Un mural de cerámica con acabado metálico recuerda desde ayer en la plaza de España la brava actitud de los burgaleses, que hicieron frente al invasor francés días antes del 2 de mayo de 1808
A. G. / Burgos
Algunas de las primeras víctimas de los invasores franceses en la España de 1808 fueron burgalesas y cayeron días antes del célebre 2 de mayo madrileño. Los vecinos llevaban tiempo padeciendo los abusos de las tropas que se acantonaron por estas tierras y fueron a contárselo al marqués de la Granja, a la sazón, representante del Gobierno. Como tal señor estuviera alojado en el palacio episcopal, allá que se acercaron a protestar. Nunca lo hicieran. Los soldados galos dispararon contra la muchedumbre concentrada y mataron a tres personas, a las que se recuerda en una placa en el Arco de Santa María. Era el 18 de abril.
202 años después, el Ayuntamiento ha querido recordar aquellos acontecimientos y a todos los héroes anónimos que plantaron cara al francés, y lo ha hecho como mejor sabe hacerlo: Con un mural de cerámica en acabado metálico, en este caso obra del escultor cántabro Juan José Revuelta que fue inaugurado ayer por la mañana. El alcalde presidió el momento en el que la pieza veía la luz. A la vez, sonaron disparos y la Marcha Radetzky.
Entre estos detalles de ambiente y los elegantes uniformes de época, se mascaba la Historia. Y es que los miembros de la Asociación de Amigos del Museo Militar de Burgos se pusieron las ropas del Regimiento de Infantería de Burgos y los de la Asociación de Amigos del Museo de Historia Militar de Valencia, la de los granaderos del Regimiento de Infantería de Valencia y las de los franceses. No faltaba detalle. Por la tarde, además, se realizó una retreta nocturna que recreó la actividad de las tropas que iban recogiendo a los soldados que se quedaban rezagados por las tabernas para llevarlos a los cuarteles.
Tal fue la intensidad del evento matutino que hasta las palabras que dirigió Aparicio a los presentes resultaron más enardecidas que de costumbre: «Aquellos años fueron durísimos, difíciles y dejaron una inolvidable huella en Burgos que, no en vano, fue pionera y precursora de esa revolución de identidad, de ese destino de preservar a España tal y como la conocemos».
Sus palabras no desmerecieron las dedicatorias que pueden leerse a los pies del mural: «(...) a los que lucharon sobre el suelo de nuestra provincia o lejos de ella siendo sus hijos por la independencia de toda la nación». «A los paisanos anónimos que abandonaron todo para luchar contra el tirano junto a los jefes guerrilleros (...)».
A. G. / Burgos
Algunas de las primeras víctimas de los invasores franceses en la España de 1808 fueron burgalesas y cayeron días antes del célebre 2 de mayo madrileño. Los vecinos llevaban tiempo padeciendo los abusos de las tropas que se acantonaron por estas tierras y fueron a contárselo al marqués de la Granja, a la sazón, representante del Gobierno. Como tal señor estuviera alojado en el palacio episcopal, allá que se acercaron a protestar. Nunca lo hicieran. Los soldados galos dispararon contra la muchedumbre concentrada y mataron a tres personas, a las que se recuerda en una placa en el Arco de Santa María. Era el 18 de abril.
202 años después, el Ayuntamiento ha querido recordar aquellos acontecimientos y a todos los héroes anónimos que plantaron cara al francés, y lo ha hecho como mejor sabe hacerlo: Con un mural de cerámica en acabado metálico, en este caso obra del escultor cántabro Juan José Revuelta que fue inaugurado ayer por la mañana. El alcalde presidió el momento en el que la pieza veía la luz. A la vez, sonaron disparos y la Marcha Radetzky.
Entre estos detalles de ambiente y los elegantes uniformes de época, se mascaba la Historia. Y es que los miembros de la Asociación de Amigos del Museo Militar de Burgos se pusieron las ropas del Regimiento de Infantería de Burgos y los de la Asociación de Amigos del Museo de Historia Militar de Valencia, la de los granaderos del Regimiento de Infantería de Valencia y las de los franceses. No faltaba detalle. Por la tarde, además, se realizó una retreta nocturna que recreó la actividad de las tropas que iban recogiendo a los soldados que se quedaban rezagados por las tabernas para llevarlos a los cuarteles.
Tal fue la intensidad del evento matutino que hasta las palabras que dirigió Aparicio a los presentes resultaron más enardecidas que de costumbre: «Aquellos años fueron durísimos, difíciles y dejaron una inolvidable huella en Burgos que, no en vano, fue pionera y precursora de esa revolución de identidad, de ese destino de preservar a España tal y como la conocemos».
Sus palabras no desmerecieron las dedicatorias que pueden leerse a los pies del mural: «(...) a los que lucharon sobre el suelo de nuestra provincia o lejos de ella siendo sus hijos por la independencia de toda la nación». «A los paisanos anónimos que abandonaron todo para luchar contra el tirano junto a los jefes guerrilleros (...)».