Pórtico de la Gloria |
Como no podía ser de otra manera, la protagonista de la Plaza del Obradoiro es la Catedral, alma y razón de ser de la ciudad que creció a su alrededor.
La plaza es capaz de transmitirnos un sinfín de sensaciones que se intensifican cuando llegamos frente al templo.
Su majestuosa figura lo llena todo y, ante su presencia, no podemos evitar sentirnos insignificantes.
La Fachada Barroca del Obradoiro, se construyó en el s. XVIII y durante las obras, la plaza entera se convirtió en un gigantesco taller (obradoiro en gallego), donde los maestros canteros trabajaban las piedras que iban a ser utilizadas, lo cual acabaría dando nombre a la plaza.
Tras esta fachada se protege el Pórtico de la Gloria, obra de un artista de confusos orígenes, que pasó a la historia como Maestro Mateo. En el s. XII, este genio cinceló sobre la piedra una representación del Apocalipsis según San Juan que le llevó veinte años de trabajo y que es, sin duda, la obra cumbre de la escultura románica.
En el parteluz de su arco central, el Apóstol Santiago aparece sobre el Árbol de Jesé, en el que los peregrinos se apoyaban para rezar antes de entrar a la Catedral.
Al otro lado, orante y mirando hacia el Altar Mayor, Mateo se esculpió a sí mismo en una figura conocida como O Santo dos Croques (coscorrones), donde la gente suele golpearse la cabeza para ver si así recibe algo del talento del maestro.
Pero volvamos a la fachada barroca y, concretamente, a sus torres, construidas sobre las viejas torres románicas, porque en ellas encontraremos una curiosa historia.