sábado, 7 de mayo de 2011

Una mirada cristiana

Ser sincero con uno mismo es algo que resulta difícil y complicado. Pero fundamental. Cuando el hombre no es capaz de analizarse con valentía y aceptar sus errores es que no se mira a si mismo con ojos cristianos. Si no soy consciente de mi verdad, ¿cómo podré ser sincero conmigo mismo?

Los seres humanos estamos rodeados de materialismo, de pragmatismo, de hedonismo, de competitividad, de celos, de egoísmos, de rencores y cuando tratamos de interiorizar sobre nosotros mismos caemos en la misma enfermedad que asola la cultura que nos rodea.

Sólo con una mirada cristiana, con una relación personal con Dios, podremos ser sinceros con nosotros mismos. Yo existo porque Dios lo ha querido. Yo soy así porque Dios me ha creado de esta manera, con mis limitaciones y mis cualidades. No soy perfecto y con mis propiedades y mis defectos Dios me quiere y me querrá como soy. Y si Dios me ha hecho así, siempre me amará así.

El hombre es un sujeto receptor del amor de Dios. Y aunque nuestros sentimientos hacia Él tengan altibajos, nunca nos abandona. Aunque le mostremos indiferencia, siempre está ahí. Aunque estemos fatigados por el pecado, siempre nos consuela. Aunque nuestra alma esté derrotada, siempre nos abraza.

Miremos hacia nuestro interior con mirada cristiana. Dios nos ha creado y nos ama. En el examen diario de conciencia de la noche seamos sinceros. Y aunque hayamos actuado mal, demos gracias a Dios con intención de mejora. Miremos nuestro interior y preguntémonos: ¿por qué he actuado así? ¿O acaso la Virgen no llegó a decir «se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava»? Que el examen de conciencia no sea una trampa para alejarse de Dios y sí un camino para alcanzar la perfección.











ORACIÓN:

Señor, concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda también a todos los hombres.