miércoles, 1 de diciembre de 2010

Bajo la luz de su verdad

La conversión de San Pablo, el Apóstol de las gentes, es uno de los motivos más utilizados en la iconografía religiosa. Miguel Ángel no fue ajeno a este tema y creo para el palacio pontificio del Vaticano un soberbio fresco que refleja la intensidad de esta escena. Saulo, doblado en el suelo tras caer del caballo, escucha la voz de Dios –rodeado de la corte divina-, reflejada en el rayo luminoso que atraviesa el fresco cayendo sobre las gentes de su séquito. Es una pintura llena de simbolismo. La mano de Dios señala a Pablo, cegado por la luz divina mientras el resto de los personajes, perplejos y confundidos, dirigen su mirada hacia el cielo. A nosotros este fresco nos permite profundizar en la conversión del corazón. La conversión es un volver a Dios, sabiendo valorar las realidades terrenales bajo la luz de su verdad. Los hombres estamos tan preocupados por las circunstancias de lo cotidiano que no tenemos tiempo de detenernos a meditar cómo estamos viviendo nuestra vida y cuáles son las consecuencias de nuestros actos. El itinerario de la conversión interior nos conduce a la plena reconciliación con Dios y a vivir en plenitud la vida nueva en Cristo: una vida de fe, de esperanza y de caridad. La fidelidad a Cristo exige que lo tratemos en la intimidad de nuestra oración –como maestro y como amigo-. Él es el que jamás abandona. En nuestra conversación íntima con Él surgen siempre las respuestas cristianas –la luz divina- a nuestros más complejos interrogantes. Sólo desde una íntima unión con Jesús es posible la verdadera conversión del corazón. Porque Cristo es aquel que siempre nos precede y nos acompaña.
















ORACIÓN:

Señor, que me niegue a mi mismo para seguirte, que sepa cargar con la cruz de cada día para seguirte. Señor, protege mi camino para seguirte. ¡Aquí estoy, cuenta conmigo!.