Rafael de Sanzio fue un pintor que realizó numerosas telas consagradas a la Sagrada Familia. La mayoría de sus composiciones tienen como tema central a la Virgen con el Niño y a san Juan, ordenados en el cuadro a modo de pirámide, siguiendo el estilo que Leonardo impuso en Florencia. Esta composición triangular tiene un suave giro helicoidal en el cuerpo de la Virgen presentando una preciosista distribución de los volúmenes.
Rafael es un pintor que sabe jugar con la transición entre la luz y la sombra. Las tiernas figuras que aparecen en esta obra – una de mis preferidas del pintor – se sitúan ante un paisaje tratado minuciosamente donde destaca un lago de la región de Umbría, de donde era originario el maestro.
El rostro de la Madonna irradia una delicadeza extraordinaria y la luz baña los cuerpos rellenitos de los dos niños, que contrastan con el manto más oscuro de la Virgen.
Es una obra que me llama la atención por cómo Rafael logró dejar constancia de la intimidad de la familia, tema muy recurrente del Humanismo renacentista. La naturalidad de la Virgen, su bella expresión, sus gestos, denotan amor de Madre. Para llegar a ser la mejor madre hay que tener paciencia con uno mismo, paz interior, generosidad y entrega. Confiar en el propio instinto para saber lo que le conviene a una misma y lo que es mejor para cada miembro de la familia. Sólo una madre es capaz de saber cuáles son las necesidades del marido y de los hijos. Sólo una madre es capaz de enseñar con el ejemplo, educar con alegría buscando caminos para dar amor, recogimiento y ánimo. Ser tolerante y comprensiva con las diferencias. Escuchar con respeto y buen consejo. Administrar las necesidades y las cualidades del marido y de los hijos. Sólo una madre es capaz de dejar espacios abiertos a la comunicación en la familia. Mantener un espacio vital y agradable donde impere la unión y la alegría. La maternidad exige mucho pero los frutos son abundantes.
Rafael es un pintor que sabe jugar con la transición entre la luz y la sombra. Las tiernas figuras que aparecen en esta obra – una de mis preferidas del pintor – se sitúan ante un paisaje tratado minuciosamente donde destaca un lago de la región de Umbría, de donde era originario el maestro.
El rostro de la Madonna irradia una delicadeza extraordinaria y la luz baña los cuerpos rellenitos de los dos niños, que contrastan con el manto más oscuro de la Virgen.
Es una obra que me llama la atención por cómo Rafael logró dejar constancia de la intimidad de la familia, tema muy recurrente del Humanismo renacentista. La naturalidad de la Virgen, su bella expresión, sus gestos, denotan amor de Madre. Para llegar a ser la mejor madre hay que tener paciencia con uno mismo, paz interior, generosidad y entrega. Confiar en el propio instinto para saber lo que le conviene a una misma y lo que es mejor para cada miembro de la familia. Sólo una madre es capaz de saber cuáles son las necesidades del marido y de los hijos. Sólo una madre es capaz de enseñar con el ejemplo, educar con alegría buscando caminos para dar amor, recogimiento y ánimo. Ser tolerante y comprensiva con las diferencias. Escuchar con respeto y buen consejo. Administrar las necesidades y las cualidades del marido y de los hijos. Sólo una madre es capaz de dejar espacios abiertos a la comunicación en la familia. Mantener un espacio vital y agradable donde impere la unión y la alegría. La maternidad exige mucho pero los frutos son abundantes.
ORACIÓN:Dios todopoderoso, que por la maternidad virginal de María entregaste a los hombres los bienes de la salvación, concédenos experimentar la intercesión materna de la que nos ha dado a tu Hijo Jesucristo, el autor de la vida.