La Puerta Santa |
Si hay un lugar mágico en Compostela, ese es, sin duda, la Plaza de la Quintana. Pararse sin prisa y observar la vida desde sus escaleras, puede suponer un cúmulo de inolvidables sensaciones. De la misma manera que bajar esos escalones se convierte en una singular alegoría del camino que hemos de recorrer entre la vida y la muerte: de la Quintana de Vivos, en la parte superior, a la Quintana de Muertos, en la inferior, nombre que recibe por haber sido utilizada como lugar de enterramiento hasta el siglo XVIII.
En la plaza hay bellos edificios como la Casa de la Conga, antigua residencia de canónigos, o la Casa de la Parra, con su curiosa chimenea barroca. Cuentan de ella, que su antiguo propietario se suicidó tras perderla en una partida de cartas.
Además, a esta plaza dan tres puertas de la Catedral: la Puerta Santa o del Perdón, que se abre los Años Santos, decorada con figuras del coro d piedra del Maestro Mateo, el Apóstol vestido con ropas de peregrino, y sus discípulos; la Puerta de los Abades, que comunica con la Capilla de la Corticela, construida en los primeros tiempos como oratorio independiente para los monjes que cuidaban la Catedral; y la Puerta Real, de donde salen las procesiones litúrgicas.
Sobre sus piedras, se recorta cada nocha una extraña sombra.
Se dice que pertenece a un clérigo que, hace años, anduvo en amores con una religiosa, reuniéndose con ella a través de un pasadizo secreto que, desde la Catedral, iba bajo las escaleras de la plaza. Decididos a irse juntos, se citaron al oscurecer en ese lugar. Pero ella no se presentó y él, vestido de peregrino, sigue acudiendo fielmente cada noche a su cita.