En el momento actual hay una excesiva frivolización de esa hermosa palabra que es el perdón. El perdón puede ser un gesto de gran generosidad, pero para que sea perfecto requiere el arrepentimiento del perdonado. No puede ser un regalo sin más, el perdón sin arrepentimiento puede mostrar la generosidad de quien lo otorga, pero en ningún caso puede juzgarse por su contenido ya que éste se basa en la aceptación.
Uno de los cuadros más interesantes en este sentido es La rendición de Breda, coloquialmente conocida como Las Lanzas. Este lienzo fue pintado por Diego Velásquez para ser colgado en el Salón de Reinos, diseñado por Felipe IV en el Palacio del Buen Retiro de Madrid. El proyecto del soberano era recrear a lo largo de las paredes de la regia estancia alguno de los episodios patrios más gloriosos. La rendición de Breda fue un acontecimiento militar de primer orden. Velásquez lo representó de una manera no habitual, ya que en ningún caso puede calificarse como un cuadro bélico o una recreación victoriosa.
A pesar de las sonrisas de los protagonistas principales, el fondo humeante marcado por la destrucción nos recuerda que estamos en una guerra. En primer planos vemos como Justino de Nasau, gobernador holandés de Breda, le entrega las llaves de la ciudad al general español Ambrosio Spínola. Pero como decía antes no estamos ante la contemplación de generales triunfantes y ejércitos humillados, sino ante el encuentro de dos antiguos enemigos convertidos ya en aliados. El holandés muestra su cerviz en la entrega de las llaves, pero Spínola no las recibe en actitud humillante sino que le recoge con un abrazo como se recoge a un amigo después de perdonarle.
Cristo, a pesar de nuestras incontables ofensas, nos recibe siempre con un amor y un cariño sólo comparable con el del padre. Esa debe ser nuestra actitud ante la petición de perdón, no debemos mostrarnos altivos, ni siquiera benevolentes, sino que en ese mismo momento debemos olvidar cualquier ofensa y convertir el perdón en una exaltación de la amistad. Si así lo hacemos, nuestra recompensa será grande.
ORACIÓN:
Oh Dios, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo, concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna.
Uno de los cuadros más interesantes en este sentido es La rendición de Breda, coloquialmente conocida como Las Lanzas. Este lienzo fue pintado por Diego Velásquez para ser colgado en el Salón de Reinos, diseñado por Felipe IV en el Palacio del Buen Retiro de Madrid. El proyecto del soberano era recrear a lo largo de las paredes de la regia estancia alguno de los episodios patrios más gloriosos. La rendición de Breda fue un acontecimiento militar de primer orden. Velásquez lo representó de una manera no habitual, ya que en ningún caso puede calificarse como un cuadro bélico o una recreación victoriosa.
A pesar de las sonrisas de los protagonistas principales, el fondo humeante marcado por la destrucción nos recuerda que estamos en una guerra. En primer planos vemos como Justino de Nasau, gobernador holandés de Breda, le entrega las llaves de la ciudad al general español Ambrosio Spínola. Pero como decía antes no estamos ante la contemplación de generales triunfantes y ejércitos humillados, sino ante el encuentro de dos antiguos enemigos convertidos ya en aliados. El holandés muestra su cerviz en la entrega de las llaves, pero Spínola no las recibe en actitud humillante sino que le recoge con un abrazo como se recoge a un amigo después de perdonarle.
Cristo, a pesar de nuestras incontables ofensas, nos recibe siempre con un amor y un cariño sólo comparable con el del padre. Esa debe ser nuestra actitud ante la petición de perdón, no debemos mostrarnos altivos, ni siquiera benevolentes, sino que en ese mismo momento debemos olvidar cualquier ofensa y convertir el perdón en una exaltación de la amistad. Si así lo hacemos, nuestra recompensa será grande.
ORACIÓN:
Oh Dios, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo, concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna.