jueves, 20 de octubre de 2011

Un monasterio: San Zoilo de Carrión de los Condes

Monasterio San Zoilo. Carrión de los Condes
SI HUBO ALGO PARECIDO A UNA MULTINACIONAL EN LA EDAD MEDIA, ESO FUERON LAS GRANDES ÓRDENES MONÁSTICAS.

Y, entre ellas, la más poderosa e influyente en la época álgida del Camino fue la orden benedictina, los monjes negros, Cluny. Sometida únicamente al papado, algunos de cuyos titulares fueron monjes de su Casa, poder por encima de poderes, y estandarte de la reforma gregoriana, Cluny se empeño en la ruta jacobea como una manera de recuperar el terreno perdido y lograr el control sobre las nuevas tierras y riquezas que prometían los reinos cristianos en formación en toda la península Ibérica, nueva tierra de cruzada y evangelización.

Así pactaron con los monarcas y, pese a la resistencia de gran parte del clero local y no pocas suspicacias de los pobladores a su sombra, reformaron o levantaron nuevos centros monásticos que convertirían en las cabezas de puente de la europeidad ansiada por los reyes hispanos y, con el tiempo, en algunos de los complejos arquitectónicos y terratenientes más soberbios de esta región.

Monasterio San Zoilo. Claustro
Uno de ellos, ejemplo entre otros, es el dedicado a san Zoilo en la ribera del río Carrión, cuya trayectoria también sirve de prototipo: una añeja fundación de los tiempos en que la repoblación hispana se basó en medios propios y precarios, en general vinculado a cultos martiriales locales, que fue revitalizada gracias a una cesión de la nobleza aliada con el rey a favor de la orden benedictina, durante el último cuarto del siglo XI.

Del complejo románico quedan numerosos restos, a menudo redescubiertos con ocasión de obras en la hospedería (como sucedió con una espléndida portada de mármol y pulcros capiteles historiados), pero también descuellan sus obras platerescas, del siglo XVI, como el claustro de Juan de Badajoz el joven, artífice del de San Marcos de León (el Camino seguía siendo entonces senda laboral y artística) y las ampliaciones dieciochescas.

Todo ello refrendo de su labor asistencial y hospitalaria al calor de la milenaria reforma cluniacense. Un taller escultórico, especializado en sarcófagos que han llegado hasta el norte (Campoo) o el este (Villalcázar de Sirga) nos habla del amparo monástico a los oficios artesanales que hoy día consideramos arte, un arte que tuvo en estos cenobios su escenario más apropiado durante los primeros siglos de la peregrinación medieval.