Todavía en tierras burgalesas, los peregrinos se encuentran los restos del antiguo convento de San Antón de Castrojeriz, que perteneció a la Orden Hospitalaria de los Antonianos, especializados en curar enfermedades contagiosas y, sobre todo, el mal conocido como “Fuego de San Antón”, muy extendido en la Edad Media y que estaba producido por el cornezuelo, un hongo que se encontraba en el centeno.
San Antón, patrón de esta orden, nació en Egipto en el año 25 1 d.C. Fue un monje cristiano que, cuando tenía veinte años, vendió todas sus propiedades, entregó el dinero a los pobres y se retiró a hacer una vida austera.
Vivió 105 años, la mayor parte en completa soledad. Un día, mientras llevaba vida de eremita en el desierto, descubrió mediante una visión que cerca de allí había un hombre que llevaba más tiempo de retiro que él.
Entonces, fue en su búsqueda guiado por tres seres: el primero un centauro; el segundo un sátiro con cuerpo de hombre y patas de cabra; y el tercero un lobo que lo acompañó hasta el anacoreta, junto al que convivió algún tiempo, alimentándose de hierbas, raíces y un pan que cada día les traía un cuervo en su pico.
Pasados unos años, decidió volver a su soledad, pero un día, vio la figura de unos ángeles que se llevaban a su antiguo compañero, y comprendió que éste había muerto.
Volvió entonces para enterrarlo y, allí, encontró una pareja de eones, que le ayudaron a abrir una piedra donde depositaron, para siempre, el cuerpo de su amigo.
San Antón, patrón de esta orden, nació en Egipto en el año 25 1 d.C. Fue un monje cristiano que, cuando tenía veinte años, vendió todas sus propiedades, entregó el dinero a los pobres y se retiró a hacer una vida austera.
Vivió 105 años, la mayor parte en completa soledad. Un día, mientras llevaba vida de eremita en el desierto, descubrió mediante una visión que cerca de allí había un hombre que llevaba más tiempo de retiro que él.
Entonces, fue en su búsqueda guiado por tres seres: el primero un centauro; el segundo un sátiro con cuerpo de hombre y patas de cabra; y el tercero un lobo que lo acompañó hasta el anacoreta, junto al que convivió algún tiempo, alimentándose de hierbas, raíces y un pan que cada día les traía un cuervo en su pico.
Pasados unos años, decidió volver a su soledad, pero un día, vio la figura de unos ángeles que se llevaban a su antiguo compañero, y comprendió que éste había muerto.
Volvió entonces para enterrarlo y, allí, encontró una pareja de eones, que le ayudaron a abrir una piedra donde depositaron, para siempre, el cuerpo de su amigo.
Vistas de las ruínas del monasterio de San Antón y su albergue ilustradas con la canción "El bolero de San Antón"
Una de las construcciones más hermosas que puedes ver en el Camino de Santiago.