viernes, 4 de noviembre de 2011

Un puente: el de Hospital de Órbigo

Puente del Hospital de Órbigo
DE LOS MUY NECESARIOS Y MAGNÍFICOS PUENTES QUE VADEAN LOS CAUCES A LOS QUE EL CAMINO CORTA DE TRAVÉS, EL PUENTE DE HOSPITAL DE ÓRBIGO DESCUELLA POR MÉRITO PROPIO.

Sobre fundamentos romanos aún visibles (pues formó parte de los itinerarios imperiales con Asturica Augusta, Astorga), este paso estratégico siempre fue escenario de batallas, en época bárbara entre suevos y visigodos o en la primera reconquista, entre las huestes de Alfonso III y los musulmanes. Con el auge del camino este soberbio puente de veinte bóvedas a distinta altura y traza (ojivales o de cañón) debió alcanzar su máxima pujanza, a la que responde su fábrica del siglo XIII, reparada en distintas ocasiones posteriores a causa de las crecidas del Órbigo, más livianas en nuestros días por su embalsado aguas arriba.

Justas Medievales y Peregrino
En este escenario de privilegio, el caballero leonés Suero de Quiñones plantó sus justas amorosas durante treinta días. El y nueve caballeros más, solicitaron un guante simbólico a las damas que deseaban atravesar el lugar, para que fuera defendido por sus acompañantes armados, durante el estío del año Jacobeo de 1434 y con permiso del rey Juan II. Se combatió contra sesenta y ocho contendientes, derrotados en honor de la dama por la que Don Suero pugnaba. El grillete de plata dorada que exhibía en este «paso honroso» lo llevó su portador, al término del torneo – y tras pasar por San Isidoro de León- hasta Santiago, donde le ofrecería al Apóstol y es fama que aún se conserva allí, en el tesoro catedralicio, ciñendo el cuello del busto del Alfeo.

Hazaña, pues, muy literaria, y fidedignamente relatada por testigo de los hechos, conocidos a partir del acta que levantó en el torneo el escribano real, Don Pedro Rodríguez de Lena. Y episodio que aún nos sugestiona más si recordamos que uno de los derrotados, don Gutierre Quijada, aguardó veinticuatro años para vengarse matando a don Suero, y, a su vez, se relaciona con otro quijote más célebre, Alonso Quijano. Así Quijano. Así dice Cervantes en boca de si caballero: «…digan que fueron burlas las Justas de Suero de Quiñones del Passo. Llegaron caballeros de todas las partes del mundo cristiano. En los treinta días que duran las justas pelean, con los diez mantenedores, ni más ni menos que sesenta y ocho aventureros, franceses, italianos, portugueses, alemanes, españoles, algunos venían impulsados por el humor caballeresco, otros por el odio y acabar con la vida de don Suero, el caballero siempre noble y bueno. Transcurren los días entre fiestas y torneos sin que nadie sufriera daños. La poderosa familia de los Luna no reparó no gastos para que su paladín don Suero pudiera realizar la más grande hazaña de caballería que conocieran aquellos tiempos… y surge la tragedia: Al llegarle el turno al caballero aragonés Esbelto de Claramente, la lanza de don Suero ‘entróle por el ojo hasta los sesos’ matándole en el acto. Años más tarde don Gutiérrez de Quijada mataría a don Suero de Quiñones.»

Durante el siglo XV el caballero medieval, que da sus últimas bocanadas como arquetipo, sustituye sus empresas bélicas por pugnas idealizadas, comportamientos sofisticados que promueven acciones de hondo individualismo, con vocación sentimental y amorosa, de un amor privado y privativo. Son el ocaso magnífico que abrirá inexorable paso al nacimiento del equilibrado hombre renacentista.