miércoles, 29 de abril de 2009

Prólogo

Tan pronto como el rey Alfonso II el Casto tuvo noticias del descubrimiento de la tumba del Apóstol Santiago, se desplazo a visitarla, convirtiéndose así en el primer peregrino de la historia.

Sin contarlo a él, el primero del que se tiene constancia fue Gotescalco, obispo de la ciudad francesa de Le Puy, que viajó con su séquito desde Aquitania en el año 950.

Desde entonces, millones de personas han ido a Compostela y muchas de ellas se han ganado el jubileo, es decir, la indulgencia plenaria para el perdón de los pecados.

Para ello es necesario: peregrinar a Compostela durante el Año Santo; visitar la catedral; rezar alguna oración y, si es posible, asistir a misa; y recibir los sacramentos de penitencia, quince días antes o después, y comunión.

Además, todos aquellos que viajan a Galicia, tienen la oportunidad de visitar el lugar donde se encuentran los restos del único Apóstol enterrado en occidente, a excepción de San Pedro y San Pablo que están en Roma.

Así, desde la antigüedad en que viajaban los peregrinos siguiendo el rastro de la Vía Láctea, que les indicaba el camino a la tumba del Apóstol, hasta nuestros días, llegará gente desde todos los rincones de la cristiandad, convirtiendo a Compostela en el tercer destino de peregrinación cristiana, después de Roma y Jerusalén.

Todos estos peregrinos han ido dejando una huella que, con el paso del tiempo, irá dando lugar a las diferentes rutas que se siguen actualmente.

La más transitada de ellas es la conocida como Camino Francés, que se origina al otro lado de Pirineos y fue muy utilizada en la Edad Media por los peregrinos galos.

El Camino Francés tiene en la Península dos puntos de inicio: Roncesvalles, en Navarra y Somport, en Huesca.

A Roncesvalles llegan tres vías desde Francia: la Podense, desde Le Puy; la Lemovicense, que sale de Vézelaly y pasa por Limoges: y la Turonense, que sale de París y pasa por Tours. Las tres vías se unen en Ostabat, antes de entrar en la Península a través de Valcarlos y Roncesvalles.

A Somport llega desde Francia la vía Tolosana, que parte de Arlés y pasa por Montpellier y Toulouse.

Uno de esos viajeros que realizaron el camino fue el clérigo francés Aymerich Picaud, que lo hizo en el siglo XII. Este personaje pasó a la historia por haber escrito la primera guía que se ha hecho sobre el Camino.

Se trata del “Liber Peregrinationis”, que forma parte del “Liber Sancti Jacobi”, conocido como Codex Calixtinus, un manuscrito compuesto de cinco libros:

El primero, con las liturgias propias del culto al Apóstol.

El segundo, donde se relatan sus milagros.

El tercero, cuenta la llegada de los restos de Santiago a Galicia tras su martirio.

El cuarto, narra las leyendas y proezas de Carlomagno.

El quinto; la guía del peregrino de Aymerich Picaud.

Todo ello va precedido, a modo de prólogo, de una carta del Papa Calixto II, que fue quien mandó componer la obra y quien, en 1122, distinguió al santuario de Compostela proclamando el Año Santo Compostelano.

El Papa Alejandro III lo ratificó en 1179, estableciendo que fuera Año Santo todo aquel en que el 25 de julio, festividad de Santiago, coincidiera en domingo, día en que el obispo Teodomiro descubrió el sepulcro del Apóstol.

El Año Santo Compostelano es también conocido como Año Jacobeo, derivación que viene del nombre de Santiago en francés, Jacques. Esto es debido a que, desde el principio, el culto a Santiago tuvo un profundo arraigo en tierras francesas, y es de allí de donde procede la ruta más importante, el Camino Francés que citamos anteriormente. Además, en la actualidad, es más común encontrarse con la expresión gallega: Xacobeo.

Los peregrinos que recorren el Camino de Santiago tienen la costumbre de recoger en parroquias, cofradías, albergues u otras asociaciones, la Credencial. Es una cartilla que deben cubrir con sus datos personales, la fecha, el lugar de inicio de la ruta y el modo en que la van a realizar, y que deberán ir sellando cada día en algún establecimiento de los sitios por donde van pasando, quedando así constancia de su paso por ese lugar.

Al llegar a su destino, deberán acudir a la Oficina de Acogida al Peregrino, donde les pondrán el último sello y les harán entrega de la Compostela, el certificado oficial de haber realizado el Camino. Para recibirla, hay que acreditar haber recorrido al menos cien kilómetros, ya sea andando, a caballo o en bicicleta.

Todos estos peregrinos que recorren, pueblo a pueblo, el Camino, tienen ocasión de conocer los lugares, sus gentes y sus costumbres, pero, además, la ruta está plagada de historias, personajes y leyendas siguiendo el itinerario del Camino Francés.