Historia del Monasterio de Poblet |
En aquellos tiempos, un monasterio, es decir, la casa donde viven los monjes -o las monjas -, se construía según un plan establecido por la casa fundadora y por la orden. Cada dependencia ocupaba su lugar propio y no había lugar para la improvisación o el capricho de los constructores. Poblet representa hoy, después de largos siglos de cambios y destrucciones, el modelo más completo que no haya llegado de un monasterio cisterciense de la Edad Media. Este aspecto resalta su importancia, por lo que merecidamente la UNESCO lo declaró en 1991 Patrimonio de la Humanidad. Conviene tener en cuenta también que el gran volumen de los edificios y su alta calidad constructiva hay que atribuirla a la ayuda y a las donaciones con que los condes-reyes y la nobleza catalana favorecieron al monasterio.
Una vez hubieron escogido el terreno apropiado, en la parte alta del mismo edificaron la iglesia, que es el eje que vertebra el monasterio. La iglesia, en ese tiempo, se construía orientada hacia el este, hacia la salida del sol. A su lado hay un amplio espacio cerrado, más o menos rectangular, que llamamos claustro, alrededor del cual se sitúan todas las dependencias de la vida comunitaria, ya que todo se hacia en común. En el ala de levante encontramos la sacristía, la sala capitular, donde se reúnen los monjes, el locutorio, donde podían hablar, la sala de trabajo o escritorio, el noviciado, y en la parte superior de todas estas dependencias se situaba el dormitorio de los monjes. En el lado opuesto de la iglesia, el ala norte, encontramos las dependencias de la vida doméstica: el calefactorio -lugar donde se calentaban los monjes en invierno-, el refectorio o comedor, y la cocina. Finalmente, en el ala oeste, junto a la puerta de entrada al monasterio, está el espacio que ocupaban los hermanos que trabajaban en el exterior, en los campos y granjas: el dormitorio, el refectorio y los almacenes. Había otros recintos alrededor, tales como la enfermería, la panadería y la bodega, así como las dependencias dedicadas a la acogida de huéspedes y peregrinos, residencias de los familiares que trabajaban en la casa, administración de bienes, llamada también bosseria -de bolsa-, nombre muy significativo de su destino. Esta disposición era muy habitual en el sistema económico y político feudal.