miércoles, 23 de febrero de 2011

No temas

Desde el principio de su existencia la vida de María es plenitud de gracia y objeto de la bondad divina. Cuando el ángel se dirige a Ella, lo hace con palabra de Dios Como en esta obra del fraile dominico Fra Angélico, sobrenombre recibido por la intensa devoción y el estilo místico que desborda toda su pintura. En esta Anunciación –con figuras expresamente radiantes de luz y color y sensible belleza- que ocupa el marco del templete central de la tabla acompañado de escenas de la expulsión de Adán y Eva del Paraíso sobre un friso con escenas de la vida de María, parece oírse la voz suave y delicada del arcángel san Gabriel: «No temas María, el Señor está contigo». Al escuchar estas palabras, María, la joven sencilla y humilde de la pequeña aldea de Nazaret, recogida entre sus brazos, siente la proximidad de Dios. En lo más profundo e íntimo de su corazón vive una mezcla de gozo, gratitud y de santo y piadoso temor porque por la gracia divina se ha convertido en portadora de la promesa salvífica del hombre.

Al igual que ocurre con María –la llena de gracia, la reina de los profetas, la Madre, la esposa, la amiga, la consoladora, la reina de la familia y de la paz…-, el cristiano no puede gozar de una plena vida espiritual si no logra una buena armonía entre su gozo y su temor de Dios. ¿Acaso María no se vio necesitada de apoyo para entender la voluntad divina? ¿No le surgieron vacilaciones antes de comprender porque encontró gracia ante los ojos de Dios? Desde el instante de Su sí, el corazón de María no duda. Actúa como sierva, madre y mujer fiel, humilde y agradecida. Su fe es firme e inquebrantable. Queda de este modo consumada la oración de la disponibilidad sin límites, del amor sin límites, de la generosidad sin límites. El sí inquebrantable y valeroso de la fe.

Este cuadro nos invita a meditar precisamente sobre ello. Los cristianos no debemos temer dar un sí contundente al Señor. No negar jamás nuestra vocación de hermanos de Jesús, el hijo de María. Nuestro corazón debe entregarse sin reservas a la voluntad de Dios. Y comportarse con el mismo ejemplo, humilde y fiel, con el que actuó nuestra Madre. Así, nuestra fe será tan inquebrantable como la suya.


















ORACIÓN:


Dios todopoderoso, que, según lo anunciaste por el ángel, has querido que tu Hijo se encarnara en el seno de María, la Virgen, escucha nuestras súplicas y haz que sintamos la protección de María los que la proclamamos verdadera Madre de Dios.