Muchos son los gestos y portentos realizados por Santiago en protección y amparo de sus seguidores, en auxilio de los peregrinos y en castigo de quienes les ofenden, hieren o timan.
Desde reparaciones y alivios varios hasta resurrecciones registran los códices empeñados en alentar las duras jornadas de los viajeros. Algunos de estos fenómenos son tan populares que se han convertido en arquetipos repetidos por doquier o reseñados en los dichos y refraneros, como sucede con «la gallina que cantó después de asada» en Santo Domingo de la Calzada a favor del testimonio del peregrino falsamente acusado de hurto y ahorcado.
Iglesia Santiago-Santo Domingo Calzada |
Crecido el niño ambos determinaron repetir la peregrinación para agradecer la merced, pero «habiendo llegado con salud hasta los Montes llamados de Oca, atacado allí de una grave enfermedad, exhaló su alma. Sus padres, enloquecidos con su muerte, llenaban a manera de poseídos todo el monte y las aldeas con sus clamores y alaridos. Más la madre prorrumpiendo en mayor dolor, cual si hubiese ya perdido la razón, dirigió a Santiago estas palabras: «Bienaventurado Santiago, a quien el Señor concedió tanto poder para darme un hijo, devuélvemelo ahora. Devuélvemelo digo, porque puedes, pues si no lo hicieres me mataré al momento o haré que me entierren viva con él» (Codex, II, capítulo III, traducción de Moraleja, Torres y Feo).
El niño, de nombre Santiago en su honor, fue resucitado al punto, con lo que el relato del milagro que se dice escrito por el propio Papa Calixto, llega a afirmar que sólo Santiago ha resucitado a un muerto, ya que Cristo o san Martín lo hicieron vivos.
Sea como fuere, es ésta una de las más grandes maravillas acometidas por el Santo. Y se produce en un ambiente límite de los que el camino cruza, entre la seguridad de la tierra de los hombres y el salvaje e inhóspito mundo natural, dos universos que el camino enlaza definitivamente.
Y también en una línea de demarcación, pues el mismo Códice sitúa aquí la linde entre Castilla y Campos, aunque además nos encontremos en una tierra de nadie, entre Santo Domingo y Burgos, cerca de una villa concebida para desafiar la difícil travesía del bosque y la montaña. Estamos, por tanto, en un lugar de tránsito y término, en el espacio indefinido de las fabulaciones, donde incluso es posible atajar a la muerte para seguir el camino trazado.