viernes, 16 de septiembre de 2011

Nuestro trabajo es oración

Los acuchilladores de parqué
Contemplamos el más famoso de los cuadros de este pintor francés original que sorprendió a los críticos de su época. Es un cuadro de grandes dimensiones, muy realista, en la tendencia de una época que tendía a plasmar escenas de la vida cotidiana. La fuerza de este lienzo reside en la cuidada utilización de la perspectiva de las líneas rectilíneas del parqué y la luz que penetra en la estancia desde el balcón y las poses académicas de los laminadores. Cuando lo contemplamos da la sensación de que nos encontramos de pie frente a los tres hombres arrodillados que realizan su labor. El trabajo que realizan es duro, exigente. Pero lo hacen entregados a su faena.

Nuestras ocupaciones cotidianas, nuestro trabajo diario, el esfuerzo continuado, las exigencias de nuestras tareas profesionales –sean cuales sean- son alimento de nuestra oración, nuestra fe y nuestra esperanza. El trabajo ordinario es una ocasión perfecta para la realización de la vida cristiana. El día a día es duro, exigente, agotador. ¡A veces incluso ingrato! Por eso hay que hacer el máximo esfuerzo por convertir nuestras tareas cotidianas en ejemplo de santidad. Santidad en las cosas pequeñas de cada día, santidad cuando realizo bien la tarea que tengo encomendada, en la atención que presto a lo que hago, en la constancia y perseverancia de mi ocupación y mis deberes. Al cielo sólo se llega cuando hay nobleza en el esfuerzo y arrojo para acometer todas las empresas. A veces, al primer inconveniente o dificultad tiramos la toalla. Somos incapaces de esforzarnos o sacrificarnos. ¡Nos lamentamos y renegamos! La exigencia y el esfuerzo es una manera única de vivir la Cruz de Cristo. Pero no hay que desfallecer nunca. Nuestro trabajo es oración permanente por muy sencillo, fácil y humilde que éste sea. Nuestro trabajo es un encuentro permanente con Cristo. Si uno santifica la labor diaria –incluso la que a simple vista pueda parecer insignificante-, si se le pone amor y entrega, el quehacer cotidiano se convierte en algo grande. Y un servicio único y generoso para con Dios, para con nosotros mismos y para con quienes nos rodean.










ORACIÓN:

Te ofrezco, Señor, este mi trabajo. Ayúdame a hacerlo bien y con perfección, por amor a Ti y a los demás. Bendícelo para que redunde en gloria vuestra y bien de mi alma.