jueves, 8 de marzo de 2012

Ana María Llopis: "Hay que saber delegar pero también inspirar"

Ana María Llopis. Presidenta Supermercados Día e Ibex
Presidenta de la cadena de supermercados Día y única mujer al frente de una empresa del Ibex. Fue educada entre mujeres y es doctora cum laude en Física. Ha interrumpido su carrera dos veces: por culpa de un cáncer casi terminal y para cuidar a su padre con Alzheimer. Hoy está en la cumbre empresarial y su ejemplo es una lección de vida.

| 03 mar 2012 MUJERHOY - Virginia Drake 

 La única mujer que preside una empresa del Ibex (el selecto grupo de empresas de referencia bursátil donde la cadena Dia ingresó el pasado mes de diciembre) proviene del mundo científico y universitario. Fue educada entre mujeres de fuerte carácter para defenderse en un mundo de hombres: el de la empresa. Ana María es hija del prestigioso epidemiólogo Álvaro Llopis, republicano exiliado en Venezuela, donde ella nació hace 61 años. Vivió en Londres, Roma y Washington, estudió Físicas en Maryland y se doctoró en Física Aplicada en Materiales en la Universidad californiana de Berkeley. Está casada con un catedrático, también físico, y su trayectoria vital no tiene desperdicio.

Mujer hoy. Su casa era un gineceo importante: seis mujeres en torno a su padre.
Insistieron para ver si el quinto era un varón, pero no hubo forma: ¡todo chicas! Además, mi madre tenía cinco hermanas y las seis hicieron carreras universitarias cuando aún no era costumbre; y es que mi abuela Ana, la venezolana, fue muy avanzada y quiso que estudiaran todas. Pero mi abuela Dora también lo era: trabajó con Jimena Menéndez Pidal en los orígenes del Colegio Estudio, inspirado en los principios de la Institución Libre de Enseñanza. Le interesaba muchísimo que sus nietas se educaran bien para ser independientes.

Usted y su hermana gemela se casaron con dos físicos españoles a los que, según cuentan, conquistaron por el estómago.
Eran estudiantes y llevaban tiempo comiendo muy mal. La primera vez que salimos los cuatro, les preparamos una cena estupenda y debieron de ver que aquello con las gemelas iba a funcionar.

Así que, entre pucheros también se defiende usted bien...
Sí, cuando éramos pequeñas y vivíamos en Venezuela, mi padre no quiso poner televisión en casa, para verla teníamos que ir los viernes a casa de mis a abuelos. Pero la condición para dejarnos ir era que mi abuela, que era 'cordon bleu', nos tenía que dar una clase de cocina.

Y además pinta, escribe cuentos infantiles y novelas, toca y compone al piano, hace cerámica… ¿Sabe lo que es la 'dolce far niente', esa dulce y refinada holgazanería?
¿Ehhh? ¡Pues no! Mi marido siempre dice que lo único que no sé hacer es perder el tiempo. Y quizá ese es mi mayor defecto. No estaría mal no hacer nada algún día suelto, pero creo que me estresaría.

En el mundo empresarial donde se mueve, ¿qué ha aprendido de los hombres?
Mejor te voy a decir una cosa: los hombres que están triunfando en la empresa están gestionando como gestionábamos las mujeres hace 20 años. Ellos antes lo hacían por autoridad, por camarillas, por fidelidad, por aquello de "la información es poder y mejor no dejo a nadie bien preparado que un día me pueda sustituir". Y así es como se han mantenido muchos años en la cumbre. Hoy en día eso no funciona porque estamos en un mundo cambiante y hay que aprender a adaptarse y formar equipos que te apoyen y te sustituyan. Es fundamental saber sacar de la gente lo mejor que tiene dentro. Es entonces cuando dan lo máximo y lo dan para ti, para el equipo y para la empresa. Hay que saber delegar pero también hay que saber inspirar.

Se dice que muchas mujeres directivas adoptan maneras masculinas y no solo para vestir...
Yo no lo creo y mucho menos de manera sistemática, ¡en absoluto! Probablemente, hay mujeres que han tenido que luchar mucho y que, para sentirse invisibles, se han visto obligadas a ponerse una coraza. Yo nunca lo he hecho, siempre he sido como soy, he procurado ser femenina, no cambiar.

¿Es cierto que, a pesar de sus brillantes estudios, con un doctorado en la Universidad de Berkeley, al llegar a España tuvo que vender detergentes por los supermercados?
¡Absolutamente cierto! El problema era que en España no había convalidaciones para los que veníamos de estudiar fuera. Y yo, con un doctorado cum laude en Berkeley y una carrera summa cum laude en la Universidad de Maryland, tenía que hacer un año de bachillerato, un año de universidad y una tesis doctoral completamente nueva. ¡No podía creerlo!

Estamos hablando de la España de los años de la Transición.
Así es. Al final, conseguí un trabajo en la Universidad, en el departamento de Ciencia de Materiales que dirigía el catedrático Manolo Elices. El problema es que cobraba menos que mi asistenta; y, aunque no pasa nada por eso, aquélla no era la forma de contribuir en la sociedad que yo quería. Entonces, contesté a un anuncio del periódico que decía: "Necesitamos estudiantes y se valorará mucho hablar inglés y haber hecho una carrera en EE.UU.". Era un anuncio de Procter & Gamble, me cogieron y acabé en el departamento de Marketing. Y allí, cuando llevas un tiempo en la empresa, obligatoriamente, estés en el puesto que estés, tienes que hacer un entrenamiento en ventas. A mí me tocó, durante seis meses, ir vendiendo detergentes y limpiando las estanterías, de tienda en tienda, en el área de Carabanchel, Alcorcón, Leganés, Móstoles... Y los sábados por la mañana tenía que ir a cobrar a los morosos. Lo mismo tuve que hacer cuando, tras siete años en P&G, me fui a Playtex. Entonces, me enviaron a Estados Unidos y allí vendí fajas y sujetadores en la frontera con México. Pero luego, cuando regresé, di la vuelta a la empresa y salvé el puesto de trabajo a más de 400 mujeres que lo iban a perder en una de sus fábricas.

"No me muevo ni por dinero, ni por poder, ni por vanidad…", seguro que quienes dicen esto es porque les sobra de las tres cosas.
Lo creas o no, yo me muevo por aprender, porque un proyecto me parezca interesante y porque pueda formar un equipo muy bonito. Y, sobre todo, por el deseo de innovar, de hacer las cosas de otra manera.

Cuando su padre tuvo Alzheimer, usted lo dejó todo para cuidarle e, incluso, grabó sus conversaciones de sus últimos años de vida con la idea de escribir un libro.
Así fue y ya lo he empezado, llevo 70 páginas. Él vivía en Venezuela, con su segunda mujer y, cuando enfermó, nos dijo que no podía atenderle porque el Alzheimer estaba muy avanzado y ella, además, tenía leucemia. Las cinco hermanas hablamos y decidimos que se viniera a Madrid. Cuando vi que todavía estaba lúcido y mantenía recuerdos del pasado, arreglé una buhardilla que habíamos comprado en el mismo edificio en el que yo vivía, y me dediqué a él.

Usted trabajaba entonces en Indra.
Sí, era la vicepresidenta y llevaba todo el mercado de finanzas y seguros. Al principio pensé en una dedicación a tiempo parcial, pero luego me di cuenta de que necesitaba parar porque quería comprender bien lo que mi padre tenía en la memoria, la importancia de sus vivencias.

Y de aquella experiencia nació Ideas4all (ideas-for-all), una red social en la que todo el que lo desee puede inscribirse y aportar sus ideas sobre cualquier tema, compartir problemas y aportar soluciones.
Tras su muerte, pensé que se perdían demasiadas cosas en la memoria y que en toda nuestra vida profesional y personal tenemos muchas ideas que se tiran por la ventana. En Ideas4all, tenemos ya ideas de más de 120 países, en más de 20 idiomas y hay registradas más de 150.000 personas. Es la democratización de las ideas.

Hábleme de su padre, Álvaro Llopis.
Mi abuelo salió de España como republicano y se fue a vivir a París con mi abuela. Mi padre regresó a España para estudiar Medicina y, junto a Nicolás Sánchez Albornoz, Manuel Lamana y Carmelo Soria, refundó la FUE (Federación Universitaria Escolar). En un Congreso en Praga lo denunciaron y, como lo iban a meter preso, se marchó a Venezuela para terminar allí Medicina y fue donde conoció a mi madre y nacimos todas.

En un momento de su vida tuvo que enfrentarse a un cáncer bastante avanzado, ¿cómo fue?
Tras un par de abortos, tuve un embarazo que, llegado a un punto, dejó de progresar. Era un embarazo molar, una falsa placenta que se había comido el feto o que no le había permitido su desarrollo. Fruto de esto, se produjo un coriocarcinoma, que es un cáncer que se desarrolla primero en el útero, después en los pulmones y, finalmente, en el cerebro. El mío era muy fuerte, lo tenía ya en el útero y en los pulmones, y Manolo Varela, mi ginecólogo, me mandó a Inglaterra para que me lo trataran allí.

¿Qué pasó por su cabeza?
Primero lloré mucho, luego me miré en el espejo y dije: "Tú puedes con esto. Aquí nos vamos a salvar y vamos a salir adelante". Mi marido me acompañó y fue mi enfermero durante los seis meses de la quimioterapia. ¡Y me salvé!

¿Y después pudo tener un hijo?
¡Sííí! Me habían dicho que no era probable y, por eso, mi marido y yo empezamos los trámites de una adopción; pero, al mes de iniciarlos tuve una falta. Me ilusioné menos que en mi anterior embarazo, porque no sabía si iba a ser posible. De hecho, durante el primer embarazo compuse para mi hijo una canción al piano. Esta vez no quise hacerlo. Pero, luego, fue. Y fue una maravilla, claro. Mi hijo es mi debilidad.

¿Se dio de baja unos meses?
No, mi madre se vino de Venezuela a conocer al niño y contraté una nanny inglesa, que había estudiado Farmacia. Así que me di cuenta de que yo allí sobraba y, al poco tiempo, volví a trabajar.

¿Se ha sentido 'cuota' alguna vez en los puestos en los que ha ocupado?
Nunca. Sé que no soy cuota porque tenían pensado coger a un hombre y, cuando me entrevistaron, cambiaron de opinión. No dudé en aceptar ni medio segundo. A ninguna mujer le debe preocupar si es cuota o no. Nadie va a coger a una mujer tonta. Hoy, todas las que están es porque valen y critico a las compañeras que piensan que no se debe entrar en una institución por llenar la cuota. En cualquier caso, habrá que llenarla cuanto antes para que dejemos de serlo. Hay muchas jóvenes que están esperando que tú digas que sí para ver que no hay techo de cristal.

¿Cree que la mujer es menos corrupta? La mayoría de los imputados en los casos de corrupción son hombres.
Afirmar eso sería una aseveración muy fuerte y muy feminista por mi parte. Creo que los límites éticos en el borde de la legalidad a los que está dispuesta una mujer se acercan más al límite de dentro que al límite de fuera. La mujer no está acostumbrada. El hombre, como lo ha vivido más, a lo mejor piensa que como lo hacen los demás no está rompiendo nada. Yo creo que esa es la diferencia. Hay muchas mujeres que cuando ven algo así en su departamento se espantan realmente y se van.

Una curiosidad, ¿en su familia hay alguien en paro?
Sí, mi hijo; y es muy duro. Tiene 28 años, es arquitecto y se ha quedado sin trabajo.

¿Y cómo le puede ayudar?
Hablando con él y diciéndole que, en la actual situación, que piense si quiere emprender
o si prefiere emigrar. Él ha decidido emigrar y en este momento está echando currículums por las empresas. En España el ratio de arquitectos por población es diez veces mayor que en el resto de Europa. Durante el boom de la construcción, todo el mundo quería estudiar Arquitectura.

¿La presidenta de una empresa del Ibex no le puede echar una mano a su hijo?
Muy poca, la verdad. En la parte artística, le enseñé a dibujar cuando era pequeño. Ahora, ya puedo ayudarle poco.