Probablemente sea el cuadro más famoso del pintor holandés Veermer. Pero además de famoso es uno de los más interesantes porque se aleja del resto de su producción pictórica. Detallista hasta el máximo, en esta obra Veermer abandona su técnica habitual, deja de lado su devoción sintética para seguir la línea de ruptura a la que también recurre Rembrant en algunos de sus retratos anónimos.
La muchacha con perla ha inspirado a literatos y artistas de toda clase. Muchos han querido ver más allá del cuadro, pero yo prefiero quedarme con lo más cercano. Vermeer no retrató a esta joven, la insinuó, y lo hizo fijando no el detalle sino el espíritu y la sensación que transmitía. Los diversos intentos por descubrir quien es esta adolescente han dado bandazos en todas las direcciones, pero lo que para mí debería ser unánime es la sensación de serenidad que contagia. Puede ser tanto una joven agricultora como la hija de un acaudalado comerciante, lo único que sabemos es que disfruta de una paz interior que se transmite al exterior, y que en cierta manera contagia a todos cuantos contemplamos la pintura.
Esta es la clave de la felicidad, la serenidad; si estás bien contigo mismo estás bien con los demás. No hagas al prójimo lo que no quieras que te hagan a ti, haz con ellos lo que te gustaría que ellos hicieran contigo. La fórmula aparenta ser fácil, pero su puesta en práctica es una compleja operación alquímica que, como todo específico espiritual, no debe actuar sobre el fin sino sobre la causa. El hombre que es feliz transmite felicidad, el que no lo es, por mucho que lo pretenda, es incapaz de hacerlo. Este debe ser nuestro secreto, el mismo que el de la muchacha de la perla. Cuida tu serenidad y estarás fomentando la felicidad entre los que te rodean.
ORACIÓN:
Haz, Señor, que permanezcamos en tu Amor, buscando tu voluntad. Ayúdanos para que resistamos en la tentación, aguantemos en la tribulación y te demos gracias en la prosperidad.
La muchacha con perla ha inspirado a literatos y artistas de toda clase. Muchos han querido ver más allá del cuadro, pero yo prefiero quedarme con lo más cercano. Vermeer no retrató a esta joven, la insinuó, y lo hizo fijando no el detalle sino el espíritu y la sensación que transmitía. Los diversos intentos por descubrir quien es esta adolescente han dado bandazos en todas las direcciones, pero lo que para mí debería ser unánime es la sensación de serenidad que contagia. Puede ser tanto una joven agricultora como la hija de un acaudalado comerciante, lo único que sabemos es que disfruta de una paz interior que se transmite al exterior, y que en cierta manera contagia a todos cuantos contemplamos la pintura.
Esta es la clave de la felicidad, la serenidad; si estás bien contigo mismo estás bien con los demás. No hagas al prójimo lo que no quieras que te hagan a ti, haz con ellos lo que te gustaría que ellos hicieran contigo. La fórmula aparenta ser fácil, pero su puesta en práctica es una compleja operación alquímica que, como todo específico espiritual, no debe actuar sobre el fin sino sobre la causa. El hombre que es feliz transmite felicidad, el que no lo es, por mucho que lo pretenda, es incapaz de hacerlo. Este debe ser nuestro secreto, el mismo que el de la muchacha de la perla. Cuida tu serenidad y estarás fomentando la felicidad entre los que te rodean.
ORACIÓN:
Haz, Señor, que permanezcamos en tu Amor, buscando tu voluntad. Ayúdanos para que resistamos en la tentación, aguantemos en la tribulación y te demos gracias en la prosperidad.