martes, 22 de noviembre de 2011

Un hospital: San Marcos de León

Hospital de San Marcos de León
EN LA SALIDA NATURAL DE LEÓN CAMINO DE COMPOSTELA, NOS TOPAMOS, Y NO SERÁ LA PRIMERA VEZ, CON LA TRILOGÍA DEL CAMINO EN SU VERTIENTE ACOGEDORA, DE SERVICIO AL PEREGRINO: TEMPLO, HOSPITAL Y PUENTE.

El enorme complejo conventual de San Marcos de León fue, además, la sede de la Orden de Caballería de Santiago para el Reino de León y constituye obra señera del Renacimiento, aunque su edificación se remonte a la Edad Media, de la que nada queda, culminara en el siglo XVIII y fuera muy alterada por la edificación del Parador en la década de 1960.

Enorme complejo conventual y Coro de San Marcos
Los terrenos que en 1152 cediera la Infanta doña Sancha para servicio a los pobres, junto al puente sobre el río Bernesga, veinte años después pasarían a la Orden militar, que los convertiría en uno de sus conventos más afamados y en uno de los hospitales más ambiciosos de la ruta, dotado con traductores a los muchos idiomas que se cruzaban a su vera. Sin embargo, tras varios siglos de funcionamiento ejemplar, el convento decayó, bajo dominio nobiliar y relajamiento disciplinar, lo que hizo intervenir al capítulo de Uclés en 1440 ante un caso grave «espeçialmente por ser en el camino francés de Santiago». Se sanearon entonces todas las instalaciones, se habilitaron enfermería, botica, sala de mujeres y de hombres, intérpretes de lenguas, etc. En el hospital situado frente a la iglesia, que llegó a tener fama entre los peregrinos por sus buenos servicios.

El viejo edificio conventual debía contrastar penosamente con el hospital y, en 1513 el Capítulo de la Orden acordó construir uno nuevo por ser «tan principal y tener tan buena renta como tiene». Pedro de Larrea, maestro de la Orden de Alcántara y Juan de Orozco, intervienen en la iglesia, consagrada en 1541. El templo, que ofrece su fachada principal al camino y al hospital, es de estilo «Reyes Católicos», última fase del gótico castellano caracterizada por la expansión decorativa superficial y unas estructuras poco novedosas pero que suelen definir un espacio arquitectónico muy personal e identificable. Una gran sala de elevadísima bóveda (20 metros en la central, uno más para el crucero) respecto al estrecho solar (11,25 de anchura de la nave), en cortos y complicados tramos de crucería con un amplio transepto, cabecera poligonal, tribuna y hondas capillas cuadradas entre los contrafuertes; es el tipo de San Juan de los Reyes en Toledo o Santo Tomás de Ávila, por citar algunas.

El exterior se abre en un gran pórtico con crucería que sostiene un balaustre y un frente tapizado de veneras, emblema jacobita repetido hasta la saciedad en el convento. En los relieves de la fachada trabajarán, entre otros Juan de Juni, Juan de Angers o Guillermo Doncel. La fachada del edificio, espléndido telón abierto al paso del caminante, es obra ejecutada en dos momentos bien distintos, aunque fuese respetada su unidad compositiva: entre 1533 y 1541 se realizó el lienzo oriental hasta la puerta principal; y la mitad simétrica a poniente y la portada se completaron entre 1711 y 1716. Por fin, en el interior destaca obra de Juan de Badajoz «el joven» hacia 1540 en las dos sacristías y el claustro.

Desaparecido el hospital, con apenas un pálido reflejo en la llamada Casa del Peregrino que se ubicó a su costado, todo en la obra del convento refleja la opulencia que la Orden comandada por la figura de Santiago llegó a alcanzar en las décadas de bonanza monástica y brillo de la peregrinación.