Al final de sus días, Francisco de Zurbarán pintó numerosos retratos de la infancia de la Virgen. Son retazos hermosos de su vida familiar, en su mayoría encargos particulares ya que durante el siglo de Oro español la elección de los temas era una cuestión más de los clientes que de los artistas. Siempre le he tenido mucho cariño a esta Virgen orando en éxtasis.
La escena tiene un gran simbolismo. María ha interrumpido su trabajo de bordar una tela. Se encuentra rezando con la mirada perdida y meditabunda, con aire melancólico. La luz ilumina la mofletuda cara de la Virgen en contraste con el pesado cortinaje granate del fondo. A sus pies, unas florecillas esparcidas en el suelo son el símbolo de la maternidad futura: las flores de tonos azules representan la fidelidad humana; las amarillas simbolizan la madurez y la inteligencia, las blancas la virginidad y las rosas el sentido del amor humano. María reza. Tal vez sea consciente de la responsabilidad que le espera.
La Virgen se entregó sin condiciones porque tenía un corazón generoso. Su ejemplo nos demuestra que la vida exige renuncia y entrega. Como el amor, que en lugar de derechos pide generosidad y capacidad de dar. No hay nada más agradable que entregarse voluntariamente al servicio útil a los demás.
Servir con calidad. Es por ello que el mejor ejemplo lo encontramos en Nuestra Señora. Basta con imitarla a Ella: una vida silenciosa llena de amor. Ella se comporta con naturalidad y sencillez, entregada a sus tareas en el hogar, poniendo corazón incluso en las cosas más insignificantes e intranscendentes del quehacer cotidiano; atendiendo a la educación de su hijo y al cuidado de la familia; visitando a sus seres queridos; fomentando la amistad, haciendo fácil la vida de quienes le rodean. Siempre contenta, siempre agradecida, siempre entregada.
María convierte la normalidad en un don repleto de amor. María se olvida de sí misma para darse a los demás. Es el testimonio fiel de una vida sencilla, el camino a seguir para nuestras vidas siempre ocupadas y repletas de actividad. Ella da importancia a detalles que a nosotros nos pasas desapercibidos y a los que no le damos ningún valor. Ella convierte la normalidad cotidiana en un motivo de santificación. Por eso, la Virgen es nuestro modelo. María nos demuestra que cada gesto, que cada acción, que cada actitud, debe rebosar calidad, contenido y amor. Y ese debería ser el afán más noble de todo ser humano: vivir en mitad del mundo aceptando las circunstancias concretas que hemos recibido de Dios en un permanente servicio a los demás.
La escena tiene un gran simbolismo. María ha interrumpido su trabajo de bordar una tela. Se encuentra rezando con la mirada perdida y meditabunda, con aire melancólico. La luz ilumina la mofletuda cara de la Virgen en contraste con el pesado cortinaje granate del fondo. A sus pies, unas florecillas esparcidas en el suelo son el símbolo de la maternidad futura: las flores de tonos azules representan la fidelidad humana; las amarillas simbolizan la madurez y la inteligencia, las blancas la virginidad y las rosas el sentido del amor humano. María reza. Tal vez sea consciente de la responsabilidad que le espera.
La Virgen se entregó sin condiciones porque tenía un corazón generoso. Su ejemplo nos demuestra que la vida exige renuncia y entrega. Como el amor, que en lugar de derechos pide generosidad y capacidad de dar. No hay nada más agradable que entregarse voluntariamente al servicio útil a los demás.
Servir con calidad. Es por ello que el mejor ejemplo lo encontramos en Nuestra Señora. Basta con imitarla a Ella: una vida silenciosa llena de amor. Ella se comporta con naturalidad y sencillez, entregada a sus tareas en el hogar, poniendo corazón incluso en las cosas más insignificantes e intranscendentes del quehacer cotidiano; atendiendo a la educación de su hijo y al cuidado de la familia; visitando a sus seres queridos; fomentando la amistad, haciendo fácil la vida de quienes le rodean. Siempre contenta, siempre agradecida, siempre entregada.
María convierte la normalidad en un don repleto de amor. María se olvida de sí misma para darse a los demás. Es el testimonio fiel de una vida sencilla, el camino a seguir para nuestras vidas siempre ocupadas y repletas de actividad. Ella da importancia a detalles que a nosotros nos pasas desapercibidos y a los que no le damos ningún valor. Ella convierte la normalidad cotidiana en un motivo de santificación. Por eso, la Virgen es nuestro modelo. María nos demuestra que cada gesto, que cada acción, que cada actitud, debe rebosar calidad, contenido y amor. Y ese debería ser el afán más noble de todo ser humano: vivir en mitad del mundo aceptando las circunstancias concretas que hemos recibido de Dios en un permanente servicio a los demás.
María, pureza en vuelo, Virgen de vírgenes, danos la gracia de ser humanos sin olvidarnos del cielo. Enséñanos a vivir; ayúdenos tu oración; danos en la tentación la gracia de resistir.
20 de Junio: INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
Via Matrix
Kyrie Eleison, extracto de "Coronation Mass de
Mozart
in St. Peter's Cathedral, 1985"
Kyrie eleison.
Christe eleison.
Kyrie eleison.