Los peregrinos que pasan por Roncesvalles, tienen ocasión de atravesar un hermoso paraje, escenario de uno de los míticos acontecimientos que salpican el Camino. Se trata de un episodio épico, a caballo entre la historia y la leyenda, la batalla que, en el año 778, supuso la aniquilación de gran parte del ejército de Carlomagno.
Cuando el emperador tenía cercado en Zaragoza al rey Marsilio, éste se mostró dispuesto a capitular. Para negociar con él, Carlomagno envió a Canelón, padrastro de su sobrino Roldán. Pero Canelón odiaba a su hijastro y aprovechó para tramar una traición que le permitiera deshacerse de él. Convenció entonces a Carlomagno de que el rey moro había claudicado, y le propuso regresar a Francia con parte del ejército, mientras Roldán, al frente de veinte mil hombres entre los que estaban el Arzobispo Turpín y el resto de los doce pares, cubrían la retaguardia.
Carlomagno llegó a las inmediaciones de Valcarlos, donde acampó para esperar al resto de su ejército. Pero cuando Roldán y sus hombres avanzaban por el desfiladero de Roncesvalles, una lluvia de piedras comenzó a caerles encima, mientras miles de hombres, musulmanes y vascones, se les echaban encima aniquilándolos.
Sólo Roldán permanecía vivo, aunque malherido, cuando trató de romper su espada contra una roca para que no cayera en manos enemigas, pero fue la piedra la que se rompió y no la espada. Entonces, moribundo, intentó avisar al emperador e hizo sonar su olifante con sus últimas fuerzas, hasta reventarse las venas y morir.
Cuando el emperador tenía cercado en Zaragoza al rey Marsilio, éste se mostró dispuesto a capitular. Para negociar con él, Carlomagno envió a Canelón, padrastro de su sobrino Roldán. Pero Canelón odiaba a su hijastro y aprovechó para tramar una traición que le permitiera deshacerse de él. Convenció entonces a Carlomagno de que el rey moro había claudicado, y le propuso regresar a Francia con parte del ejército, mientras Roldán, al frente de veinte mil hombres entre los que estaban el Arzobispo Turpín y el resto de los doce pares, cubrían la retaguardia.
Carlomagno llegó a las inmediaciones de Valcarlos, donde acampó para esperar al resto de su ejército. Pero cuando Roldán y sus hombres avanzaban por el desfiladero de Roncesvalles, una lluvia de piedras comenzó a caerles encima, mientras miles de hombres, musulmanes y vascones, se les echaban encima aniquilándolos.
Sólo Roldán permanecía vivo, aunque malherido, cuando trató de romper su espada contra una roca para que no cayera en manos enemigas, pero fue la piedra la que se rompió y no la espada. Entonces, moribundo, intentó avisar al emperador e hizo sonar su olifante con sus últimas fuerzas, hasta reventarse las venas y morir.
RONCESVALLES (NAVARRA) El puerto de Roncesvalles correspondía antiguamente al paso natural que se utilizó desde la prehistoria para acceder a la península ibérica. Las casas e instituciones religiosas y de atención a los peregrinos jacobeos se hallan en lo que es el pueblo de Roncesvalles, situado al pie de Ibañeta, donde arranca la famosa llanada en la que los cantares de gesta ubican la batalla contra los carolingios. Roncesvalles sigue siendo enclave fundamental para los peregrinos del Camino de Santiago. Por Ibañeta y Roncesvalles entra el llamado Camino Francés, el mismo que recorrió Aymeric Picaud en el siglo XII, el cual se funde en la villa de Obanos, muy cerca de Puente la Reina, con el otro que procede del Somport de Huesca, también en los Pirineos, conocido por Camino Aragonés.