domingo, 17 de junio de 2012

Todo se lo exponía con parábolas

Los árboles y el resto de plantas no se quejan ni entonan canto de triunfo; su progreso viene definido en lo que llevan dentro desde sus comienzos como semilla. Si ese proyecto incoado se encuentra con las condiciones favorables, un día podremos encontrar en ellos nidos de pájaros y espigas para la cosecha, pero no antes. La espiga no puede venir adelantada, pues rompería el tallo aún tierno y tampoco las aves pueden anidar en el arbusto de la mostaza inmaduro, porque troncharían sus ramas recientes.

El Maestro nos invita a color de trigo y de arbusto para explicar el Reino; como cuando a los niños se les da un papel con un contorno dibujado para que ellos lo coloreen en su interior a su gusto. Habrá variedad de color, con rayas a borbotones, pero no dejará de verse la casa o el perro o el globo... Así las parábolas acercan lo grande a los pequeños con el armazón evangélico y el color de la mente y corazón propios. También los profetas recurrían a los ejemplos de lo cotidiano, como aparece Ezequiel en la lectura que acompaña a este evangelio. El brote arrancado de las ramas más altas se convertirá en un gran cedro para humillar a los árboles altos. Donde pone rama tierna, veamos a Israel, y donde dice árboles altos, entendamos a las otras naciones. También puede interpretarse como el triunfo de los humildes de Dios sobre los poderosos.

Nos detenemos un momento en las parábolas del evangelio y su relación con el Reino. En las dos imágenes de Jesús se habla de proceso: lo pequeño en forma de semilla produce lo grande en forma de espiga o arbusto. El contenido de cuanto tiene que llegar a ser una y otra pepita, de trigo o de mostaza, está ahí mismo condensado; de fuera vendrá acción para favorecerlo o retrasarlo e incluso frustrarlo, pero sin que se le pueda añadir nada más a lo que desde el principio está relatado en el silencio de la semilla.


La semilla (no nos dice de qué, pero parece seguro que es cereal) que crece sola: al sembrador le corresponde sembrar y la aparición del brote y su crecimiento escapa a su ministerio. Pertenece al misterio propio de la semilla. El esfuerzo del sembrador estaba en la siembra y el resto queda a merced de la propia naturaleza del grano. Además, el proceso sigue un orden donde cada momento del desarrollo llega a su tiempo hasta que finalmente sucede la siega. El fin de la semilla inicial fue producir más granos, de los que la mayor parte de ellos se destinarán a la nutrición y una pequeña para la nueva siembra.

La semilla de la mostaza contrasta con su obra

final, el arbusto con dimensiones de árbol. El árbol dará también alimento, pero no solo, también reposo y cobijo de pájaros. El ave entenderá la semilla de mostaza como alimento, pero cuando se encuentra con el arbusto, le sirve para anidar. Lo diminuto pasaba desapercibido vulnerable e insignificante, a no ser que uno repare el fin que tiene contenido dentro. Aunque los pájaros no sean conscientes y, al comerse una semilla de mostaza, se coman todo un arbusto productor de semillas, los que cuidan el huerto serán los que, conscientes de la grandeza latente del grano, velarán para que cumpla su destino a su tiempo. Lo que era uno solo, dará mucho.

A esto se parece el Reino de los Cielos: grandeza en lo pequeño, proceso paulatino pero cierto, misterio que escapa a la acción del hombre, multiplicación en el fruto.










Evangelio según San Marcos 4,26-34.

Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra:
sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.
La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.
Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".
También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?
Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.
No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.






















El Evangelio de san Marcos subraya el ritmo lento y el comienzo modesto de la Palabra de Dios que se siembra en el corazón del hombre. Jesús es el sembrador y cuantos lo escuchamos, somos tierra que habrá de fructificar en su momento.










11° DOMINGO ORDINARIO Pbro. Lic. José Luis Aguilera Cruz aguileracruz@yahoo.com.mx

"El reino de los cielos es como una semilla."

MENSAJE EN PARÁBOLAS.

Una parábola la podemos definir como una narración que remitiendo a otro acontecimiento lleva a cabo un proceso en que se compromete el oyente o el lector; y puede referirse a sucesos que han acontecido realmente o que han sido inventados. Pero un punto importante de la parábola es que se propone crear un compromiso entre el autor, el texto y el destinatario, no solamente se trata de enseñar ciertas verdades sino de comprometer al oyente con la realidad que está viviendo, para qué tome parte en la realidad. San Marcos nos presenta en el evangelio de este domingo 4, 26-34 dos parábolas en las que compara el reino de Dios con cosas tan comunes como una semilla.

LA SEMILLA QUE CRECE SOLA.

En los primeros versos de esta parábola, Jesús cuenta la parábola de la semilla que crece sola, el sembrador "siembra la semilla y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece y llega el tiempo de la cosecha", si Jesús quiere que nos involucremos en esto, ¿qué nos está diciendo con ésta parábola? Si nos fijamos el hombre solamente interviene en la siembra de la semilla y en la cosecha de los frutos, lo demás lo hace Dios, o Dios ha puesto en la naturaleza de la semilla lo necesario para hacer lo demás, pero si el hombre no pusiera eso que le corresponde, Dios o la naturaleza no harían nada. Esto nos invita a ser responsables de lo que nos corresponde, sea poco o sea mucho, pero es necesario hacer lo que nos toca.

LA SEMILLA DE MOSTAZA

En los siguientes versos, Jesús vuelve a poner otro ejemplo, para descubrir otro aspecto del reino de Dios, contó la parábola de la semilla de mostaza, que es una semillita muy pequeña y llega a convertirse en un gran arbusto, nuevamente podemos interpretar esta parábola desde otro aspecto, en las cosas de Dios, en las cosas del reino de los cielos generalmente, lo grande comienza de modo orgánico, es decir comienza en pequeñas dimensiones, pensemos en Juan Diego, hoy ya santo, un indígena "de poco valor" para los españoles de ese tiempo, sin embargo es el instrumento por el cual la virgen de Guadalupe, se aparece y se queda en México, así son las cosas de Dios, el mensaje nos pide hacernos pequeños.

LAS PARÁBOLAS, HOY.

Ya que las parábolas tienen la intención de que el oyente o lector se involucre en la narración y esto de cómo resultado un meterse responsablemente a los problemas que señala la parábola, entonces hoy el Señor Jesús nos invita a que confiemos en la providencia divina, pero esa confianza nos debe llevar a no ser confianzudos, y cumplir nosotros lo que nos toca para que Dios actúe y que no importa si nuestra actuación aparentemente es muy pequeña o poca, lo más seguro es que si hicimos lo que nos corresponde, Dios hace lo demás, como los discípulos llevaron ante Jesús los cinco panes y los dos peces y Jesús dio de comer a multitudes.