domingo, 11 de noviembre de 2012

Esa pobre viuda ha echado más que nadie

EVANGELIO

                                             "Esa pobre viuda ha echado más que nadie."


Lectura del santo Evangelio según San Marcos.  (Mc 12,38-44.)


        En aquel tiempo enseñaba Jesús a la multitud y les decía: -¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos. Esos recibirán una sentencia más rigurosa.]
Estando Jesús sentado enfrente del cepillo del templo, observaba a la gente que iba echando dinero; muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo: -Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.

                                           Palabra del Señor.
¿Donde ponemos el acento?

Domingo XXXII  Tiempo Ordinario. Ciclo B. Mc 12,38-44

         ¡Estoy convencido de que si Jesús se paseara hoy día por nuestras iglesias repetiría alguna de las frases de este relato evangélico! Aún nos gusta que la gente nos reconozca lo bien que lo hacemos o lo mucho que nos golpeamos el pecho, o lo generosos que somos a la hora de dar algún donativo a los más pobres.

        El Reino que Jesús vino a predicar, ya se lo había quedado claro a sus discípulos camino de Cesarea, -y ahora vuelve a repetirlo- es un camino de renuncia, de cargar con la cruz y de ponerse al servicio de los más necesitados. Ya sabemos que los grandes oprimen a los pequeños y que se imponen muchas cargas; no seamos así entre nosotros. El que quiera ser el primero que sea el servidor de todos.

        La escena de hoy resulta cuanto menos curiosa; paseando por el templo se dedica el grupo de los discípulos y Jesús a observar a los que allí estaban; y seguramente habría de todo: ricos, fariseos, cambistas, gente sencilla… Personas que iban allí con la intención de realizar su ofrenda al Dios en el que creían. Entre ellos muchos que alardeaban de cumplir literalmente la Ley.

        Las enseñanzas de Jesús, distan mucho de pavonearse delante de los demás; es cierto que en los tiempos que corren aquél que se reconoce públicamente como cristiano tiene mérito, porque al parecer la religión está al margen de la vida pública. Una cosa es vivir nuestra fe íntegramente, en toda nuestra vida y en todos sus aspectos, incluída la esfera pública, y otra muy distinta querer aparentar y sobresalir.

        Una buena lección de humildad la dio aquella pobre viuda que entregó lo que tenía para sobrevivir en el templo. Sin llamar la atención, sin tocar la campana, sin poner ninguna inscripción ni placa conmemorativa; aquella mujer pasó desapercibida a los ojos de la mayoría de la gente que se hacía pasar por justos en el templo. Sin embargo Jesús se fijó en ella, en su humildad y su generosidad, y fue modelo y ejemplo para los discípulos.

        Hoy día más que maestros necesitamos testigos, ya lo decía Juan Pablo II; y es que no cabe duda que una vida entregada desde la más completa humildad llama la atención y hace preguntarse qué o quién mueve a una persona así a vivir de tal modo. Acerquemos el evangelio de Cristo y la felicidad que comporta vivir según sus palabras a los que nos rodean.