuras intensas que el Señor nos ha transmitido a los cristianos. Pero a la vez son una paradoja porque marcan un camino de vida y un sistema de valores. El camino que señala la vida futura. Son invitaciones que no imponen nada porque Jesús habla al corazón del hombre y busca encontrarse con él desde la libertad. Las bienaventuranzas son como una mirada feliz porque quienes participan de ellas trasmiten luz.

Respeto en lugar de crítica, amor en detrimento del rencor, dar en lugar de recibir, ofrecerse en vez de huir, vivir con sencillez en lugar de con exceso. Vivir desde el amor, construyendo nuevas relaciones entre los seres humanos, descubriendo cada día el amor que nos conduce a la felicidad. Todo con un único fin: construir día a día en la tierra el Reino de Dios.











ORACIÓN:

Señor, mantennos en tu cuidado constante mientras esperamos tu gloriosa manifestación.