domingo, 10 de junio de 2012

Corpus Christi

EVANGELIO


    Lectura del santo Evangelio según San Marcos.  (Mc 14,12-16.27-26.)

    El primer día de los ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: -¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
El envió a dos discípulos, diciéndoles: -Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa en que entre, decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?»
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: -Tomad, esto es mi cuerpo.
Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio-y todos bebieron.
Y les dijo: -Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.
Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

Palabra del Señor.                                                           

Jesús, pan que se parte y se reparte
Domingo del Corpus Christi. Ciclo B. Mc 14,12-16.27-26

         Como cada año, Jesús se dispone a celebrar la gran fiesta judía de la Pascua; y quiere hacerlo con los que más cerca tenía: sus seguidores y discípulos, aquellos que habían contemplado todos los signos preparatorios para lo que habría de venir: su sacrificio definitivo en la cruz.

        Ésta sería la última que celebraría con ellos hasta el encuentro definitivo y personal en el Reino de Dios que tanto había proclamado el Maestro. Su final estaba cerca y quería hacerles uno de los regalos más preciados que conservamos hasta nuestros días: la Eucaristía, la gran acción de gracias.

        Había realizado grandes signos y prodigios en medio del pueblo; sus palabras eran distintas al resto de los rabinos, puesto que hablaba con autoridad; multitud de personas le escuchaban con el corazón abierto; enfermos y paralíticos salían curados del encuentro con su persona... Esto no era más que el preludio de unos acontecimientos que se sucederían a partir de esta fiesta de Pascua.

        Sentados a la mesa, y probablemente hablando y recordando todo lo que había sucedido en aquellos años, Jesús toma un poco de pan y se lo ofrece a sus amigos; no era una fiesta cualquiera: de nuevo Jesús “pasaba” en medio de ellos, era la Pascua actualizada y revivida por aquellos discípulos. Jesús se quedaba para siempre en el pan y en el vino.

        Pan partido para comer y vino ofrecido para beber; aquella comida que compartieron con Jesús debería recordarse, actualizarse cada vez que se reunieran en su nombre; así sabrían también que el Reino de los cielos es ese banquete ansiado que preside el mismo Jesús.

        También nosotros nos sentamos a la mesa con Jesús y nos alimentamos de su propio cuerpo y sangre; la celebración del Corpus hoy es la de la Iglesia que se siente agradecida por tan hermoso don. La Iglesia vive de la Eucaristía y la Eucaristía construye la Iglesia, escribía Juan Pablo II; necesitamos revivir y ser conscientes de lo que verdaderamente significa este banquete en el que Jesús es sacerdote, víctima y altar; comida compartida que crea en nosotros vínculos de unidad y fraternidad; alimento eterno que nos fortalece y nos anticipa el Reino de Dios.

















Evangelio según San Marcos 14,12-16.22-26.
El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?".
El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo,
y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'.
El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario".
Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo".
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella.
Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos.
Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios".
Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.

















Evangelio: Mc 14, 12-16.22-26
El primer día de los Ácimos, cuando sacrificaban el cordero pascual, le dicen sus discípulos: —¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? Entonces envía dos de sus discípulos, y les dice: —Id a la ciudad y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Seguidle, y allí donde entre decidle al dueño de la casa: «El Maestro dice: "¿Dónde tengo la sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?"» Y él os mostrará una habitación en el piso de arriba, grande, ya lista y dispuesta. Preparádnosla allí. Y marcharon los discípulos, llegaron a la ciudad, lo encontraron todo como les había dicho, y prepararon la Pascua. Mientras cenaban, tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, se lo dio a ellos y dijo: —Tomad, esto es mi cuerpo.
Y tomando el cáliz, habiendo dado gracias, se lo dio y todos bebieron de él. Y les dijo: —Ésta es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba de nuevo en el Reino de Dios. Después de recitar el himno, salieron hacia el Monte de los Olivos.