En el relato de la Visitación, san Lucas nos dice que María se fue con prontitud a la ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a su prima Isabel, esposa anciana y estéril. Cuanto Isabel oyó el saludo de María, el niño que tenía en su seno saltó de gozo y ella quedó llena de Espíritu Santo; Isabel exclamó: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿a qué se debe que la madre de mi Señor venga a mí?
María lleva la alegría a la casa de Isabel. Y ella, con su exclamación llena de admiración, nos invita a valorar todo aquello que la presencia de la Virgen trae como don a la vida de cada creyente. La humildad de la Virgen -que el pinto muestra en la mirada serena y sensible de una joven- se manifiesta en nuestros corazones cargados de soberbia para comprender que nuestra actitud debe ser de servicio, de amor, de generosidad. de paciencia...
En este cuadro, pintado para la capilla privada de los Tornabuoni, María se nos muestra como servidora alegre del prójimo, como ejemplo de que el trabajo de cada uno de nosotros hacia quienes nos rodean debe estar presidido por la entrega sin condiciones, el espíritu de la fe y la voluntad de servicio.
Como María, aunque nos cueste o no nos apetezca, aunque estemos cansado o apagados, aunque quienes nos rodean no nos caigan bien o sean diferentes a nosotros, que tengamos el propósito de no detenernos en lo fácil y de convertir nuestras vidas en un servicio sin concesiones a los demás. Que en todos resida el alma de María para glorificar al Señor.
ORACIÓN
Danos María, poseer tu amor encendido, tu entrega diligente y humilde, tu generosa actitud de servicio a los demás.