domingo, 25 de diciembre de 2011

Os ha nacido un Salvador

Is 9,2-7: El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz.
Sal 95,1-3.11-13: Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
Ti 2,11-14: Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación a todos los hombres
Lc 2,1-14: Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.

Lo creíamos de una forma y vino todo lo contrario. Ah, estos ojos que habían ido acostumbrándose a las cumbres de las montañas pensando: Dios las puede derretir de un solo soplido; a la tempestad diciendo: Dios se encoleriza; a los astros, con presupuesto de altura divina… vacilaron cuando el niño no pudo saciar su afán de excelsitud. Esperando el repentino resplandor cegador, el estruendo pavoroso, el fuego abrasador… nos sorprendió este niño, desarmados de sentidos, porque apuntaban hacia algo más elevado.

No quedaba más que cogerlo entre los brazos, ¡tan frágil!, y arrullarlo estrechándolo suavemente hacia nuestro pecho. Y así tenerlo con privilegio de perpetuidad, al menos de deseo. Los ojos que miran hacia Dios encumbrado detestan a los niños, y yo te detestaba, antes de conocerte. Ahora, te veo, te miro y te contemplo: ¡Cómo me encantas! ¡Qué Dios tan tierno! Qué peso tan ligero el de Dios eterno. Parece que descansa dormido, pero no deja de amar al modo divino, en eternidad, ni cesa en la vigilia por su creación. Con todo, sigue dormido, delicadamente dormido en el lecho de los tiempos. Otros tiempos a los que nos tenían acostumbrados estos ojos necios, que esperaban a Dios donde nunca estuvo y tardaron en reconocerlo estabulado, sobre piedra de pesebre.

LA PALABRA SE HACE CARNE
María acertó en la esperanza, porque nunca vio a Dios lejos de sí. Lo tenía tan cercano, que no le negó su carne. La compartió con el Hijo de Dios, que vino a ser carne de María. La nueva Eva dando carne al nuevo Adán. Ahora Dios, para siempre, viviría el lenguaje de la carne humana. Los ojos de María, nunca distraídos, afinaron vista y vieron a Dios más íntimo que su propia intimidad en un niño aún no nacido.

Aunque lo sabíamos, nuestros ojos no acaban de acostumbrarse a ver a Dios a paso de niño. Nos gustaba más repentino, más milagroso, más sublime. De alguna forma nos estorbaba esta torpeza nuestra de tener que tragar tiempo y error para poder aprender. Entonces, quizás entonces, aprendimos a apreciar esta carne que nos dio Dios, porque el mismo Dios la prefería para su Hijo. En la cueva de Belén, en ese niño divino alumbrado por María, nos vemos a nosotros mismos. Y quizás entonces aprenderemos que es en esta carne, tarda, débil, torpe… humana, donde debemos alegrarnos, y crecer, y creer, y amar y vivir… y esperar. Esperar que Dios modele nuestra carne para darle calidad divina.

Todos de la misma carne, todos de la misma tierra, para ver en cada uno ese niño de Belén, reconocer la carne bendecida por Dios en cada persona, ver carne y cielo, y no despreciar a Dios en el hermano. Y llorar la carne hambrienta, y pobre, y enferma, y despreciada, porque es carne de hermano y carne de Dios. Un Dios que tuvo motivos en cada persona humana para hacerse carne de salvación, carne de esperanza de una nueva humanidad, carne de amor.

Y vino sin calzado. Muchos motivos tuvo para hacerse humano por amor a los humanos, pero pudo prescindir de aquello para lo que no tenía motivos suficientes. No prescindió de la alegría que traía al mundo, pero no encontró razones suficientes para tener siquiera unos zapatos.












Hoy somos invitados y llamados a ser "testigos de la luz". Que así como un espejo refleja la luz de una lámpara, nuestras vidas den a los demás una probadita de la bondad de Dios, de su perdón y de su amor para construir un mundo más humano y justo.




























 NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. Pbro. Lic. José Luis Aguilera Cruz aguileracruz@yahoo.com.mx

"Y aquel que es la Palabra se hizo hombre"

LA EXISTENCIA ETERNA.

Hoy domingo 25 de Diciembre las lecturas de la misa nos recuerdan el gran misterio de la encarnación, un Dios que se hace humano como nosotros, en el evangelio que está tomado del prólogo del evangelio de san Juan 1, 1-18, nos recuerda este hecho, en este texto a Jesús se le llama PALABRA, y nos recuerda que la PALABRA ya existía y que existía como Dios, el v. 1 coincide con el v. 18 pero en este verso aclara más cuando dice: "El Hijo unigénito que está en el seno del Padre", por lo tanto san Juan en su evangelio nos quiere hacer entender que Jesús al venir al mundo no comenzó a existir sin que ya existía y que a estas alturas sigue existiendo, por lo tanto no adoramos a un héroe sino a un Dios, eso es Jesús y merece todo nuestra adoración.

JUAN EL BAUTISTA.

Encontramos que san Juan el evangelista en este pasaje tan importante le da un espacio a Juan el Bautista, por la importancia que, sobre todo en aquel tiempo, se le daba; pero coloca al Bautista como un testigo de la PALABRA, del Hijo unigénito de Dios, nuevamente el evangelio cita a Juan como testigo al principio y al final, en el v. 6 se menciona a Juan como testigo y recalca "él no era la luz, sino testigo de la luz" v. 8, y en el v. 15 se nos da el testimonio de Juan "El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo" mientras que Jesús es la PALABRA eterna del Padre, Juan es su testigo; por un lado aclara que el eterno es Jesús y por otro que Juan tiene la dignidad de ser el gran testigo de Jesús.

JESÚS HOMBRE-LUZ.

Juan el evangelista va ahora a definir un poco a Jesús que como Dios eterno que es, apenas vislumbrará un poco que lo que es él; para Juan Jesús es luz v. 9 y también es hombre v. 14; Jesús luz ilumina a todo ser humano, nos da pistas para actuar, por ejemplo en este mundo que los medios de comunicación nos tergiversan los valores, es decir nos los cambian, Jesús con su luz nos ilumina para actuar bien, es luz en la oscuridad y también es hombre, es ser humano, Juan lo conoció muy bien, porque convivió con él, y le vio el lado humano de Jesús pero también vio su gloria "gloria que le corresponde como a unigénito del Padre" v. 14; san Juan evangelista vio a Jesús como humano y como Dios. Él también es un testigo.

ACEPTAR O RECHAZAR A JESÚS.

En el centro del prologo encontramos ya no el anuncio del gran misterio sino las posibilidades de aceptar o rechazar a Jesús que es el Dios eterno y que se hizo hombre-luz, cuando la estructura de un pasaje es concéntrica como éste que estamos meditando, la parte central es el meollo del asunto, pues hemos llegado a él, el evangelio en los vv. 11, 12 y 13 nos ofrece la visión de la postura que se puede tomar ante Jesús, por un lado puede ser rechazado "No lo recibieron" v. 11, pero Juan el evangelista quiere que nuestra respuesta no sea de rechazo sino de aceptación y abunda en esto, " Los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios" v. 12, eso es lo que Juan en su prologo quiere: que aceptemos a Jesús en nuestra vida y eso nos pone en su postura, nos hace "hijos de Dios" v. 12, si lo aceptamos en nuestra vida, toda ella cambia.