domingo, 27 de junio de 2010

Libertad: poseerse para darse

Estamos en el domingo XIII del tiempo ordinario. Hoy la celebración es una invitación a dejarlo todo para seguir a Jesús y conseguir la libertad; pues ser cristiano no es sólo estar bautizado, sino que es un seguimiento de Cristo, un proceso de identificación con él, con su vida, con su misión y con su destino. Quizá la libertad se consigue dejando cosas. Es como si tuviésemos que hacer un largo recorrido, provistos de lo indispensable, y hay que dejar "peso", para poder hacer el camino. Veremos qué cosas en concreto.

El texto del Evangelio nos habla de cómo Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén; tomó la decisión de enfrentarse con su pasión y muerte, de un modo libre y consciente. Este texto dice, también, lo radical que es el seguimiento a Jesucristo; para seguirle hay que dejar:

La violencia: ante la no acogida de Jesús: "déjanos pedir que baje fuego del cielo y que acabe con ellos". Nuestro modo de evangelización nunca puede ser a "la fuerza", sino por la suave persuasión del testimonio personal. ¡Ojalá nada "fuerce" a nadie a seguir a Jesús! ¡Cuántos cristianos quedan aún forzados por las circunstancias!

Las comodidades: "El hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza". Es claro, aunque no es el espacio para desarrollarlo más, que la sociedad del bienestar ahoga y dificulta la dimensión religiosa del ser humano. El sacrificio, la renuncia, la ascesis... son caminos hacia Dios. Hay que tener cuidado de que las cosas no terminen por dominarnos y poseernos.

A los muertos, que "los muertos entierren a sus muertos". Es éste un deber importante en la piedad judía y cristiana; pues mayor en importancia es la exigencia del Reino. ¡Cuánta gente hay que ante la muerte de un familiar se sienten lejos de Dios! A los muertos hay que enterrarlos, y hay que curar las heridas que produce la muerte... pero el reino es una realidad más vital que cualquier otra experiencia humana.

La familia y no mirar atrás, como hizo el profeta Eliseo, que vemos en la primera lectura, que "quemó las naves" para no volverse atrás, quemó los aperos y sacrificó los bueyes, su herramienta de trabajo. Otras dos realidades que nos atan: la familia y el pasado.

El reino es una fuerza mayor, que además es integradora de todo lo que uno va dejando por seguir a Jesús: El reino te da formas de no violencia, te da comodidades internas (más capacitantes que las exteriores), te da esperanza ante la muerte, te da una nueva familia, te cura el pasado.

Las exigencias del Reino son grandes, hay que dejar familia, seguridades, comodidades, hay que enfrentarse con el problema del sufrimiento, con la cruz; pues Jesús dice todas estas exigencias cuando ha decidido ir a Jerusalén. Pero aunque sean grandes la exigencias, no son mutiladoras de la felicidad y la personalidad humana; al contrario, ayudan a encontrarla.

Ser cristiano es, pues, todo un proceso hasta conseguir la libertad de los hijos de Dios, esa es nuestra auténtica vocación. Pero, ¿qué es la libertad?. La libertad no es hacer lo que uno quiere, lo que le pide el cuerpo, porque uno acaba siendo esclavo de sus caprichos o de su voluntad, sino que la libertad es poseerse para darse a los demás. Uno se posee a sí mismo cuando no es esclavo de nada externo o interno. El poseerse no es para ser egoísta, sino para darse a los demás.

Dice San Pablo en la segunda lectura:

"No os sometáis al yugo de la esclavitud", esclavitud que puede ser exterior (la que nos viene impuesta por los demás: dictadura) o interior (la que nace de nuestro propio pecado: vicio).

"Ser unos de otros esclavos por amor"; el amor es el centro de la libertad, sin libertad no puede haber amor y sin amor la libertad es una falsedad; la libertad sólo hace el bien. Esto es lo que quiere decir la segunda parte de la definición de libertad que os comento: "poseerse, para darse". No hay mayor libertad que la libertad que se entrega a los demás por amor.

"Andad según el Espíritu y no según la carne... pues no hacéis lo que quisierais". La carne esclaviza, el Espíritu, libera.

Podemos decir para concluir que ser cristiano es todo un proceso de personalización y liberación: Dejarlo todo para conquistar lo fundamental. La mayor libertad es la conquista de uno mismo. ¡Qué descubras qué es lo que tienes que dejar para poseerte y darte a los demás!
















Reflexión en cuatro minutos sobre el evangelio del domingo 27 de junio de 2010, hecha por Juan Segura para www.elcantarodesicar.com



















13º DOMINGO ORDINARIO Pbro. Lic. José Luis Aguilera Cruz aguileracruz@yahoo.com.mx

"Te seguiré, Señor"

UNA DECISIÓN.

Tenemos hoy un pasaje muy interesante, leemos a San Lucas 9, 51-62, y encontramos tres partes muy bien definidas, la primera parte es la más pequeña y abarca solamente el verso 51, dice: "Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén" en este verso encontramos una mente en el fondo de todo esto, alguien tiene planeado el tiempo en que Jesús debía salir de este mundo, la cuestión es que Jesús conoce este plan, y él sabe que ese tiempo está cerca, y para que el plan eterno que está en el fondo de este verso llegue a realizarse, Jesús debe tomar la decisión en la línea del plan eterno, Jesús sabe lo que debe hacer: emprende el viaje a Jerusalén. Si nosotros sabemos lo que Dios quiere para nosotros nos toca tener la decisión de hacerlo.

EL ENVÍO DE MENSAJEROS.

Todo depende de la decisión que se tome, Jesús envía a los suyos a una aldea de Samaria, donde no fueron aceptados pero para el evangelio este pasaje es solamente un gaje del oficio, lo que quiere el autor del evangelio es que sepamos responder ante un rechazo, rechazo no es hacia el instrumento enviado, sino al que envía, Jesús dijo: "El que a ustedes rechaza a mí me rechaza" (Lc 10, 16b). El caso es que los apóstoles fueron reprendidos por Jesús porque ante el rechazo ellos no usan el "ojo por ojo" sino el "la vida por el rechazo", quieren achicharrar a los galileos que no aceptaron a Jesús, pero para Jesús ese no es el camino, quien no acepte a Jesús merece respeto a su vida, ¿Quién lo diría? Entonces ¿qué hacemos con nuestro coraje cuando un hijo o hija no quiere seguir a Jesús? Jesús dice déjalo(a) que viva.

¿SEGUIR A JESÚS, O NO?

La última parte del evangelio de este domingo 13 ordinario se refiere al ofrecimiento de seguir a Jesús y al llamado que hace Jesús, son tres personajes el primero y el tercero se ofrecen voluntariamente seguir a Jesús vv. 57. 61; y él les hace fuertes advertencias vv. 58. 62, mientras el segundo es llamado por Jesús v. 59 y Jesús también le hace una advertencia. La cuestión es que seguir a Jesús no es fácil, y la más grande dificultad está en tomar la decisión de realizar el plan del Padre, para Jesús eso consistió en el camino de la cruz aunque le suplicó al Padre que ese cáliz pasara de largo. Seguir a Jesús significa cambiar de rumbo definitivamente, mientras que los animales tiene dónde vivir quien siga a Jesús debe estar a expensas de Dios v. 58, seguir a Jesús significa anunciar el reino v. 60; y no debe voltear hacia atrás sino siempre la vista en Cristo v. 62.

IMITANDO A CRISTO.

El llamado de Jesús es para todos y diversificado, pero siempre trae dificultades, no podemos decir que el llamado de Jesús sea como dice la autoestima destinados a ser felices, el llamado de Jesús viene con algunos problemas. Todos los que tenemos la experiencia de haber escuchado el llamado podemos comentar todos los problemas que conlleva el seguimiento a Jesús, sin embargo, esas dificultades no son obstáculos significativos que hagan desanimar a uno, y llega el momento en que habrá que tomar una decisión drástica, dejar casa, carrera, oportunidades, llega el momento de decidir en serio seguirá Jesús contra toda corriente lógica, en mi caso tuve que seguir a Jesús sin el apoyo de mi padre. Y en cada servicio que el Señor me ha pedido he encontrado diferentes dificultades, pero el entusiasmo de seguir a Jesús me ayuda a vencer todo obstáculo. Les invita a escuchar a Jesús que te dice "Sígueme".




























Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento.

Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?".

Pero él se dio vuelta y los reprendió.
Y se fueron a otro pueblo.

Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!".

Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza".

Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre".

Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios".

Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos".

Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".