"¿Qué estamos haciendo aquí?, esa es la cuestión.
En esto estamos bendecidos, sabemos la respuesta.
Sí, en esta confusión sólo una cosa está clara. Estamos esperando a Godot. Hemos acudido a la cita, eso es todo.
No somos santos pero hemos sido fieles a la cita. ¿Cuántos pueden presumir de tanto?
ESPERANDO A GODOT, con sus referencias bíblicas, su parloteo incontinente para matar el tiempo y amueblar una espera con la eterna pregunta: "¿qué hacemos ahora?", es mi cita anual, mi lectura antibíblica para ambientar este tiempo que llamamos de Adviento, de espera de God, a secas.
No me sorprendería que Samuel Beckett se inspirara en el Adviento de su infancia irlandesa, de religión forzada, para escribir esta obra maestra sobre la Gran Espera del Gran Ausente.
Vladimir, y yo también, sabe que espera a Godot que le ha prometido su presencia, mientras Estragón, y yo también, sin memoria y sin memorias no sabe, no espera, no se interroga.
¿Qué hacemos en esta tierra? ¿Estamos en una gran sala de espera esperando a que nuestro Godot personal nos abra las puertas de su consulta luminosa?
"Nos ahorcaremos mañana, a no ser que venga Godot.
¿Y si viene?
Estaremos salvados".
Ante la Gran Espera, la fe, nunca soltada del todo o resucitada in extremis, puede
derretir las negras nubes con el sol naciente.
Esta tragicomedia, alimento terrestre para mi Adviento, me hace reír sin "erección" y pensar sin depresión. La puerta parece cerrarse pero nadie echa la llave.
Esperando a Godot, espera contra toda esperanza, es lectura saludable para escépticos y creyentes porque siempre estamos en Adviento.
En esta ilusión mágica de la espera, el más difícil todavía, es cómo matar el tiempo con sentido. En la sala de espera del dentista miramos las paredes, leemos los diplomas que nos tranquilizan, ojeamos revistas… En el gran escenario de la vida para ahuyentar la idea de la espera como San Manuel Bueno, Mártir que "no puede llevar solo la cruz del nacimiento" nos zambullimos en el hacer por hacer, para hacer más llevaderas las múltiples esperas de la insoportable levedad del ser.
El profeta Isaías, citado por presidentes y por las esculturas de las Naciones Unidas y objeto de estudio literario en la universidad, es mucho más que un libro de
la Biblia. Es la sinfonía cósmica que enhebra todos los sueños de los hombres de todos los tiempos desde la paz: "de las espadas forjarán arados; de las lanzas podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra". Is. 2,4; a la armonía idílica y paradisíaca: "habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastoreará". Is 11,6
Isaías, pastor de la esperanza y el consuelo, es también mi refugio en este tiempo de Adviento.
Sus sueños y sus promesas, aún no cumplidas, son utopías que ya empiezan a germinar en el corazón de muchos hombres. Imagine there is no heaven… sigue cantando John Lennon.
El presente es una flecha blanca que viaja segura al futuro que, para los creyentes, se clava en el centro del corazón de Dios.
"Consolad, consolad a mi pueblo, dice nuestro Dios;
hablad al corazón de Jerusalén, gritadle:
que está pagado su crimen…" Is 40,1
Otra vez esperando. Siempre esperando a Godot.
En esto estamos bendecidos, sabemos la respuesta.
Sí, en esta confusión sólo una cosa está clara. Estamos esperando a Godot. Hemos acudido a la cita, eso es todo.
No somos santos pero hemos sido fieles a la cita. ¿Cuántos pueden presumir de tanto?
ESPERANDO A GODOT, con sus referencias bíblicas, su parloteo incontinente para matar el tiempo y amueblar una espera con la eterna pregunta: "¿qué hacemos ahora?", es mi cita anual, mi lectura antibíblica para ambientar este tiempo que llamamos de Adviento, de espera de God, a secas.
No me sorprendería que Samuel Beckett se inspirara en el Adviento de su infancia irlandesa, de religión forzada, para escribir esta obra maestra sobre la Gran Espera del Gran Ausente.
Vladimir, y yo también, sabe que espera a Godot que le ha prometido su presencia, mientras Estragón, y yo también, sin memoria y sin memorias no sabe, no espera, no se interroga.
¿Qué hacemos en esta tierra? ¿Estamos en una gran sala de espera esperando a que nuestro Godot personal nos abra las puertas de su consulta luminosa?
"Nos ahorcaremos mañana, a no ser que venga Godot.
¿Y si viene?
Estaremos salvados".
Ante la Gran Espera, la fe, nunca soltada del todo o resucitada in extremis, puede
derretir las negras nubes con el sol naciente.
Esta tragicomedia, alimento terrestre para mi Adviento, me hace reír sin "erección" y pensar sin depresión. La puerta parece cerrarse pero nadie echa la llave.
Esperando a Godot, espera contra toda esperanza, es lectura saludable para escépticos y creyentes porque siempre estamos en Adviento.
En esta ilusión mágica de la espera, el más difícil todavía, es cómo matar el tiempo con sentido. En la sala de espera del dentista miramos las paredes, leemos los diplomas que nos tranquilizan, ojeamos revistas… En el gran escenario de la vida para ahuyentar la idea de la espera como San Manuel Bueno, Mártir que "no puede llevar solo la cruz del nacimiento" nos zambullimos en el hacer por hacer, para hacer más llevaderas las múltiples esperas de la insoportable levedad del ser.
El profeta Isaías, citado por presidentes y por las esculturas de las Naciones Unidas y objeto de estudio literario en la universidad, es mucho más que un libro de
la Biblia. Es la sinfonía cósmica que enhebra todos los sueños de los hombres de todos los tiempos desde la paz: "de las espadas forjarán arados; de las lanzas podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra". Is. 2,4; a la armonía idílica y paradisíaca: "habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastoreará". Is 11,6
Isaías, pastor de la esperanza y el consuelo, es también mi refugio en este tiempo de Adviento.
Sus sueños y sus promesas, aún no cumplidas, son utopías que ya empiezan a germinar en el corazón de muchos hombres. Imagine there is no heaven… sigue cantando John Lennon.
El presente es una flecha blanca que viaja segura al futuro que, para los creyentes, se clava en el centro del corazón de Dios.
"Consolad, consolad a mi pueblo, dice nuestro Dios;
hablad al corazón de Jerusalén, gritadle:
que está pagado su crimen…" Is 40,1
Otra vez esperando. Siempre esperando a Godot.