jueves, 6 de octubre de 2011

Anfiteatro

Anfiteatro Romano. Tarragona
Anfiteatro Romano frente al mar
Los anfiteatros estaban dedicados a los espectáculos con derramamiento de sangre, como las luchas de parejas de gladiadores, luchas con fieras y cazas de animales, aunque según la hora del día también se hacían espectáculos atléticos, malabares y otros entretenimientos. De los tres edificios de espectáculos de Tárraco, el anfiteatro fue el último en construirse, entre finales del siglo I e inicio del siglo II dC, fuera de las murallas y a la orilla del mar. Se ha conservado parte de la inscripción dedicatoria por la cual sabemos que fue promovido por un flamen, sacerdote del culto provincial al emperador.

Acceso Anfiteatro Romano. Tarragona
El anfiteatro es de planta elíptica y en el centro se halla la arena, espacio abierto donde se desarrollaban los espectáculos. Por debajo de la arena hay las fosas, que originalmente se cubrían con tablones de madera, y tenían por función servir de recurso escénico y tramoya. Una bóveda las comunicaba directamente con la playa vecina. La arena estaba rodeada por el podio, un muro que la separaba de las gradas, desde donde el público contemplaba el espectáculo. Detrás del podio se halla un corredor de servicio perimetral, que mediante pequeñas puertas se comunicaba con la arena. Las gradas estaban divididas en función de las clases sociales en imma cavea, o inferior; media cavea, y summa cavea o superior. Se conservan los dos primeros sectores de grada y las primeras gradas del tercero. En el lado oeste se aprovechó el desnivel de la roca natural para tallar los escalones de la grada, mientras que en el lado del mar se construyó con bóvedas de hormigón romano, donde se situaba una tribuna presidencial. El resto del edificio se construyó sobre grandes cajones de obra rellenados de tierra. En los extremos longitudinales se abrían dos grandes puertas que comunicaban el exterior del edificio con la arena.

Acceso Anfiteatro Romano. Tarragona
El anfiteatro fue también escenario de ejecuciones públicas, y en el marco de la persecución de Valeriano contra la Iglesia cristiana, el 21 de enero de 259, fueron martirizados el obispo de Tárraco Fructuoso y sus diáconos Augurio i Eulogio. En la antigüedad tardía los santos tarraconenses fueron objeto de una gran veneración y en su memoria se construyó, hacia el siglo VI, una basílica sobre la arena, en el lugar donde la tradición situaba el martirio. Construida con materiales procedentes del mismo anfiteatro, estaba formada por tres naves separadas por columnas de granito. En el centro hay un santuario donde se situaba el altar, del cual ha quedado la huella, y un ábside destinado a los clérigos. Una pequeña cámara utilizada como baptisterio finaliza la construcción. Alrededor de la basílica se formó un pequeño cementerio.

En el siglo XII se superpuso una iglesia románica de planta de cruz latina i nave única, dedicada a la advocación de santa María del Milagro, que, igual que la anterior, propició algunos enterramientos. A partir de 1576 se convirtió en convento de la orden trinitaria, hasta que el año 1780 se reconvirtió en prisión para acoger a los penados que trabajaban en la construcción del puerto.

Después del cierre de la prisión el conjunto quedó abandonado hasta que en la década de los años cincuenta del siglo XX se iniciaron las tareas de recuperación gracias a la aportación de la Fundación Bryan.