El Apóstol Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo y Salomé, y hermano de Juan el Evangelista, fue pescador hasta que conoció a Jesús y decidió seguirlo. El propio Jesús le encargó la misión de difundir su doctrina por occidente y, así llegó a Hispania, territorio en el que pasó algún tiempo predicando.
Tras una temporada por estas tierras, decidió volver a Jerusalén, donde Herodes Agripa lo arrestó, lo sometió a martirio y lo hizo decapitar hacia el año 44 d.C.
Entonces, dos de sus discípulos, Atanasio y Teodoro, recogieron apresuradamente sus restos y huyeron en una barca sin timón ni velas, en un aventurado viaje totalmente a la deriva. Así, tras cruzar el Mediterráneo, el estrecho de Gibraltar y recorrer la costa portuguesa, llegaron a la costa de Galicia, cerca de la localidad de Iria Flavio, a un lugar que hoy se llama Padrón, por la piedra o “pedrón” donde amarraron la barca. Después fueron a pedirle permiso para enterrar el cuerpo a una reina pagana conocida por el nombre de Lupa, que gobernaba en aquel lugar. Ésta les entregó dos toros bravos para trasladarlo y los discípulos consiguieron amansarlos.
Después les hicieron tirar de la carreta con los restos de Santiago, hasta que los animales cayeron agotados.
En aquel preciso lugar, enterraron a su maestro.
Después, Teodoro y Atanasio permanecieron cuidando la tumba hasta que ambos murieron, y sus cuerpos fueron enterrados allí mismo, junto a su mentor.
Tras una temporada por estas tierras, decidió volver a Jerusalén, donde Herodes Agripa lo arrestó, lo sometió a martirio y lo hizo decapitar hacia el año 44 d.C.
Entonces, dos de sus discípulos, Atanasio y Teodoro, recogieron apresuradamente sus restos y huyeron en una barca sin timón ni velas, en un aventurado viaje totalmente a la deriva. Así, tras cruzar el Mediterráneo, el estrecho de Gibraltar y recorrer la costa portuguesa, llegaron a la costa de Galicia, cerca de la localidad de Iria Flavio, a un lugar que hoy se llama Padrón, por la piedra o “pedrón” donde amarraron la barca. Después fueron a pedirle permiso para enterrar el cuerpo a una reina pagana conocida por el nombre de Lupa, que gobernaba en aquel lugar. Ésta les entregó dos toros bravos para trasladarlo y los discípulos consiguieron amansarlos.
Después les hicieron tirar de la carreta con los restos de Santiago, hasta que los animales cayeron agotados.
En aquel preciso lugar, enterraron a su maestro.
Después, Teodoro y Atanasio permanecieron cuidando la tumba hasta que ambos murieron, y sus cuerpos fueron enterrados allí mismo, junto a su mentor.