Celebramos el domingo de Pascua. Pascua significa "paso"; celebramos el paso de Jesús de la muerte a la vida.
Que Jesucristo ha resucitado quiere decir:
- Que hay otra vida para siempre y que donde va Jesús iremos los que estamos incorporados a él por el bautismo. Cristo es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia, y donde está la cabeza -en el cielo- iremos también los miembros de su cuerpo.
- Que Dios Padre, al resucitar a su Hijo, le da la razón. No tienen razón quienes le crucificaron, no fueron justos; es su Hijo Jesús quien tiene razón en sus palabras y en sus actos.
- Que para llegar a la otra vida hay que seguir el camino que nos indicó Jesús, intentando imitarle en nuestra vida.
Por eso la celebración de hoy es una expresión de esa transformación que opera la resurrección de Jesús:
- Los apóstoles pasan del miedo a los judíos a dar testimonio valiente de Jesucristo, muerto y resucitado. Escuchábamos en la primera lectura como San Pedro predica con valentía que Jesús, a quien crucificaron los judíos, ha resucitado.
- Los apóstoles pasan de la incredulidad a la fe: vieron - el sepulcro vacío - y creyeron.
- Los cristianos pasamos de una vida antigua a la vida nueva: vivir como Hijos de Dios resucitados, escuchábamos en la segunda lectura.
- Y todos estos cambios porque Jesús ha pasado de la cruz a la resurrección. Este es el camino: de la muerte a la vida.
Es difícil vivir desde la resurrección si antes no hemos muerto con Cristo: Viviendo el fracaso profundo, el vacío y el sin sentido total, la muerte de la vida y la esperanza en la muerte concreta, el silencio frío, la contradicción interior, las limitaciones...
"Allí donde se estrellan todas las esperanzas humanas, allí precisamente empieza la esperanza de los creyentes" (Moltmann).
Allí donde todo se hace oscuridad y muerte, Jesús pone hoy la semilla de su vida..."De lo que ere nuestra ruina, has hecho, Señor, causa de nuestra salvación". (Prefacio)
Quizá nos resulte difícil comprender la resurrección y aceptarla en nuestra vida por que:
- si creemos en la resurrección, que hay otra vida para siempre, tenemos que aceptar que esta vida se acaba, que aquí estamos de paso.
- si creemos en la resurrección, que la muerte produce vida, que para que el grano produzca fruto debe morir, tenemos que aceptar todos los momentos negativos (momentos de desesperación, de derrota, de olvido personal) igual que aceptamos los momentos positivos.
- La sociedad en que vivimos se caracteriza, entre otras cosas, por rechazar todo lo que supone esfuerzo, sacrificio, dolor, renuncia... porque se ven como momentos inútiles de la vida. Así es difícil aceptar la resurrección, porque no se acepta plenamente la muerte.
Creemos en la resurrección por el testimonio de los apóstoles, nos fiamos de ellos; pero también porque nosotros hemos tenido algún anticipo de la resurrección, cuando del fracaso ha surgido la luz, por ejemplo.
Señor,
el silencio blindado
se hizo poco a poco palabra.
La soledad que me apretó el pecho
en un abrazo de angustia,
se reveló en una presencia.
En el fondo de la contradicción brotó
alegría de primavera.
En la contemplación del pobre
me descubrí más pleno.
El saqueado de este mundo
me colmó de fuerzas y de preguntas
para andar mañana.
La atadura a mi límite
me dió una nueva libertad para amar.
En el fondo de toda situación encadenada
mana una fuente inagotable
de vida y libertad,
ahí mismo donde nos paralizan o provocan
para alimentar la muerte.
El silencio, la soledad, la contradicción,
el límite, la opresión y la muerte
son salvados desde dentro,
desde el fondo de su debilidad,
donde tú, Señor de la historia,
te has hecho carne oprimida en nuestros abismos,
en lo más dentro de nosotros mismos.
¡La luz de Cristo que resucita glorioso disipe las tinieblas del corazón y del espíritu!
Que Jesucristo ha resucitado quiere decir:
- Que hay otra vida para siempre y que donde va Jesús iremos los que estamos incorporados a él por el bautismo. Cristo es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia, y donde está la cabeza -en el cielo- iremos también los miembros de su cuerpo.
- Que Dios Padre, al resucitar a su Hijo, le da la razón. No tienen razón quienes le crucificaron, no fueron justos; es su Hijo Jesús quien tiene razón en sus palabras y en sus actos.
- Que para llegar a la otra vida hay que seguir el camino que nos indicó Jesús, intentando imitarle en nuestra vida.
Por eso la celebración de hoy es una expresión de esa transformación que opera la resurrección de Jesús:
- Los apóstoles pasan del miedo a los judíos a dar testimonio valiente de Jesucristo, muerto y resucitado. Escuchábamos en la primera lectura como San Pedro predica con valentía que Jesús, a quien crucificaron los judíos, ha resucitado.
- Los apóstoles pasan de la incredulidad a la fe: vieron - el sepulcro vacío - y creyeron.
- Los cristianos pasamos de una vida antigua a la vida nueva: vivir como Hijos de Dios resucitados, escuchábamos en la segunda lectura.
- Y todos estos cambios porque Jesús ha pasado de la cruz a la resurrección. Este es el camino: de la muerte a la vida.
Es difícil vivir desde la resurrección si antes no hemos muerto con Cristo: Viviendo el fracaso profundo, el vacío y el sin sentido total, la muerte de la vida y la esperanza en la muerte concreta, el silencio frío, la contradicción interior, las limitaciones...
"Allí donde se estrellan todas las esperanzas humanas, allí precisamente empieza la esperanza de los creyentes" (Moltmann).
Allí donde todo se hace oscuridad y muerte, Jesús pone hoy la semilla de su vida..."De lo que ere nuestra ruina, has hecho, Señor, causa de nuestra salvación". (Prefacio)
Quizá nos resulte difícil comprender la resurrección y aceptarla en nuestra vida por que:
- si creemos en la resurrección, que hay otra vida para siempre, tenemos que aceptar que esta vida se acaba, que aquí estamos de paso.
- si creemos en la resurrección, que la muerte produce vida, que para que el grano produzca fruto debe morir, tenemos que aceptar todos los momentos negativos (momentos de desesperación, de derrota, de olvido personal) igual que aceptamos los momentos positivos.
- La sociedad en que vivimos se caracteriza, entre otras cosas, por rechazar todo lo que supone esfuerzo, sacrificio, dolor, renuncia... porque se ven como momentos inútiles de la vida. Así es difícil aceptar la resurrección, porque no se acepta plenamente la muerte.
Creemos en la resurrección por el testimonio de los apóstoles, nos fiamos de ellos; pero también porque nosotros hemos tenido algún anticipo de la resurrección, cuando del fracaso ha surgido la luz, por ejemplo.
Señor,
el silencio blindado
se hizo poco a poco palabra.
La soledad que me apretó el pecho
en un abrazo de angustia,
se reveló en una presencia.
En el fondo de la contradicción brotó
alegría de primavera.
En la contemplación del pobre
me descubrí más pleno.
El saqueado de este mundo
me colmó de fuerzas y de preguntas
para andar mañana.
La atadura a mi límite
me dió una nueva libertad para amar.
En el fondo de toda situación encadenada
mana una fuente inagotable
de vida y libertad,
ahí mismo donde nos paralizan o provocan
para alimentar la muerte.
El silencio, la soledad, la contradicción,
el límite, la opresión y la muerte
son salvados desde dentro,
desde el fondo de su debilidad,
donde tú, Señor de la historia,
te has hecho carne oprimida en nuestros abismos,
en lo más dentro de nosotros mismos.
¡La luz de Cristo que resucita glorioso disipe las tinieblas del corazón y del espíritu!
Sobre imágenes de árboles en flor en las calles de Zaragoza, el propio Juan Segura, en chorma-key, nos habla de la alegría de la Resurrección de Jesucristo para www.elcantarodesicar.com
DOMINGO DE PASCUA. Pbro. Lic. José Luis Aguilera Cruz aguileracruz@yahoo.com.mx
Debía resucitar de entre los muertos
MARÍA MAGDALENA.
Estamos ante una mujer que siguió a Jesús hasta sus últimos momentos, recordemos que de ella dice la Escritura, habían salido siete demonios (Lc 8, 2) lo que quiere decir que era una mujer muy pecadora, con el superlativo subrayado, el número siete significa algo completo, si se trataba de maldad que llamaran a Magdalena, pero se encontró con Jesús y fuera toda la maldad, fue otra, fue una mujer nueva de modo que fue más valiente que los apóstoles, mientras ellos huían y su maestro moría, ella estaba con María la madre de Jesús al pie de la cruz (Jn 19, 25). El evangelio de este domingo de Pascua inicia en la madrugada del día de la resurrección, con María Magdalena sola, ante la tumba con la piedra removida, y va a dar una noticia pero un tanto dispersa, ella es portadora de una opinión del pasado Se han llevado el cuerpo del Señor y no sabemos donde lo habrá puesto (ver Jn 20, 1-2).
PEDRO Y JUAN.
Personajes que no necesitan presentación, son los primero discípulos llamados junto a Santiago y Andrés según el evangelio de san Marcos (Mc 1, 16-20); y desde ese momento son inseparables del maestro que los llama aún en los momentos más íntimos del Señor como en el momento de la transfiguración (Lc 9, 28), en su agonía en el monte de los olivos (Mc 14, 33); mientras Jesús sufría el juicio, estos dos apóstoles estaban ahí también en el pretorio (Jn 18, 15); en este evangelio a Juan se le llama por su nombre como también con el nombre de discípulo, como el texto que hoy leemos Jn 20, 1-9; en nuestro texto nunca se le llamará Juan, sino discípulo, el que Jesús amaba v. 2 o el otro discípulo vv. 3. 4. 8.
PEDRO EL VIEJO.
Pedro el amigo; el que se rajó a la mera hora, el que con todo y pena, con todo y lágrimas (Lc 22, 62) seguía a Jesús, junto a Juan recibe la noticia de la ausencia del cuerpo de Jesús y claro que le interesa lo que pasa con el cuerpo de su amigo, por eso corre v. 4, ¿has corrido por un amigo? Pedro y Juan lo hicieron, cuando pasa eso, uno no piensa en otras cosas, hay que actuar y ya; pero Pedro era más viejo, así que no le aguantó el paso al otro discípulo, pero cuando Pedro llega al sepulcro, es el primero en entrar v. 6, se cumplió eso de que el último es el primero. ¿Cómo debió ser esa experiencia?, entrar al lugar donde recién ha resucitado Jesús, debió ser ¡lo máximo! esa experiencia es la que trata de comunicarnos el evangelista en esta narración.
JUAN EL JOVEN.
Lo que el autor del evangelio que se supone es el mismo Juan, intenta hacer es que creamos a través de la experiencia de estos dos discípulos, Juan llega primero al sepulcro, ve los lienzos en el suelo v. 5, pero espera a que llegue y entre Pedro, para indicar su lugar entre ellos, al entrar Juan y ver lo mismo que había visto Pedro: los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte vv. 6b-7. La experiencia de Juan él mismo la resume así: vio y creyó v. 8b. Imagina esta escena y contágiate de la fe de Juan, mira con sus ojos y cree con su fe. Acepta a Jesús resucitado en tu corazón como lo aceptó Juan, todo lo que antes había vivido encontró sentido en el sepulcro vacío con la escena de los lienzos y el sudario. Déjate contagiar de su fe y se lo logras puedes contagiar de tu fe a los tuyos o a otros hermanos que lo necesitan.
Debía resucitar de entre los muertos
MARÍA MAGDALENA.
Estamos ante una mujer que siguió a Jesús hasta sus últimos momentos, recordemos que de ella dice la Escritura, habían salido siete demonios (Lc 8, 2) lo que quiere decir que era una mujer muy pecadora, con el superlativo subrayado, el número siete significa algo completo, si se trataba de maldad que llamaran a Magdalena, pero se encontró con Jesús y fuera toda la maldad, fue otra, fue una mujer nueva de modo que fue más valiente que los apóstoles, mientras ellos huían y su maestro moría, ella estaba con María la madre de Jesús al pie de la cruz (Jn 19, 25). El evangelio de este domingo de Pascua inicia en la madrugada del día de la resurrección, con María Magdalena sola, ante la tumba con la piedra removida, y va a dar una noticia pero un tanto dispersa, ella es portadora de una opinión del pasado Se han llevado el cuerpo del Señor y no sabemos donde lo habrá puesto (ver Jn 20, 1-2).
PEDRO Y JUAN.
Personajes que no necesitan presentación, son los primero discípulos llamados junto a Santiago y Andrés según el evangelio de san Marcos (Mc 1, 16-20); y desde ese momento son inseparables del maestro que los llama aún en los momentos más íntimos del Señor como en el momento de la transfiguración (Lc 9, 28), en su agonía en el monte de los olivos (Mc 14, 33); mientras Jesús sufría el juicio, estos dos apóstoles estaban ahí también en el pretorio (Jn 18, 15); en este evangelio a Juan se le llama por su nombre como también con el nombre de discípulo, como el texto que hoy leemos Jn 20, 1-9; en nuestro texto nunca se le llamará Juan, sino discípulo, el que Jesús amaba v. 2 o el otro discípulo vv. 3. 4. 8.
PEDRO EL VIEJO.
Pedro el amigo; el que se rajó a la mera hora, el que con todo y pena, con todo y lágrimas (Lc 22, 62) seguía a Jesús, junto a Juan recibe la noticia de la ausencia del cuerpo de Jesús y claro que le interesa lo que pasa con el cuerpo de su amigo, por eso corre v. 4, ¿has corrido por un amigo? Pedro y Juan lo hicieron, cuando pasa eso, uno no piensa en otras cosas, hay que actuar y ya; pero Pedro era más viejo, así que no le aguantó el paso al otro discípulo, pero cuando Pedro llega al sepulcro, es el primero en entrar v. 6, se cumplió eso de que el último es el primero. ¿Cómo debió ser esa experiencia?, entrar al lugar donde recién ha resucitado Jesús, debió ser ¡lo máximo! esa experiencia es la que trata de comunicarnos el evangelista en esta narración.
JUAN EL JOVEN.
Lo que el autor del evangelio que se supone es el mismo Juan, intenta hacer es que creamos a través de la experiencia de estos dos discípulos, Juan llega primero al sepulcro, ve los lienzos en el suelo v. 5, pero espera a que llegue y entre Pedro, para indicar su lugar entre ellos, al entrar Juan y ver lo mismo que había visto Pedro: los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte vv. 6b-7. La experiencia de Juan él mismo la resume así: vio y creyó v. 8b. Imagina esta escena y contágiate de la fe de Juan, mira con sus ojos y cree con su fe. Acepta a Jesús resucitado en tu corazón como lo aceptó Juan, todo lo que antes había vivido encontró sentido en el sepulcro vacío con la escena de los lienzos y el sudario. Déjate contagiar de su fe y se lo logras puedes contagiar de tu fe a los tuyos o a otros hermanos que lo necesitan.