El siglo XVI supone para las sillerías de coro la continuacion de ese óptimo momento que viven desde finales del siglo XV, cuando se labran algunas de las más importantes. Las sillerías son el amueblamiento de este espacio -el coro- en el que los religiosos se agrupan para cantar y rezar.
Catedrales y fundaciones religiosas siguen ahora encargando este importante elemento que supone una obra de gran envergadura ya que puede llegar hasta los cien asientos. Frente a los grandes templos y catedrales, que sitúan sus coros en la nave -o más raramente en España, en el presbiterio-, las órdenes religiosas lo ubican preferentemente en un lugar elevado a los pies del templo que proporcionaba aislamiento y silencio a la comunidad que así no era molestada por los fieles que ocuparían el resto del templo. Debido a su función, lo normal fue que estas sillerías adoptaran una disposición en planta en form de "U" con dos filas de asientos: la sillería alta -en el centro de la cual se colocaba el obispo o el abad- y la sillería baja.
A esta definición general respondía la sillería del Monasterio del Parral de Segovia, repartida hoy entre el Museo Arqueológico Nacional y la Basílica de San Francisco el Grande de Madrid, como consecuencia de la Desamortización de Mendizábal de 1836.
Esta sillería fue tallada por Bartolomé Hernández Alemán, cuya personalidad no ha sido estudiada y cuyo nombre aparece vinculado a su realización en 1526.
La sillería baja, va cubierta con un guardapolvo decorado por una cabeza de ángel con las alas desplegadas horizontalmente a lo ancho de la silla amparando el relieve correspondiente. Este guardapolvo cumple también la misión respecto a la sillería superior, de convertirse en atril de cada uno de los asientos. El tema sus relieves es el Apocalipsis, basado formalmente en estampas de Alberto Durero.
Catedrales y fundaciones religiosas siguen ahora encargando este importante elemento que supone una obra de gran envergadura ya que puede llegar hasta los cien asientos. Frente a los grandes templos y catedrales, que sitúan sus coros en la nave -o más raramente en España, en el presbiterio-, las órdenes religiosas lo ubican preferentemente en un lugar elevado a los pies del templo que proporcionaba aislamiento y silencio a la comunidad que así no era molestada por los fieles que ocuparían el resto del templo. Debido a su función, lo normal fue que estas sillerías adoptaran una disposición en planta en form de "U" con dos filas de asientos: la sillería alta -en el centro de la cual se colocaba el obispo o el abad- y la sillería baja.
A esta definición general respondía la sillería del Monasterio del Parral de Segovia, repartida hoy entre el Museo Arqueológico Nacional y la Basílica de San Francisco el Grande de Madrid, como consecuencia de la Desamortización de Mendizábal de 1836.
Esta sillería fue tallada por Bartolomé Hernández Alemán, cuya personalidad no ha sido estudiada y cuyo nombre aparece vinculado a su realización en 1526.
La sillería baja, va cubierta con un guardapolvo decorado por una cabeza de ángel con las alas desplegadas horizontalmente a lo ancho de la silla amparando el relieve correspondiente. Este guardapolvo cumple también la misión respecto a la sillería superior, de convertirse en atril de cada uno de los asientos. El tema sus relieves es el Apocalipsis, basado formalmente en estampas de Alberto Durero.
La iconografía de la sillería alta, con sus espectaculares respaldos tallados, se adelanta a los presupuestos de Trento al considerar a los santos como medidores válidos entre el cristiano y Dios. El programa iconográfico estaba presidido por Santa Ana Triple (y sobre ella San Jerónimo penitente) y, a cada lado, el Salvador y la Virgen, seguidos de San Pedro y San Pablo, apóstoles y evangelistas; luego los Padres de la Iglesia, los diáconos, santos universales y locales (entre ellos San Frutos, patrono de Segovia), mártires, fundadores, predicadores y ermitaños. Todos ellos son llamados a participar en el coro del Parral para ejemplo de la comunidad.