viernes, 30 de octubre de 2009

Una entrega a la labor bien hecha

No sé por qué será pero los cuadros que más me atraen de Vermeer son los que más se alejan de su técnica pictórica habitual. Pintor célebre por sus interiores, suele utilizar escenas de la vida cotidiana como disculpas para titular sus particulares visiones de la realidad. En La hilandera la cercanía de la figura se convierte en toda una excepción; y la diferencia reside precisamente en lo que el pintor nos quiere mostrar, que no es una escena sino una entrega a la labor bien hecha.

En el mundo actual el camino de la santidad a través del trabajo cotidiano es una de las máximas que todo cristiano debe seguir. El trabajo es camino de santidad, pero también es una vía que nos conduce al pecado. El trabajo es bueno en la medida que nos permite volcarnos en la realidad, y es malo en cuanto su práctica se convierte en obsesión, cuando pasa de ser un medio a ser un fin, cuando no es el camino que nos lleva a Cristo sino que nos aleja de él porque cerramos las puertas, ya no solo a Dios, sino también a la familia, a nuestros seres queridos y a nosotros mismos.

El trabajo permite que demostremos, no nuestra valía sino nuestro esfuerzo y dedicación. La valoración por el Padre en ningún caso se guiará por los aberrantes criterios comerciales que han sometido a nuestro mundo a la inhumana dictadura de la productividad. No estamos en una guerra en la que la recompensa está para los que más hayan producido; la verdadera victoria reside en entender la finalidad de nuestro trabajo. No se nos juzgará por los talentos que hayamos obtenido, sino por la manera en la que los hemos hecho. El buen trabajador es el que conoce su huerta, el que disfruta en el día a día, el que contagia la felicidad a sus compañeros, el que respeta las reglas del juego, el que no busca únicamente la recompensa material.

El buen trabajador es el que se entrega en cuerpo y alma, el que pone los cinco sentidos en lo que está haciendo, el que contagia la misma sensación de laboriosidad que la joven hilandera. Si nos fijamos bien no vemos lo que está haciendo, no conocemos la obra que está creando, pero por su rostro sabemos que aunque aún esté empezando, ya ha triunfado. Ese debe ser nuestro secreto, trabaja con laboriosidad y siempre estará bien hecho.







ORACIÓN:

Señor, me entrego a ti con fidelidad y sincero corazón.