Dolorosa (Pedro de Mena) |
En el convento de las Reales Descalzas de Valladolid, edificado con patronazgo regio, se puede contemplar esta impresionante imagen de Nuestra Señora de los Dolores. Durante mucho tiempo la escultura fue sólo visible para las hermanas que vivían en clausura pero en la actualidad es posible contemplarla en el museo. De una gran fuerza expresiva, Pedro de Mena creó una pieza de policromía muy fina con un rostro de mirada fija en la imagen de su Hijo agonizante. Es un busto cortado de manera horizaontal, por debajo de los brazos, con las manos recogidas a modo de súplica. Es precisamente este tratamiento el que da al conjunto parte de su intensa expresividad implorante. Los ojos son de cristal y las pestañas son postizas. La Virgen está vestida con un manto azul, velo blanco y lleva un túnica de oro cortada en rojo con adornos punteados. Cuando miro su cara me sobrecoge el dolor intenso que transmite su rostro, del que caen unas imperceptibles lágrimas. Es un rostro de porte elegante, patético, dramático, conmovedor. Es la viva imagen del desconsuelo, del sufrimiento indecible. Una punzada de dolor atraviesa su alma. Y nuestros corazones se estremecen cuando contemplan tanta aflicción. Allí, al pie de la Cruz, en la cima del monte Calvario, María, la madre, se mantiene firme. Es, también, la presencia del amor incondicional. El amor capaz de superar todos los obstáculos. Las llagas de su Hijo arden en su corazón inmaculado. Sus lágrimas representan el llanto de todos los seres humanos. El padecimiento de la Dolorosa es el desgarro de todas las madres. En su corazón guarda silenciosamente el traspaso físico del corazón de su Hijo. Jesús vivió para amar y la prueba más grande de su amor es su sacrificio en la Cruz. Y la Madre Dolorosa le acompañó siempre en ese camino. Cada vez que contemplo esta imagen le pido a la Señora que me permita permanecer fiel a Jesús y perseverar siempre en su servicio hasta el último momento de mi vida.
ORACIÓN:
Virgen Santísima de los Dolores, mírame cargando la cruz de mi sufrimiento; acompáñame como acompañaste a tu Hijo Jesús en el camino del Calvario; eres mi Madre y te necesito. Ayúdame a sufrir con amor y esperanza para que mi dolor sea dolor redentor que en las manos de Dios se convierta en un gran bien para la salvación de las almas