domingo, 17 de mayo de 2009

El que ama ha nacido de Dios

Celebramos el domingo VI del tiempo pascual. En este domingo celebramos día del enfermo. Un motivo importante de nuestra plegaria. El contenido de las lecturas es el amor. Del amor podríamos decir muchas cosas, pues es el centro del mensaje cristiano, el distintivo; pero nos ceñiremos a lo que nos dicen las lecturas.

Hay como una progresión en las declaraciones que se hacen del amor: "Dios es amor". "Como el Padre me ha amado así os he amado yo". "Que os améis unos a otros como yo os he amado". Es como si Dios fuese un manantial de amor que lo inunda todo. De él, que es amor, brota el amor; el amor llega a su Hijo y su Hijo lo reparte entre los hombres; los hombres a su vez viven el mandamiento del amor. Tenemos la misión de llevarlo a todos y de un modo especial más a quien más lo necesita.

De todo lo que se puede decir del amor, me voy a centrar en tres ideas, que resaltan cada una de las lecturas: el amor de Dios es universal, el amor de los hombres es expresión del ser de Dios, el amor de Jesús es generoso.

En la primera lectura se dice cómo el mensaje de Dios se fue extendiendo también a los gentiles, empezando por la casa de Cornelio: "El don del Espíritu se derrama también sobre los gentiles". Es lo que hizo, principalmente, San Pablo. Así se rompían los muros "nacionalistas" de la religión judía. La tentación inicial más fuerte era quedarse reducidos a los judíos, sin embargo el Espíritu pronto abrió el entendimiento de los apóstoles. Dios ha venido para todas las personas, no para unos pocos. El amor de Dios no es "nacionalista", "endogámico", "exclusivista", sino que es católico, universal. Esto en el País Vasco o en Cataluña es más difícil de entender, porque tienen una conciencia más grande que nosotros de su identidad como pueblo. ¿Porqué esta conciencia de pertenencia siempre tiene que ser frente a los demás? ("De Daimiel, somos de Daimiel; Virgen de las Cruces, dilo tú también", cantamos nosotros). Pero también nosotros nos ceñimos, a veces, a mi grupo, mi familia, mi partido, mi parroquia, mi hermandad... porque "somos los mejores". En nuestra religión hay una llamada importante a amar a todos, a estar abiertos a todos. Es cierto que debemos amar especialmente al prójimo, al próximo, pero no nos podemos olvidar del lejano. Cultivar el sentido de pertenencia a algún grupo no puede ser excluyente de los demás. Cultivar el sentido de pertenencia a la Iglesia nos hace estar abiertos a todos.

En la segunda lectura se dice: "Amémonos unos a otros... Todo el que ama ha nacido de Dios, quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor". El amor es expresión de Dios, Dios se da a conocer a través del amor que nosotros manifestamos. Solemos decir, con una cita de San Pablo, al introducir el Padrenuestro: "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado". La condición del cristiano es que está injertado en Cristo por el sacramento del Bautismo; Cristo le está transmitiendo la vida divina: sus valores, entre los que destaca el amor de Dios. De tal forma que la vida del cristiano consiste en hacer concreción ese amor, en expresar ese amor. Cuando uno acierta a amar a los demás está emanando a Dios, haciendo que Dios brote en las relaciones de los hombres. Y un cristiano tiene que amar, como se dice en el Evangelio, como Cristo nos ha amado; es decir, hay que amar, desde Dios, como Dios. Hemos dicho que el amor de Dios es universal. Ahora me queda por decir que el amor de Cristo es generoso.

En el texto del Evangelio se dicen varias cosas sobre el amor: Permanecer en Jesús es permanecer en el amor; cumplir los mandamientos de Jesús es amar; la verdadera alegría proviene del amor; la eficacia del amor se manifiesta en los frutos; pero lo que califica mejor el amor de Cristo es: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos". La manifestación del amor, (pensemos por ejemplo en los enfermos), no está sólo en lo que doy a quien quiero, en el tiempo que le dedico, sino que yo tengo que darme, que entregarme personalmente. La generosidad de Jesús no tuvo límite, viendo las necesidades de ser amados del ser humano, se entregó hasta la muerte.

Dios es amor. Jesucristo nos comunicó el amor de Dios, nos amó hasta el extremo. Los cristianos tenemos la misión de llevar ese amor a todos los hombres de un modo generoso.


EL DOMINGO DEL AMOR


Dios es Amor. Nos lo dice San Juan. Lo ha dicho, también, en su magnífica encíclica Benedicto XVI, peregrino en Tierra Santa. El amor es lo que mueve el mundo, claro que si no es el amor, será el odio y la adhesión a las riquezas lo que ocupará su lugar. Aprovechemos este domingo para meditar sobre el Amor de Dios y sobre nuestro amor hacia los hermanos. Y tengamos en cuenta que todo el amor, todo, viene de Dios. Por eso necesitamos saber cuál es la medida del Amor, y ahí nos la da el mismo Jesús: dar la vida por los demás. Entregar la vida día a día, dejándonos amar por el Amor (por Dios), y amando a quienes nos rodean con ese mismo amor. ¡Dejémonos amar, a ejemplo de la Virgen María!.





REFLEXIONEMOS


La fidelidad que te pide el Maestro es la de permanecer en comunión con el Amor; derramarte, enraizarte en este Amor que quiere marcar tu alma con el sello de su potencia y grandeza. No serás superficial si estás despierta en el Amor. Pero en las horas que no sientas más que el decaimiento, el cansancio. Le agradarás más todavía, si eres fiel en creer que Él actúa aún, que te ama de todos modos, y más aún: porque su Amor es libre y es así como quiere engrandecerse en ti. Y tú, ¡déjate amar!.















Videomeditación de Juan Segura para la web elcantarodesicar.com correspondiente al día 17 de mayo de 2009. Imágenes de la cripta de la Catedral de Santander.