"Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo"
Zarza Ardiendo |
Moisés supo de Dios en el monte Horeb, cuando la zarza ardía sin consumirse, pero quiso saber también para otros y preguntó a Dios por su nombre: Si me preguntan “¿Cuál es su nombre?, ¿qué les respondo?” Dios dijo a Moisés: “Yo soy el que soy... este es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación” (Ex 3,14). En este nombre los israelitas entendieron al Dios que hace camino con su pueblo y está presente en su historia, el Dios de sus padres que no olvida a los suyos.
Los que no sabían, supieron por Moisés; primero conocieron a su Dios y “El que es” les trajo la liberación de la esclavitud de Egipto. Pero con la liberación menguaron en el pueblo las ganas de saber y desaparecieron las preguntas... hasta olvidarse de “El que es”. Moisés vela por preservar el nombre de Dios y exhorta a preguntar para que reconozcan y mediten que el Señor es el único Dios. No sólo es una exigencia personal conocer a Dios, sino también que otros lo conozcan, para meditar que es el único Dios y para guardar sus mandamientos y preceptos y ser feliz (cf. Dt 4,39-40). Conocer a Dios es requisito para la felicidad. Pero Dios anduvo cauto y no reveló aquello que no pudiera ser digerido, so pena de provocar una indigestión en el humano. La revelación de Dios fue paulatina, hasta la llegada del Hijo, donde Dios se nos dio a conocer por completo.
Los que no sabían, supieron por Moisés; primero conocieron a su Dios y “El que es” les trajo la liberación de la esclavitud de Egipto. Pero con la liberación menguaron en el pueblo las ganas de saber y desaparecieron las preguntas... hasta olvidarse de “El que es”. Moisés vela por preservar el nombre de Dios y exhorta a preguntar para que reconozcan y mediten que el Señor es el único Dios. No sólo es una exigencia personal conocer a Dios, sino también que otros lo conozcan, para meditar que es el único Dios y para guardar sus mandamientos y preceptos y ser feliz (cf. Dt 4,39-40). Conocer a Dios es requisito para la felicidad. Pero Dios anduvo cauto y no reveló aquello que no pudiera ser digerido, so pena de provocar una indigestión en el humano. La revelación de Dios fue paulatina, hasta la llegada del Hijo, donde Dios se nos dio a conocer por completo.
Santísima Trinidad |
No hay mejor mensajero de la familia que uno de sus miembros; el Hijo trajo la noticia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Nos enseñó lo que ya sabía Él desde lo eterno, y lo hizo para que conociéramos y que, conociendo, amáramos. El mandato de Jesús con que cierra Mateo su evangelio pide misión de bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo para hacer discípulos en su nombre. Ya no será discípulo de Cristo quien conozca a Dios solo a trozos o a medias, sino Trinidad. El mismo nombre trinitario queda grabado en el bautizado al recibir el sacramento y lo hace custodio de la enseñanza de Jesús y misionero del nombre de Dios. Pero no se puede conocer a Dios sin Dios: el Espíritu de Dios que nos ha hecho hijos de Dios es el que posibilita pronunciar su nombre “Padre”, y el nombre del Hijo y del Espíritu. Pronunciar el nombre de Dios es querer conocerlo e ir participando de la vida divina cuyo fundamento, el amor, es el objeto más precioso de nuestra vida cristiana: “Ver cómo se aman el Padre y el Hijo en el Espíritu”.
Los contemplativos, maestros de miradas hacia el interior de la Trinidad, velan porque se conozca su Nombre. Su vida de oración rebasa la petición por la transformación de este mundo y las intenciones de cada momento, aunque las abarca también; pero sobre todo son testimonio del amor del Padre al Hijo en el Espíritu para que aprendamos en sus miradas el amor Trinitario, origen de todo lo creado. El mundo de hoy no los entiende y aun reduce su ministerio a una intercesión de petición. Su vida es más como la de Moisés, que invita a que preguntemos por Dios, que sigue cuestionando cuando parece que las preguntas sobre Él se han agotado. Son memoria de la presencia del amor de la Trinidad en la Iglesia y el mundo, y por eso un don precioso que debemos estimar y cuidar.
Yo estoy con vosotros todos los días |
Evangelio según San Mateo 28,16-20.
Los once
discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.
Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".
Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".
DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD Pbro. Lic. José Luis Aguilera
Cruz aguileracruz@yahoo.com.mx
"Enseñen a todas las naciones"
MENSAJE
DEL DEUTERONOMIO.
Desde el principio Israel creía en un Dios que actuaba, por
eso también no podía ponerlo en una imagen, la idea de Dios que presenta el
antiguo libro del Deuteronomio es de un Dios cercano a su pueblo, el pasaje que
leemos hoy como primera lectura el autor intenta convencer a los judíos de aquel
tiempo y a nosotros de esa relación que debe existir entre Dios y nosotros,
inicia con una serie de preguntas y con ellas Israel tendría que llegar a Dios
pero le advierte que si cumple los mandatos del Señor vendrá la felicidad y
vivirán muchos años en la tierra prometida. Pero no vivieron muchos años ahí y
la razón es porque Israel no fue fiel al Señor. Dios hace tratos con el ser
humano.
EL MENSAJE DE SAN PABLO.
Ese Dios cercano del antiguo
testamento, en el mensaje de san Pablo está todavía más cerca, tan cerca que es
íntimo a nosotros mismos, el Espíritu Santo que vive en nosotros y que está en
nosotros (I Cor 3, 16), y desde dentro nuestro nos transforma en hijos de Dios,
porque no hemos recibido el espíritu de esclavos, sino el espíritu de hijos de
Dios, y éste mismo Espíritu nos pone entonces en una nueva relación con el Padre
Dios y al ser hijos de Dios nos pone en una nueva relación con Jesús el Hijo, ya
que con él somos coherederos, la misma herencia de Jesús nuestro salvador será
nuestra al vivir en este mundo de relaciones con el Padre como hijos, con el
Hijo como hermanos y con el Espíritu santo como templos.
EL TESTAMENTO
DE JESÚS.
Antes de que Jesús dejara a sus discípulos con toda la tarea de la
Iglesia le da indicaciones, órdenes y promesas, la indicación: Jesús resucitado
tiene todo el poder, hoy Jesús sigue teniendo todo el poder; las órdenes: vayan,
enseñen, bauticen en el nombre del Padre, del Hijo y del Santo Espíritu, y
continúa ordenando, enseñar a cumplir TODO lo que Jesús ha mandado; y la
promesa: que él estará con su iglesia todos los días hasta el fin del mundo.
Claro que el centro en este día es la fe en la trinidad y ser bautizados en su
nombre, pero todo esto es el testamento de Jesús a su Iglesia y por lo tanto
cada elemento importa, siguiendo la idea de las lecturas, si obedecemos hoy a
Jesús, estamos obedeciendo al Padre.
LA SANTÍSIMA TRINIDAD, HOY.
Tiene
que estar claro para todos nosotros que Dios es Padre, y que debemos tener una
relación de hijos con él, es también el Hijo de Dios y por lo tanto, nuestro
salvador es nuestro hermano mayor y con la acción de Espíritu Santo en nuestro
corazón, que desde dentro nos transforma en hijos del Padre, hermanitos de
Cristo el Hijo de Dios, nos hace templos de él mismo, ya que viviendo dentro
nuestro nos impulsa desde dentro a vivir esa relación con Dios. Dios nos pide:
relación, contacto, es por eso que no podemos conformarnos con cosas externas
como un regalo: flores o veladoras, tenemos además que estar en contacto con él
y con cada una de las personas divinas, siguiendo sus mandatos.